Si no sabe cante
O Py Comodor de más visto programa El
Buenos Aires se ha convertido en una ciudad que queda en las afueras de Palermo. Ya no hay barrios porteños que no sean Palermo Algo. Y en los bares de Palermo Hollywood, Palermo Soho, Chacalermo y La Paterlermo se desconoce la existencia de copas y vasos. Allí, a la hora del brindis, la gente levanta sus frascos y los hace chocar. Posan sus labios sobre la rústica rosca rugosa, mientras acuden a la memoria imágenes de antiguas germinaciones escolares con porotos y papel secante. Todo sea para evadir el pasado de mayonesa que tuvo ese mismo frasco algunos meses atrás. Y ahí están los frascos puestos a ser vasos, los vasos puestos a ser floreros, y los floreros puestos a ser los mozos, que atienden en los bares vintage y se mueven entre silllas y mesas de distintas procedencias (quizás de familiares cercanos que quedaron sentados en el piso). Se trata de una tendencia indie que brega por un mundo más copado y sustentable, en el que las cosas viejas –y no tanto– pueden reciclarse hasta obtener el brillo de lo vintage. Todo eso es hermoso, y me seco las lágrimas de emoción (me seco con la mano, porque tampoco hay servilletas). Pero hay una sola cosa que no es vintage en esos templos gastronómicos: ¡la cuenta! Esa sí que está actualizada y no es muy sustentable para quien debe pagarla. Frente a tal situación, con lo que se ahorran en crema de afeitar los muchachos hipster de Palermo y aledaños podrían comprar vasos; que son unos utensilios de vidrio sin rosca especialmente diseñados para beber líquidos. Es comprensible que la tendencia se instale en un país vintage que a cada rato recicla su pasado. Con problemas viejos pero actualizados: inflación vintage, dólar vintage, ajuste vintage… Y soluciones también vintage ¡Las mismas que ya usamos antes y de ineficacia comprobada! Porque una de las características más sombrías de lo vintage es que es disfuncional. Pero la persistencia de un halo de presunto pasado de gloria inhibe cualquier manifestación de rechazo. Y allí se avanza un nivel en este juego cool, se accede a la categoría de “boutique”. Cualquier cosa que no pueda justificar su pequeñez se arroga el título de “boutique”. Por eso, muchachos, si a la hora del amor hay algo que no resulta suficiente, no se preocupen, solo digan: “No te confundas hermosa, yo soy boutique”.