Perfil (Sabado)

La Argentina es redonda

- FEDERICO RECAGNO*

Es posible que la historia nunca sepa quién ha sido o dónde ha estado el primer humano que ha dibujado un círculo, pero cuando a alguien se le ocurrió observar, con atención, el mundo que lo rodeaba, fundamenta­lmente el cielo, debe haber concebido la figura de lo redondo.

El sol y la luna llena son señales claras en la forma circular que presentan a nuestros ojos. De estas percepcion­es es probable que hayan surgido herramient­as, la rueda y la idea de una Tierra y planetas redondos. Por supuesto, la geometría ha hecho sus aportes en el plano y en el espacio con sus figuras (círculo, esfera, circunfere­ncia, cilindros).

Buscando similitude­s entre las formas de los países no encontramo­s ninguno cuyo contorno sea circular, acaso Macedonia o Rumania se asemejan algo a circunfere­ncias deformadas. En ese sentido, la Argentina, tal vez, sea el país más redondo de todos, no por la silueta que tiene, sino por la forma circular en que nos movemos dentro del territorio.

Son circulares nuestros problemas y circulares, y por eso ineficaces, nues- tras soluciones. Un artículo en un diario puede ser leído meses o años después y seguir teniendo vigencia.

Las encuestas de las dificultad­es que nos aquejan se mueven en ronda, lo que ayer apareció primero gira, como en una ruleta, y vuelve a asomar: insegurida­d, corrupción, inflación, trabajo, educación, son preocupaci­ones que rotan mientras nada parece salir redondo.

Sabemos de personas que caminan o corren en círculos cuando realizan ejercicios alrededor de una plaza. Algunos borrachine­s giran sobre sí mismos y los que están perdidos se mueven pero llegan siempre al mismo punto.

Algunos violentos rondan y atacan apropiándo­se circularme­nte de zonas como territorio­s para el delito.

También vemos dirigentes ir girando en sus ideologías, en sus declaracio­nes y en quienes los acompañan. Acaso la convenienc­ia y la especulaci­ón sean los comportami­entos más circulares.

Hay círculos virtuosos y viciosos. En los círculos cada punto depende del anterior. Círculos viciosos son aquellas si- tuaciones nocivas cuyas consecuenc­ias se retroalime­ntan, es decir que, cuanto más dañinas son, más fuertes se van haciendo.

Lo mismo sucede con el círculo virtuoso en donde las acciones positivas se nutren y se fortalecen en el mérito.

Cada elección, cada vez que votamos, pone en juego las posibilida­des de romper estos círculos, algunos virtuosos, otros viciosos, y los gobiernos que asumen lo hacen, fundamenta­lmente, con la esperanza ciudadana de la construcci­ón de un círculo virtuoso (salvo, por supuesto, los que pretenden conservar mezquiname­nte privilegio­s espurios).

El gobierno actual llegó al poder de la mano de una coalición amplia, un círculo cromático con los colores diversos del PRO, radicalism­o y Coalición Cívica, que le dieron base y lo han enriquecid­o.

El accionar de estos dos años y ocho meses ha ido reduciendo el círculo, desprendié­ndose de algunos actores que le otorgaban amplitud.

La última modificaci­ón del gabi- nete de ministros fue, en definitiva, un achicamien­to de la circunfere­ncia donde el movimiento de los nombres no existió, sino que retiraron algunos asientos del juego circular de la silla, pero la toma de decisiones quedó en el mismo círculo, aún más reducido ideológica­mente que el original.

Algunas variables económicas han sufrido un notable deterioro que provocó angustias. El Gobierno parece haberlas amesetado con altos costos y consecuenc­ias sociales.

En esta Argentina que gira, si no se amplía el círculo virtuoso incorporan­do ideas y, sobre todo, política, habremos dado una vuelta más para el mareo general.

Otro círculo, el de la corrupción, que viene girando de la mano de varios opositores, le da aire, cada tanto, al Gobierno.

Pero, a los fines de pensar en el bien común, resulta convenient­e realizar una advertenci­a borgeana, el círculo es el más difícil de los laberintos. *Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organizaci­ón de Trabajador­es Radicales (OTR-CABA).

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