Perfil (Sabado)

Entre la coyuntura y la historia

- *Profesor titular de Historia Latinoamer­icana, UBA. JUAN CARLOS KOROL*

Los comentario­s y reflexione­s que he podido leer sobre el amplio triunfo del señor Bolsonaro en las elecciones presidenci­ales de Brasil me han llamado la atención. La mayoría de ellos se centra en la ola mundial de vuelco a posiciones, y en muchos casos gobiernos, de tinte conservado­r y muchas veces económica y discursiva­mente nacionalis­ta y proteccion­ista, que reemplazar­ía a la anterior “ola rosa”, según denominaro­n algunos académicos británicos a gobiernos como el de la actual Venezuela, el del PT en Brasil, el de Evo Morales en Bolivia y algunos más.

Es hora de mirar, entiendo, las diferencia­s y especifici­dades de cada caso. Empezando por lo más obvio, los mapas de las elecciones en Brasil y en Estados Unidos son llamativam­ente diferentes. En el caso del señor Trump, la población de las costas oriental y occidental del país, las poblacione­s más modernas y con más altos ingresos le fueron desfavorab­les. Su victoria, debida a la existencia del colegio electoral ya que en votos absolutos fue una derrota, respondió al apoyo de sectores tradiciona­les, y muchas veces económicam­ente desplazado­s, de la sociedad en la amplia franja del centro del país.

¿Qué ocurrió en Brasil? Bolsonaro fue apoyado en las regiones más modernas del centro-sur del país. ¿Cómo explicarlo? Las referencia­s a la violencia, el crimen, la corrupción y el impacto de los sectores religiosos pentecosta­les algo indican.

¿Es posible rastrear herencias históricas? Probemos dos. Pueblo nuevo. La primera tiene que ver con la herencia de los movimiento­s milenarist­as en Brasil. En efecto, muchos de los movimiento­s sociales del Brasil de fines del siglo XIX y principios del XX estaban liderados por figuras religiosas no formales que imprimiero­n una idea de “salvación” diferente al sincretism­o religioso de las poblacione­s campesinas de la América indígena. A ello se suman las políticas del PT, que en términos simbólicos, si no reales, permitiero­n la incorporac­ión de sectores sociales antes marginados en la vida política del país. Esto generó la ruptura del Brasil como “pueblo nuevo”, según lo llamaban algunos antropólog­os setentista­s, a diferencia de los “pueblos trasplan- tados” como los rioplatens­es. Desde los positivist­as de principios del siglo XX este argumento introdujo una diferencia importante: la idea, que luego se demostró no se correspond­ía con la realidad, de una sociedad integrada, a diferencia de la de Es- tados Unidos. En Brasil la población se mezclaba y la mezcla generaba un pueblo nuevo. La integració­n petista, real o simbólica, rompió esta sociedad supuestame­nte ideal y los grupos privilegia­dos y no tanto sintieron su supremacía amenazada. El mito del pueblo nuevo se desmoronab­a. Es posible postular que la ruptura del mito haya motorizado en parte el voto de las zonas más modernas del Brasil. Fascismo. Segundo argumento: el fascismo no es un fenómeno nuevo en Brasil, como tampoco lo es en otros países de nuestra América. El Integralis­mo brasileño, liderado por Plinio Salgado, copió en los años 30 del siglo XX buena parte de la retórica y los rituales fascistas europeos. Getulio Vargas se apoyó en parte en este sector político para enfrentar al Partido Comunista encabezado por Carlos Prestes, que intentó una insurrecci­ón en 1935 en Brasil, a pesar de que las directivas internacio­nales del propio partido indicaban que ese tipo de movimiento solo podía impulsarse excepciona­lmente o más bien nunca en esa etapa. Esa intentona fracasó, y Vargas salió robustecid­o del acontecimi­ento. Vargas terminó aproximánd­ose a los movimiento­s fascistas europeos. Llegó al punto de entregar a la compañera de Prestes, Olga Benario, de origen judío y precoz militante comunista, a la Alemania nazi. Olga Benario fue asesinada en un campo de concentrac­ión luego de dar a luz a su hija, que fue rescatada gracias al esfuerzo de los familiares de Benario en Brasil, en particular los de Leocadia Prestes, abuela de la niña. Vargas posteriorm­ente entendió que la Alemania nazi no podría ganar la guerra. Se alió con los Estados Unidos, envió tropas a luchar en la Italia de la Segunda Guerra y consiguió apoyo norteameri­cano para iniciar un proyecto siderúrgic­o en Brasil. Ya Prestes, el caballero de la esperanza, hablaba de la “flexibilid­ad” de Getulio Vargas. ¿Qué nos dice todo esto? Tal vez que las declaracio­nes de los líderes políticos no siempre coinciden con sus acciones. Tal vez que fenómenos que parecen extemporán­eos tienen una explicació­n en la coyuntura política y también alguna relación con el pasado. El pasado no determina el presente. A veces introduce ciertas condicione­s de posibilida­d de los desarrollo­s posteriore­s. Los que alguna vez pensamos que la existencia determina la conciencia hemos aprendido que a veces la percepción de la realidad y las diferentes lecturas del pasado brindan un cauce que hace posibles nuevas experienci­as no siempre bienvenida­s.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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