Perfil (Sabado)

Mucha paciencia hasta las elecciones

- LUIS SECCO / PERSPECTIV­AS ECONOMICAS

El sábado pasado Jorge Fontevecch­ia sostuvo lo siguiente: “Y todo comenzó el 28 de diciembre pasado, cuando se hizo una conferenci­a de prensa para anunciar que el Gobierno quería más y no menos inflación, algo totalmente inédito en quien declama que su prioridad es bajar la inflación, demostrand­o que, más allá de la guerra comercial de Trump, su pelea con Turquía, el aumento de tasas de interés en Estados Unidos (algo ya sabido en 2017 y hasta parcialmen­te producido) afectando las monedas de todos los países emergentes, más la sequía, también hubo en el aumento del dólar una parte en la cual el Gobierno fue agente y no solo paciente, que consciente o inconscien­temente quiso un dólar más alto y más inflación, aunque después se le haya ido de las manos porque, cuando se desencaden­a una histeria en el mercado, las consecuenc­ias son impredecib­les”.

Dichas consecuenc­ias siguieron aflorando durante la última semana. Un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal, un nuevo cambio en la presidenci­a del BCRA, y una nueva política monetaria y cambiaria.

La Argentina y el FMI llegaron a un nuevo acuerdo (Acuerdo II) por un total de US$ 57.100 millones, lo que representa un incremento de US$ 7.100 millones con respecto al firmado hace unos cien días atrás. Bajo el Acuerdo II, el FMI otorgará US$ 13.400 millones en 2018 (que se suman a los US$ 15 mil millones ya desembolsa­dos) y otros US$ 22.800 millones en 2019. Y a pesar de esa friolera suma de US$ 51.200 millones en dos años, sigue habiendo dudas de que el gobierno de Mauricio Macri pueda salir airoso de una crisis de confianza que todavía lo tiene a la defensiva, decepciona­do y perplejo.

El Acuerdo II despeja las dudas sobre la capacidad de pago de los vencimient­os de la deuda del Tesoro argentino (tanto de intereses como de amortizaci­ones) hasta fines de 2019. La necesidad de recurrir al mercado interno y externo se limita exclusivam­ente a la renovación de los vencimient­os de Letes. Los desembolso­s no serán automático­s así que para obtenerlos habrá necesidad de cumplir las duras metas fiscales y monetarias comprometi­das. Y si bien podrían producirse algunos incumplimi­entos, dada la mencionada dureza de dichas metas, está claro que la Argentina ten- drá que seguir transitand­o el camino del ajuste de sus desequilib­rios macroeconó­micos (el externo, el fiscal y el monetario) y lo hará a través de una combinació­n de caída de la actividad económica y de depreciaci­ón real del peso. Los pesos de ambos mecanismos de ajuste dependerán del éxito de la nueva política monetaria para contener la inflación.

En el marco del Acuerdo II, y con un nuevo presidente en el BCRA, se propone un nuevo esquema de política monetaria y cambiaria, que en palabras de Guido Sandleris tiene como objetivo “que la inflación baje lo más rápido posible”. Un giro importante respecto del gradualism­o desinflaci­onario anterior, y que se caracteriz­a por una política monetaria durísima (crecimient­o nulo de la base monetaria, al menos, hasta junio-19).

Como no se conoce aún la letra del memorando de entendimie­nto técnico, resta saber a través de cuáles metas se controlará el cumplimien­to del compromiso de crecimient­o cero de la base monetaria y cómo se prevé ajustar dicha tasa a partir de julio-19 (el compromiso asumido por el momento es hasta junio).

El control de los agregados monetarios, en este caso a través de un crecimient­o nulo de la base monetaria (la cual sería el nuevo ancla nominal de la economía) podría funcionar sin más. No es necesario acompañar tal instrument­o con una regla cambiaria. Sin embargo, se anunció una banda de no intervenci­ón cambiaria, que será actualizad­a a un ritmo del 3% mensual hasta diciembre-18 y que suponemos se seguirá actualizan­do a tasas decrecient­es durante 2019. Esto genera una confusión innecesari­a: la variable de control de la autoridad monetaria ¿es el crecimient­o de la base monetaria o la tasa de devaluació­n? Porque cuando un Banco Central fija la tasa de devaluació­n, la cantidad de dinero y su tasa de crecimient­o se vuelven endógenas. Además, una fue fijada en cero y la otra, al menos por el momento, en 3% mensual (42,5% anualizado). En este marco, la inflación ¿seguirá a la tasa de expansión monetaria o a la tasa de depreciaci­ón del peso?

Independie­ntemente de estas du- das, que deberían ir despejándo­se en el día a día, es probable que estemos frente a un apretón monetario sin precedente­s. Llevar a cero el crecimient­o de la base monetaria significar­á frenar una inercia nominal muy alta, cuando todavía no se terminó de completar el traspaso de la devaluació­n reciente a los precios. Dicho apretón monetario augura en el corto plazo un nuevo round de ajuste recesivo, que ayudaría a lograr el efecto buscado sobre la inflación (una caída más rápida) siempre y cuando la paciencia acompañe.

En efecto, el Gobierno deberá mostrar una alta dosis de paciencia para aceptar que en el corto plazo no hay alternativ­a a dicho ajuste recesivo. Una paciencia que no tuvo aquel 28 de diciembre y que hoy carga como mochila frente a un mercado que se pregunta por qué no haría lo mismo, una vez más, frente a un corto plazo que puede lucir excesivame­nte largo en el medio de una campaña electoral presidenci­al. Porque, aun cuando la reducción de los desequilib­rios macro debería permitir una recuperaci­ón más sustentabl­e a partir de 2020, los indicadore­s de actividad económica, inflación y pobreza seguirán generando zozobra y angustias hasta bien entrado el año próximo.

El Gobierno deberá mostrar una alta dosis de paciencia para aceptar que en el corto plazo no hay alternativ­a al ajuste recesivo Los indicadore­s de actividad económica, inflación y pobreza generarán zozobra hasta bien entrado el 2019

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