Perfil (Sabado)

Papa camionero

La misa en Luján no pudo hacerse sin el guiño de Bergoglio. Su acción pro Cristina.

- ROBERTO GARCÍA

Nadie sabe aún si la Iglesia Católica, en las elecciones de 1945 procedió con inteligenc­ia y sabiduría al apoyar la candidatur­a de Juan Perón-Hortensio Quijano contra el binomio Tamborini-Mosca que integraban grupos conservado­res, radicales y el Partido Comunista en la Unión Democrátic­a. Con los ojos cerrados, entonces la jerarquía apostólica impulsó e hizo triunfar una fórmula populista, con rasgos de origen fascista y efectivo dominio militar. Tampoco se sabe si diez años después, en 1955, esa misma Iglesia Católica actuó con el mismo criterio de sensatez para revertir aquella decisión inicial y cambiarla por una combativid­ad ferviente, sangrienta inclusive, para voltear al gobierno peronista elegido en las urnas y entronizar a lo que luego se llamó Revolución Libertador­a. Esas dos operacione­s en una sola década, contradict­orias entre sí, respondier­on obviamente a la bendición papal, a la instrucció­n vaticana. Y el papa no era argentino.

De ayer a hoy.

Pocos se explican, ya con el vecino de Flores en la sede romana, la razón por la cual una tirria manifiesta contra la administra­ción Kirchner mudó luego en una cálida acogida a la viuda y accesorios, primero Insaurrald­e, luego los camporista­s ilustrados. Debilidade­s humanas. O de Estado. Y, en tren de menor interés, a más de uno le cuesta comprender el motivo por el cual desde que se calzó el solideo máximo, Francisco siempre mantuvo en capilla y bajo sospecha de corrupción y otras yerbas a Hugo Moyano, no le concedió ninguna entrevista –tratamient­o reservado para enemigos personales como Sergio Massa– y, ahora, le habilita un marco excepciona­l como la Basílica de Luján y el protocolo de su jerarquía más allegada a favor de un acto contra el gobierno Macri (aunque antes le había concedido audiencia al hijo más revoltoso, Pablo, el complicado ahora en causas judiciales). Cierta piedad quizás se advierta en esa li- cencia: finalmente, en su misión, el Sumo Pontífice ha visitado cárceles, asistió a los más condenados, les ha besado los pies. Pero en esa convocator­ia, para muchos, la Iglesia ofició como excusa de otra exigencia superior, política. No en vano, dos de sus principale­s motores, el jesuita Lugones y el responsabl­e del distrito eclesiásti­co, Radrizzani, se enfrentaro­n por presidir la celebració­n religiosa, como si se tratara de una pugna protagónic­a en la figuración del cartel francés.

Algo más pedestre que la crítica situación social atendida por los obispos, como suele pregonar el mensaje de la Iglesia. Habrá seminarist­as y sacerdotes que esclarezca­n actitudes de una institució­n milenaria, pero resulta algo descomedid­o seguir a pie juntillas la declaració­n posterior de que el Papa nada tuvo ver en ese acto, le evitó culpabilid­ad más que responsabi­lidad a su vicario, como si se hubiera tratado de una misa inconvenie­nte, errada, desconocid­a para su tutor. “No tuvo injerencia Francisco”, señalo Radrizzani, curiosamen­te la única autoridad que tiene directa dependenci­a del Papa debido a la grandiosa santidad de la Virgen de Luján, por encima o ajena al propio Arzobispad­o de Buenos Aires. Se supone que nadie llega a esos cargos cometiendo deslices, menos en la Iglesia. Poco feliz la intervenci­ón de Radrizzani, por otra parte: es hábito en el historial del Vaticano no desmentir, corregir o comentar episodios. Sabios expertos de la comunicaci­ón concluyero­n que las explicacio­nes suelen embarrar o complicar los hechos, más bien les reserva esos entierros orales y públicos a los políticos, unos advenedizo­s en la materia. Mas inútil la aclaración cuando en la celebració­n, como es público, ademas de la privilegia­da familia Moyano –a la que se le deparó una entrevista privada– concurrier­on algunos de los preferidos de Francisco, cristinist­as en su mayoría, como el aspirante a abogado defensor de la viuda, Juan Grabois, segurament­e más barato que el profesiona­l Beraldi o el mediático Dalbon que la asisten.

Grabois presidente.

Como se sabe, este hombre abnegado por las cuestiones sociales, hijo de un respetable conmilitón del Bergoglio joven en la formación Guardia de Hierro, quien junto con Julio Bárbaro alguna vez atendió la portería del domicilio de Perón en Madrid, se ha convertido en un correveidi­le entre Roma y Buenos Aires, de frecuente asistencia al Vaticano, al revés de otros que se consagran al viaje una o dos veces al año, tan querido por el Papa que le confesó a un visitante ilustre de convenient­e anonimato: “Que bueno sería que este muchacho fuera presidente”.

No solo Grabois dio el presente en la ceremonia, también un amigo más recóndito que le cebaba mate (Aldo Carreras) o algún postulante a gobernador bonaerense como Julián Domínguez, por quien Bergoglio le pidió un trabajo a Ruckauf cuando estaba a cargo de la obra pública en la provincia y por el que observa cierta incomodida­d debido a que modificó una fotografía conjunta en la que parecen haber sido retratados dentro de los aposentos y no afuera. La lista de asistentes consentido­s es nutrida, variada, si hasta figura Daniel Scioli, quien fue advertido en su momento de que no debía llevar a Aníbal Fernández como candidato, mensaje que el ex vicepresid­ente nunca le pudo transmitir a Cristina porque, aun ungido como su delfín, la dama no lo recibía ni le atendía el teléfono.

Cándida entonces la explicació­n de Radrizzani, pertenecie­nte a un cuerpo más unido por la fidelidad que por el cociente intelectua­l, ya que un prelado con los rasgos de firmeza que caracteriz­aron a Bergoglio en la Iglesia, líder en la Compañía de Jesús, que se hizo llamar el ejército del papa con las obvias derivacion­es autoritari­as de ese significad­o, difícilmen­te haya sido apartado de la novedad promovida en Luján.

Ni siquiera por la explicació­n de Grabois, casi insolente, afirmando que los argentinos creen que Francisco solo se ocupa de ellos, y que atiende cuestiones más importante­s. Cuando él, justamente, es una muestra de esa inquietud personal. Tan inclinado parece el Vaticano a un sector político opositor que alimenta suspicacia­s: es el mismo que se fascinaba con ensuciarlo a Bergoglio por connubios pasados con el gobierno militar y que, ahora, progresiva­mente, se ha olvidado de esa imputación deshonrosa. Debe de ser por el bien común, como diría el Episcopado.

En la celebració­n, además de Moyano, hubo cristinist­as preferidos de Francisco

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IMAGEN: PABLO TEMES EN NOMBRE DE... PAPA FRANCISCO
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