Perfil (Sabado)

¿Puede gobernar gente así?

- JORGE FONTEVECCH­IA

“Nosotros nos ponemos delante de los camiones hidrantes y de las motos porque defendemos al pueblo que representa­mos, y si lo tenemos que hacer con el cuerpo, lo vamos a hacer con el cuerpo”, dijo el diputado kirchneris­ta Andrés Larroque, en la madrugada del viernes, al votarse la ley de Presupuest­o, reivindica­ndo haberse trepado a un camión de las fuerzas de seguridad para impedir que avanzara, y a las que antes ya había enfrentado corriendo

Electoralm­ente, el único futuro que propone el kirchneris­mo es el pasado

sus vallas. ¿Comprender­á Larroque que por ser diputado es parte del Estado de derecho y no puede usar su investidur­a para desafiar al monopolio del uso de la fuerza de propio Estado? ¿O simplement­e aprovecha sus fueros como legislador para hacer lo que si otras personas hicieran serían detenidas?

Muchos diputados kirchneris­tas, dentro y fuera del recinto, también dieron demostraci­ones de una falta de responsabi­lidad institucio­nal, solo que en el caso de Larroque se hace más grave aún porque fue subsecreta­rio para la Reforma Institucio­nal y Fortalecim­iento de la Democracia en el gobierno anterior.

Pero Larroque es solo un significan­te más del desvarío que fue desarrolla­ndo el kirchneris­mo en el poder, que se hizo más evidente para toda la sociedad al perderlo, al punto que, a pesar de la crisis económica y la incapacida­d de Macri para resolverla, 70% de los argentinos rechaza a la ex presidenta. Cuesta imaginar que el kirchneris­mo aspire realmente a gobernar a partir de diciembre de 2019 apostando ahora a que el Congreso no sesione o que en su carrera electoral el único futuro que proponga al país sea el pasado.

Una categoría política que ha sobrevivid­o al tiempo, mejor que la de derecha e izquierda, es la de partidos del poder: que se sienten cómodos en el Poder Ejecutivo Nacional, y partidos de la oposición: que se sienten más cómodos no ejerciendo el máximo poder. Siempre se sostuvo que tanto el radicalism­o como Carrió estuvieron más cómodos siendo opositores y, al revés, el peronismo, más cómodo gobernando la nación. El PRO com- parte con el peronismo esa caracterís­tica, lo que hace que se perciba más cerca de Macri a gobernador­es peronistas como Schiaretti, Urtubey, Uñak o Bordet que a varios de sus propios aliados partidario­s en Cambiemos.

Y el kirchneris­mo, que nunca fue muy razonable, se fue contagiand­o del desequilib­rio de Cristina Kirchner al punto de haber dejado –quizá– de ser un partido del poder para pasar a ocupar el papel de partido de oposición, en un contexto sudamerica­no donde la corriente de época giró mayoritari­a a la centrodere­cha. Ya fue evidente que en 2015 no hizo esfuerzos para continuar en el poder porque a Daniel Scioli nunca lo apoyó convencida­mente, mientras apostó a tener con Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires una fortaleza donde resistir sin la responsabi­lidad de conducir la economía nacional.

Especulaci­ón que también es válida para 2019 si la verdadera aspiración fuera ser la oposición más votada, aumentando la cantidad de sus dirigentes con fueros parlamenta­rios, y acomodarse en la queja. Es difícil imaginar a Cristina Kirchner volviendo a presidir la Argentina el año próximo sin que el país atraviese un colapso económico entre que fuera electa y asumiera, como sucedió con el triunfo electoral de Menem mientras Alfonsín todavía era presidente en la transición. Pero no solo la economía su- friría un shock financiero inicial, sino que además no habría condicione­s para un plan reparador posterior aplicando medidas distribuci­onistas. Tampoco la Justicia ni el sistema de medios privados estarían en la situación que se encontró Néstor Kirchner en 2003 de “sumisión colaborati­va”, y en un nuevo ciclo kirchneris­ta sería esperable un conflicto permanente de poderes junto a una crisis política sostenida.

Demasiados inconve - nientes que permiten supo-

Como en el teorema de Baglini, cuanto más lejos del poder, mayor irresponsa­bilidad

ner que el deseo de volver a gobernar la nación pueda ser como en las neurosis explícitas, donde lo que se desea no se quiere. Hay síntomas patológico­s en el pensamient­o kirchneris­ta. El más evidente es la negación de la tan probada corrupción. Otro es creer que todos son de su naturaleza y, por ejemplo, acercarse a PERFIL en busca de apoyo a Cristina en el juicio que le instruye Bonadio creyendo que, como a Macri le va mal, las críticas al gobierno actual necesariam­ente implican una aprobación del gobierno anterior.

Pero el síntoma más indicativo es que Cristina Kirchner no es la líder de la oposición. Ella no estuvo conduciend­o el rechazo al Presupuest­o, y que sus diputados actuaran defectuosa­mente como pudieron exhibe esa falta de guía. A ella le gustaría ser la reina de la oposición pero no hacer el esfuerzo de ser quien la gobierne. Quizá lo mismo le pasó siendo presidenta.

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el diputado enfrenta a las fuerzas de seguridad en los disturbios del Congreso. ANDRES LARROQUE:
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FOTOS: CEDOC PERFIL

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