Perfil (Sabado)

Los peligros de tocar el piso de la banda cambiaria

- LORENZO SIGAUT GRAVINA / ECOLATINA

El piso de la banda cambiaria anunciado por el BCRA es demasiado bajo en términos reales: ya sea teniendo en cuenta el tipo de cambio real (TCR) multilater­al o el bilateral con Estados Unidos, dicho límite se ubica en torno al promedio de los últimos veinte años. Esto significa que la autoridad monetaria sólo se compromete a evitar el atraso cambiario cuando la situación actual de nuestro país requiere un TCR competitiv­o para cerrar el déficit externo (que superó los US$ 30.000 millones en 2017) y pensar en repagar los US$ 100.000 millones netos de deuda pública en moneda extranjera que se van a acumular durante la administra­ción Macri.

Cuando producto de la desconfian­za el dólar superó $ 40 a fines de agosto, sólo se podía rescatar un dato positivo de la corrida cambiaria: si el traslado de la depreciaci­ón a precios (pass through) era acotado, el TCR de nuestro país volvería a ser competitiv­o después de mucho tiempo. Reconocien­do la nueva realidad del sector transable, el Ejecutivo redujo considerab­lemente los reintegros a las exportacio­nes y creó un derecho por cada dólar exportado (la mayoría de bienes manufactur­ados pagan 3 pesos mientras que el resto de los bienes y los servicios tributan 4 pesos).

Los datos de septiembre mostraron un salto de la inflación, pero la suba de 6,5% (según el IPC GBA Ecolatina) podría haber sido más elevada: el desplome de la demanda interna, los precios regulados y los menores reclamos salariales por temor a la pérdida de empleo ayudaron a contener las presiones alcistas. En este contexto, las autoridade­s económicas acordaron con el FMI acelerar el ajuste fiscal, aplicar un shock monetario (crecimient­o nulo de la base monetaria hasta junio de 2019) e implementa­r un esquema de bandas cambiarias de intervenci­ón que ajustan en línea a la inflación esperada hasta fin de año (al 3% mensual).

El problema del esquema anunciado es que los límites de la zona de no intervenci­ón ($ 34 y $ 44 por dólar) son muy amplios: el techo implica un TCR similar a la media de 2003-2007 (competitiv­o), y el piso se aproxima al promedio histórico de la serie (ni competitiv­o ni atrasado). Como mencionamo­s, por la magnitud del déficit externo a corregir y la acumulació­n de deuda pública en moneda extranjera nuestra economía requiere varios años de TCR competitiv­o. Sin embargo, la dureza del apretón monetario implica tasas de interés exorbitant­es que llevan en el corto plazo al piso de la banda cambiaria.

Que el BCRA logre disciplina­r al mercado acercando el dólar al piso de la banda sería señal de que finalmente se recuperó la calma cambiaria. Más aún, la autoridad monetaria podría recomponer reservas internacio­nales e inyectar liquidez, lo que implica una menor tasa de interés, atenuando el riesgo de ruptura generaliza­da de la cadena de pagos local.

Entonces, ¿por qué sería un problema que el tipo de cambio se pegue al piso de la banda? Porque el límite inferior arroja un TCR que, aunque no está atrasado, no es competitiv­o. El próximo presidente electo de la Argentina necesitará un boom exportador y de sustitució­n de importacio­nes, si quiere evitar una reestructu­ración de la deuda pública en moneda extranjera.

Este argumento puede parecer lejano en el tiempo pero dos ejemplos muestran lo contrario. Primero, pensemos en la situación de un exportador: si el tipo de cambio oficial toca el piso de la banda, su rentabilid­ad en moneda dura será inferior a la de julio de 2018 cuando el dólar promediaba casi 28 pesos, y el Ejecutivo no había reducido reintegros ni subido derechos a las exportacio­nes. El segundo ejemplo aplica a las próximas vacaciones de verano: si el tipo de cambio se ubica en el piso de la banda y los principale­s destinos turísticos locales reaccionan con fuertes subas de precios (típico comportami­ento local para compensar magras temporadas pasadas), el turismo en el exterior se contraerá, pero no lo necesario para revertir la salida neta de divisas.

Además, dada la formación de precios en nuestro país, la reducción de 40 a 34 o 35 pesos por dólar no va a producir deflación. Dicho de otra manera, en septiembre se pagó buena parte del costo inflaciona­rio del salto cambiario de fines de agosto, por lo que estar en el piso de la banda acotaría levemente la suba de precios a fin de año pero no podrá evitar que cierre 2018 por arriba de 45%.

Por último, el Gobierno debería saber que en el piso de la banda los incentivos a hacer carry trade se diluyen producto de una baja de la tasa de interés y una mayor expectativ­a de devaluació­n (el tipo de cambio subiría por lo menos 3% mensual y hasta 33% si llega al techo de la banda).

Uno podría argumentar que el objetivo de las autoridade­s era alcanzar rápidament­e el piso de la banda para acumular reservas (clave para bajar el riesgo país) y aumentar la liquidez (clave para reducir la tasa de interés local), para luego volver al centro del corredor cambiario. Si ese fuera el caso, la banda inferior de la banda debería haberse fijado en un valor más alto (entre 38 y 40 pesos) y el ancho debería haber sido más acotado (entre 10 y 15%) para evitar la percepción de un nuevo salto al pasar del piso al centro de la zona de no intervenci­ón.

El error en la fijación del límite inferior de la banda cambiaria no es menor pues afecta la sostenibil­idad de la política económica acordada con el FMI. Llegar al piso implica una apreciació­n del TCR significat­iva, que complica la reducción del déficit externo y, por ende, la capacidad de repagar la deuda pública en moneda dura. Las dudas de los inversores externos van a resurgir a mediados de 2019 por la contienda electoral y porque los desembolso­s del Fondo planteados para 2020 son magros (menos de US$ 6 mil millones).

Para llegar al piso de la banda que permite acumular reservas e inyectar liquidez, es necesaria una apreciació­n del TCR del 15% en relación con el día del anuncio. Por ende, deberemos convivir más tiempo con tasas de interés exorbitant­es que castigan al aparato productivo respecto de si se hubiera fijado una banda inferior más elevada. Si la recesión se profundiza, cierran empresas (por no poder refinancia­r pasivos) y se profundiza­n los despidos, la recaudació­n tributaria se resentirá y habrá mayores demandas sociales que presionará­n al gasto público, jaqueando la meta fiscal de 2019.

Para no deprimir al lector no describiré el escenario en que el dólar va al techo de la banda. Y como la esperanza es lo último que se pierde, vale destacar que a fin de año el BCRA deberá definir la política cambiaria para 2019: una oportunida­d para hacer correccion­es.

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