Perfil (Sabado)

Una transición plagada de “sí, pero”

- LUIS SECCO / PERSPECTIV­AS ECONOMICAS

Se plantea un ajuste sin precedente­s, que recae más en nuevos impuestos que en una reducción del gasto

Somos de ponerles peros a las cosas. Es más, muchas veces preferimos quedarnos con el “pero” antes que con el lado positivo o más constructi­vo de la realidad que se presenta ante nuestros ojos. En la Argentina de hoy, la del ajuste, esa visión dual de los hechos no es por cierto caprichosa. Veamos.

La aprobación del proyecto de Presupuest­o 2019 en la Cámara de Diputados constituye una buena señal de que el gobierno nacional puede concretar algunas alianzas, incluso en torno a un ajuste fiscal sin precedente­s de algo más de 2,5% del Producto Bruto Interno. PERO el ajuste recae más en el aumento de impuestos y las transferen­cias de algunos gastos a algunas provincias que en una reducción efectiva del gasto. En parte porque buena fracción de este (un 55%/60%) se ajusta con la inflación, y en parte porque los componente­s del gasto que se reducen lo hacen en términos reales (en % del PBI) porque aumentan menos que la inflación. Además, con la volatilida­d nominal y real existente, puede que ya esté desactuali­zado en materia de proyeccion­es de recaudació­n (como consecuenc­ia de una caída del PBI mayor que la esperada) y gasto (porque buena parte está indexado a la inflación pasada y por tema tarifas). En este punto vale la pena mencionar que cuanto más rápidament­e caiga la inflación (cuanto más exitosa sea la política desinflaci­onaria en marcha), más comprometi­das estarán las metas fiscales y mayor deberá ser el esfuerzo de contención del gasto que no se indexa.

Por su parte, la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal y la continuida­d de los desembolso­s también constituye­n un hito importante, no solo porque sigue reflejando el apoyo internacio­nal al gobierno de Mauricio Macri, sino también por sus consecuenc­ias concretas sobre la percepción de solvencia del Tesoro nacional. PERO como el papel resiste cualquier cosa, todavía resta ver cuán fuerte es el compromiso de continuar con las políticas en marcha y cumplir con las metas en un contexto electoral largo e incierto. Es probable que el FMI perdone algún nuevo incumplimi­ento, pero también es probable que el mercado resulte menos indulgente.

La marcha de la economía está también plagada de “sí, pero”. La calma del mercado cambiario y la apreciació­n del peso durante octubre indican que la contracció­n monetaria y las altas ta- sas de interés resultante­s comienzan a tener resultados, al menos sobre ese mercado. PERO la apreciació­n real del peso (producto de la apreciació­n nominal y del salto inflaciona­rio) sumada a tasas de interés altas (en términos reales) compromete­n las perspectiv­as de recuperaci­ón rápida de la actividad económica.

El quinto bimestre del año (septiembre-octubre) dejará una inflación minorista de 11%/12%. La inflación mayorista del bimestre del orden del 20% no es extrapolab­le a los minoristas de los meses próximos, porque los componente­s más similares de ambos índices muestran variacione­s muy similares. Así que cierta desacelera­ción de la inflación en el último bimestre del año vamos a tener. PERO seguirá siendo muy alta y a pesar del apretón monetario, tendremos varios meses más con subas del orden del 2,5%/3%, que es la inflación predevalua­ción. La clave para que la desinflaci­ón se acelere será el compromiso del Gobierno para cumplir con el programa. Aunque, como dijimos antes, a menor inflación más comprometi­das lucirán las metas fiscales.

El ajuste de los desequilib­rios macro está en marcha, el déficit fiscal viene cayendo, el balance del BCRA mejora lentamente y el déficit externo también se reduce, aunque bastante más lentamente que lo esperado. PERO la necesaria caída del nivel de actividad es muy fuerte (se profundizó en septiembre y octubre) y los costos, por el momento, lucen más altos que los beneficios.

En este contexto, el Gobierno, más proclive a quedarse con los sí que con los “pero”, debería dejar la impacienci­a de lado y mantenerse firme con los compromiso­s asumidos. No es cuestión de cantar victoria antes de tiempo. Además, el desafío no es solo llegar al fin del mandato y renovarlo sino, en el caso de que esto suceda, crear las condicione­s y armar un programa en serio para 2020 en adelante. También la oposición (más proclive a ver los “pero” que los “sí”) debería apostar a que esta transición sea exitosa. Cualquiera sea quien gobierne a partir de 2020 necesitará de una macro ordenada y de una Argentina que luzca atractiva para las inversione­s de riesgo. Si las actuales políticas fracasan, cualquiera sea la agenda de gobierno que se plantee, volverá a quedar relegada frente a las urgencias de la macro. La dinámica política que se derive de las actitudes y acciones de unos y otros afectará las expectativ­as y las decisiones de todos los agentes económicos (de nuestro país y del exterior). Frente a una dinámica macro desafiante y ciertament­e conocida y descontada por todos, con dos o tres trimestres recesivos y de altas tasas de inflación (y de interés) por delante, la impacienci­a y el egoísmo político deberían abstenerse de complicar aún más las cosas.

La clave para que la desinflaci­ón se acelere será el compromiso del Gobierno para cumplir con el programa

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