Bolsonaro-Temer.
El candidato ultraderechista ya se ve presidente y activó contactos para facilitar su llegada al poder. Mantendría parte del actual equipo económico y quiere asegurarse apoyos en el Congreso.
El candidato y el presidente actual ya negocian la transición. Mañana se vota.
Con prudencia, sabiendo que para la abrumadora mayoría de los brasileños el actual gobierno es el peor de la historia moderna, el equipo del casi seguro futuro presidente, Jair Bolsonaro, ha comenzado a tender puentes con la base parlamentaria y política del presidente Michel Temer, consciente de que necesitará consolidar una mayoría que le permita gobernar sin sobresaltos.
Las consecuencias del impeachment de Dilma Rousseff están aún muy presentes y son muy claras: no se puede gobernar sin (y mucho menos contra) el Congreso, aun contando con el respaldo de millones de votos.
El ex capitán sabe que nada podrá hacer con apenas 52 diputados y cuatro senadores de su Partido Social Liberal (PSL). Deberá contar con el MDB de Temer y con el “centrao”, o Gran Centro, ese conjunto de partidos pequeños y medianos sin ideología propia que son imprescindibles para aprobar los proyectos, y que fueron los que blindaron a Temer de los intentos de la Justicia por procesarlo.
Hoy integrado por cinco partidos, el “centrao” disminuyó tras las elecciones, pero aún cuenta con 142 diputados electos. Armas. De ahí que uno de ejes de la negociación sea, según la revista Carta Capital, mantener en su cargo al actual presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, del partido DEM, integrante del “centrao”.
Maia ya ha dado pasos para facilitar su permanencia, al dejar saber que podría someter a votación un proyecto para revocar el Estatuto del Desarmamento, que limita la posesión y portación de armas, una de las obsesiones del candidato ultraderechista.
Para Temer y Bolsonaro, la aproximación se justifica. En 2018, el PSL fue el partido más fiel al actual presidente al acompañar al gobierno en el 67% de las votaciones, un porcentaje superior incluso al del MDB, aunque el propio Bolsonaro votó a favor de las dos denuncias contra Temer que finalmente la Cámara rechazó.
Folha de São Paulo reveló otro punto de la negociación en marcha entre Temer y Bolsonaro: el actual presidente prefirió no designar aliados en las codiciadas vicepresidencias de varias empresas estatales –incluyendo la poderosa Caixa Económica Federal– para que sea Bolsonaro quien las cubra. A cambio, Temer espera “compensaciones en el futuro, como la permanencia de aliados en algunos cargos y el mantenimiento de programas de la actual gestión”, afirma el diario.
Equipo económico. Un área de particular “sintonía” entre el gobierno de Temer y el eventual de Bolsonaro es la economía. Paulo Guedes, el asesor principal del ex capitán, que coordina la futura política del sector, no ha ocultado su aprecio por varios de los técnicos que acompañan al actual presidente, con quienes se reunió en la semana en el Ministerio de Hacienda.
“El sector público tiene extraordinarios cuadros, y quienes tienen que hacer las reformas y ayudar a corregir todos los errores son exactamente esos cuadros de excepcional calidad”, dijo Guedes semanas atrás, al elogiar muy especialmente al actual secretario del Tesoro, Mansueto Almeida.
Según las versiones, po-
drían continuar en el futuro gobierno, además de Almeida, otras figuras del equipo económico actual, como el presidente del Banco Central, Ilan Goldfajn, ex consultor del Banco Mundial y del FMI, y de excelente relación con los “mercados”.
Foro. Temer ya le ha dado algunas “manos” al candidato del PSL: antes de la primera vuelta de los comicios, grabó videos con críticas a Geraldo Alckmin, el candidato de su ex aliado PSDB, que apenas superó el cuatro por ciento. “No todo el gobierno Temer es malo”, respondió días atrás el capitán.
No hay dudas de que Temer busca tener una salida “honrosa”. En Brasilia se especula que podría ser beneficiado con algún cargo diplomático que le permita mantener su foro privilegiado.
Si pierde el foro privilegiado, Temer se arriesga a enfrentar más de una causa por corrupción. Y si el propio Lula da Silva fue a la cárcel, ¿quién defendería al presidente más impopular desde el regreso de la democracia?