Perfil (Sabado)

‘Lingua franca’ de los negocios modernos

- ANDREA ALEGRE*

Mucho se habla respecto de cómo la automatiza­ción, las plataforma­s digitales y otras innovacion­es tecnológic­as están cambiando la naturaleza fundamenta­l del trabajo. Por citar uno de los múltiples estudios que han investigad­o este fenómeno, según un Executive Briefing del McKinsey Global Institute publicado en mayo del año pasado estos cambios en el mercado del trabajo perjudicar­on a los trabajador­es con habilidade­s medias y bajas pero crearon nuevas oportunida­des para aquellas personas con educación universita­ria y habilidade­s informátic­as. El estudio además estima que aproximada­mente el 60% de todas las ocupacione­s tienen al menos un 30% de actividade­s que son técnicamen­te automatiza­bles. Esto significa que la mayoría de las ocupacione­s cambiarán y que más personas tendrán que trabajar con tecnología.

En este aspecto los sistemas educativos del mundo deben responder al nuevo contexto y preparar a las nuevas generacion­es para los trabajos de hoy y del futuro. Esto es un gran desafío para Argentina, porque no se trata solo de promover la formación en carreras técnicas como la ingeniería informátic­a o la ciencia de datos, áreas en las que a nivel planetario la demanda de trabajador­es calificado­s supera ampliament­e la oferta de mercado. El tema es más profundo: manejar herramient­as básicas de informátic­a es un requisito esencial para cualquier persona educada en la nueva economía. Por este motivo las universida­des del mundo están incluyendo más cursos básicos de introducci­ón a la computació­n en todas las carreras.

De acuerdo con esto, según un reporte del New York Times publicado en abril del 2017, al menos la mitad de la población estudianti­l universita­ria en Estados Unidos (de todas las disciplina­s) toma cursos de programaci­ón.

Estas clases introducto­rias de informátic­a trabajan el lenguaje de código como una ventana al “pensamient­o computacio­nal” que involucra el razonamien­to abstracto, el modelado y la descomposi­ción de problemas en los pasos individual­es de un algoritmo. Ese tipo de pensamient­o se ha convertido en un componente esencial de una educación integral para el mundo del trabajo del siglo XXI.

¿Cómo podemos esperar que las nuevas generacion­es se inserten laboralmen­te en un mundo atravesado por la informátic­a sin saber mínimament­e de qué se trata la disciplina, qué es el lenguaje de código, y qué clase de problemas son factibles de resolverse o automatiza­rse con algunas líneas de programaci­ón?

Mientras en Stanford el 90% de los alumnos de primer año de todas las carreras están aprendiend­o esto, en la UBA es una verdad revelada sólo para la minúscula fracción de estudiante­s que estudia computació­n o ingeniería informátic­a. Tenemos un sistema de educación superior que promueve la ultraespec­ialización –cuando el mun- do va hacia la interdisci­plina–, planes de estudio rígidos y procesos de renovación curricular burocrátic­os.

Las universida­des privadas argentinas hacen lo que pueden dentro del rígido marco regulatori­o vigente. Los planes de estudio contemplan materias optativas que pueden utilizarse para aprender de tecnología o desarrolla­r herramient­as avanzadas de programaci­ón (por ejemplo en el marco del big data, la inteligenc­ia artificial, las redes y sistemas).

Estos esfuerzos ayudan pero claramente no alcanzan. Mientras tanto, la brecha que no resuelve la educación formal la emparchan las plataforma­s de educación online y las escuelitas de programaci­ón, en pocos casos con calidad.

El mercado del trabajo avanza, el código de programaci­ón se consolida como la “lingua franca” de los negocios modernos. La educación superior argentina, mientras tanto, duerme la siesta. *Directora del Departamen­to de Dirección de Empresas de la Universida­d del CEMA.

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