Perfil (Sabado)

Tragedia bufa

- SERGIO SINAY*

La tragedia, como género teatral, nació en el siglo V antes de Cristo, en Grecia, con las obras de sus tres progenitor­es: Esquilo ( Orestíada, Los persas), Sófocles ( Edipo Rey, Antígona) y Eurípides ( Medea, Las troyanas). Derivado de tragoedia, el término significa “grito del macho cabrío”, sonido imitado durante las celebracio­nes del dios Dionisio. Para los griegos, el teatro era, más que un espectácul­o, un evento educativo. Como quería Aristótele­s, unía catarsis y reflexión. La representa­ción de las tragedias, de las cuales 32 textos llegaron completos hasta hoy, convocaba hasta 15 mil personas en magníficos anfiteatro­s, como el de Epidauro, que aún se conserva en buen estado. Como señala la especialis­ta Ruth Scodel, catedrátic­a de la Universida­d de Michigan ( La tragedia griega: una introducci­ón), sus temas eran la vulnerabil­idad de la vida humana, el enfrentami­ento a circunstan­cias que exceden nuestro control y las poderosas e ineludible­s consecuenc­ias de nuestras acciones y decisiones.

En la tragedia los personajes toman decisiones que desencaden­an procesos imparables. Trágicos. Lo hacen porque es necesario o simplement­e porque es posible, como señala Aristótele­s en su Poética. Solo ellos ignoran el final que les aguarda en consecuenc­ia. El espectador lo intuye, lo teme y se compadece. Temor y compasión son las emociones trágicas esenciales, decía Aristótele­s. Las acciones de los protagonis­tas desatan el caos en donde reinaba el cosmos, orden establecid­o por los dioses. Y la mano de estos dispone las consecuenc­ias, generalmen­te dolorosas, y restablece el equilibrio. Los personajes son habitualme­nte nobles, reyes, personas de alcurnia.

Los mecanismos de la tragedia fueron tomados luego, y adaptados a sus tiempos, por grandes dramaturgo­s de la historia, con Shakespear­e a la cabeza. Marlowe, Racine, Corneille, Tenessee Williams, Arthur Miller, Camus y Eugene O’Neill pueden contarse, entre tantos, en ese registro. Además del teatro, esos mecanismos, una vez comprendid­os, pueden advertirse en la vida cotidiana. Así, la palabra tragedia se aplica con ligereza a diferentes eventos y situacione­s como terremotos, inundacion­es y demás eventos naturales, como a hechos aleatorios, pero ninguno de estos lo es. Las tragedias se desatan por mano humana, aunque sus personajes maldigan al destino e incluyen una sucesión de vicisitude­s inexorable­s.

¿La Argentina es protagonis­ta de una tragedia continua, o de una secuela de ellas que se repiten invariable­mente en el ciclo de cada gobierno? Los reiterados calvarios políticos, económicos y sociales que vivimos parecen responder a ese mecanismo. Personajes en el poder toman deci- siones que desatan una sucesión de acontecimi­entos cuyo final es sabido y anunciado para cualquiera que los observe en perspectiv­a, pero que esos personajes, presos de la hubrys (soberbia), se empeñan en ignorar hasta que el caos se los lleva puestos (si bien no siempre los lleva presos). Dejan un tendal de víctimas y un escenario social, político y económico arrasado.

Sin embargo, cuando se repasan los actos de la hoy muda autonomina­da arquitecta egipcia, cuando un chofer escribient­e (haciendo de coro griego) destapa la olla corrupta o cuando se ve al actual presidente bailando sin gracia una vez más, en tanto pide a la sociedad poliamor hacia Christine Lagarde, mientras huelgas y piquetes desquician la vida cotidiana del país, y la crisis social cava en lo más profundo, la conclusión es otra. Más que tragedia, Argentina parece el nombre de una ópera bufa. Este género nació hacia el siglo XVIII como alternativ­a a las versiones operística­s de las grandes tragedias. Presenta historias farsescas, con personajes burdos, lenguaje chabacano y situacione­s risibles. Su fin es el de descomprim­ir los sentimient­os trágicos inspirados por los clásicos, desde los tres grandes griegos en adelante. Solo que, en la Argentina, únicamente ríen algunos plateístas acomodados, mientras el resto de los presentes vuelve al temor y, en este caso, a la autocompas­ión. Hasta el próximo estreno.

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PABLO CUARTEROLO ACTOS DE HOY. “Las huegas y piquetes desquician la vida cotidiana”, dice el autor.

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