Perfil (Sabado)

Lectura fácil y lenguaje claro frente a la brecha cultural

La Argentina tiene ya su capítulo local de un movimiento internacio­nal que sostiene que tres de cada diez personas no comprenden lo que leen. La clave: la adaptación especial de textos.

- AGUSTINA GRASSO

Hay un 30% de la población mundial que no podrá comprender este artículo. Si bien todos nos comunicamo­s a través del lenguaje, hay muchas personas que no pueden acceder a la informació­nmación y a la cultura. Esta situación no solo se debe a aquellos que manejan una lengua diferente al español, sino a individuos que por discapacid­ad, o escasa escolariza­ción, no comprenden lo que leen.

Para darle batalla a esta brecha cultural que genera la incomprens­ión lectora existe un movimiento mundial que promueve la lectura y escritura clara. En Argentina, se creó la asociación civil Lengua Franca, que tiene la primera editorial nacional que responde a este movimiento y que llevó a lenguaje simple obras de escritores clásicos como Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo, entre varios. También promueve encuentros y talleres. Materiales. La lingüista Analía Gutiérrez, una de las creadoras, junto a otras tres mujeres, de Lengua Franca, en entrevista con PERFIL, cuenta que se les ocurrió la idea “porque muchas veníamos de trabajar con personas con discapacid­ad y notábamos que no teníamos buen material para trabajar con adultos”. Desde Lengua Franca dan el siguiente panorama: “En Argentina, tenemos aulas con niñas y niños que provienen de distintos lugares de Latinoamér­ica donde se hablan variedades de español y lenguas indígenas. Otros hablan en su hogar lenguas europeas o asiáticas y recién comienzan a leer. Por eso, el mayor interés en la Lectura Fácil está en el movimiento de inclusión educativa de chicos y chicas con discapacid­ad intelectua­l, que ha tomado mucha fuerza en los últimos años. Los docentes –o los padres– lo que suelen hacer es adaptar los textos educativos y literarios con enorme dedicación, pero de manera intuitiva y con mucho esfuerzo que se agota en las necesidade­s de un solo niño”.

Durante los inicios del surgimient­o de la Ley de Medios, un artículo les llamó la atención. “Junto con la editora Julia Otero, vimos un artículo de la ley que hablaba de la garantía de lengua de señas, la audiodescr­ipción para no videntes y la adaptación con lenguaje simple. A partir de ahí, empezamos a investigar el concepto, queríamos saber qué era y estudiarlo. Hasta que alguien nos acercó un manual con las normas internacio­nales del lenguaje simple. Y después nos contactamo­s con la gente de España, que es muy ávida en el tema. Y nos formamos con ellas a fines de 2015”.

La lingüista plantea una di- ferencia importante entre lenguaje claro y lectura simple: “El primero es para todos. De algún modo, a todos nos sucede cuando entramos en un terreno que no es el nuestro: la justicia, la economía, las pólizas de seguro. Podemos leer, pero entendemos apenas, necesitamo­s de otros, o bajamos los brazos. Las páginas web y comunicaci­ones del Estado están siendo simplifica­das porque en general cuando vienen notificaci­ones no entendemos nada. Están escritas de manera tan compleja que no sabe-

mos si por ejemplo nos acusan de una deuda o nos quieren devolver dinero”, relata la lingüista.

Y respecto de la lectura simple, no se trata solo de escribir de manera “sencilla”. Ambos fenómenos siguen “directrice­s internacio­nales que alcanzan la lengua, el contenido y la forma. La lectura fácil se dirige en particular a las personas con alguna dificultad transitori­a o permanente”. Movimiento mundial. La lectura adecuando el modo de es- cribir comienza en Suecia, en los 60, ligado a reformas inclusivas en la educación. Antes, hubo manifestac­iones, como la de George Orwell, quien en 1946 denunció que la escritura se habría transforma­do “en pegar largas tiras de palabras cuyo orden ya fijó algún otro” con el objetivo de “defender lo indefendib­le”. Esto, sumado a la ilusión exclusiva de que cuanto más complejo más culto, fortaleció la brecha entre quienes comprenden y quienes no. Y eso se expandió a varios países del mundo. En Argentina, el movimiento recién en la actualidad está tomando más fuerza. Organismos del Estado y organizaci­ones de la sociedad civil están trabajando en justicia, cultura (literatura, museos, biblioteca­s) y educación. Lengua Franca publicó este año el primer libro de cuentos argentinos adaptados, Cinco cuentos de intriga en lectura fácil, y hace un mes organizaro­n el primer encuentro nacional de Buenas Prácticas en Lectura Fácil y Lenguaje Claro. Participar­on del encuentro Elisabet Serra y Laia Vidal, de la Associacio de Lectura Fácil de Barcelona, miembro de una red de institucio­nes, organismos oficiales, editoriale­s y empresas de toda España comprometi­das con la facilitaci­ón de la lectura.

En septiembre, “organizamo­s desde Lengua Franca un encuentro de Buenas Prácticas en Lectura Fácil y Lenguaje Claro. Se presentaro­n las organizaci­ones, empresas y organismos del Estado que están adaptando textos. Recibimos a la gente de la Associacio de Lectura Fácil que nos marca camino. ¡Hubo como doscientos asistentes en dos días! Fue nuestra primera vez, una cita a ciegas donde apenas sabíamos unos de otros, pero pudimos escucharno­s; discutir sobre desafíos que se presentan en la tarea; responder a un público de padres, docentes, biblioteca­rios, funcionari­os, representa­ntes de otras organizaci­ones; expresar deseos para el futuro”.

Los clásicos. En Argentina, no había libros en el país con autores nacionales con lenguaje claro. Hace un mes, la editorial Lengua Franca publicó el primer libro con cuentos argentinos adaptados a Lectura Fácil y está a punto de publicar el segundo con textos de Rodolfo Walsh, Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo. “El interés ha sido y es enorme. Ahora queremos ver cómo sumar títulos locales, equipar biblioteca­s, y llegar a los lectores. Sin duda, en la difusión y en la capacidad de dar respuestas está el gran desafío”, señala Gutiérrez. —¿Esto quiere decir que se puede traducir a Borges?

—Tiene que quedar claro los nombres de los autores y de los adaptadore­s, y en esa adaptación hay que saber respetar el estilo original y tono. Lo más difícil es conseguir los derechos de autor. A veces, te piden la obra adaptada y eso hicimos en el caso de Borges.

—¿Y cuál es su postura respecto del lenguaje inclusivo de género? ¿No creés que podrían hacer estas adaptacion­es también?

—Más allá de cualquier análisis profesiona­l, me encanta el debate del lenguaje inclusivo. Siempre me interesó el tema de la glotopolít­ica, que es la relación del lenguaje con las políticas. Me acuerdo que estudiaba esto hace años y ver cómo los gobiernos bajaban normativas con el uso del lenguaje. Por ejemplo, durante el franquismo, que se prohibió el catalán. Se han modificado lenguas. No es que siempre hay que esperar años. Así son las revolucion­es. Sucede algo en las calles, y muchas veces los gobiernos se adaptan. Hay mucho por reflexiona­r aún y tomar conciencia. Yo creo que es posible, acostumbra­rse y hacerlo. Hay que analizar la manera.

“El mayor interés está en la inclusión educativa de chicos y chicas con discapacid­ad intelectua­l.” ANALÍA GUTIÉRREZ, LINGÜISTA.

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ESFUERZO. El método se basa en directrice­s internacio­nales para que todas las personas puedan comprender.
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LIBRO Obras de autores clásicos argentinos en un lenguaje simple.
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