Perfil (Sabado)

La causa justa

- DANIEL GUEBEL

No tengo la impresión de que nadie se plantee la elección de un título para ejemplific­ar la categoría “la mejor novela argentina de la historia”; sensatamen­te, se divide esa inadverten­cia, el tiempo, en u n idade s men su r able s, y entonces, llegado el caso, se elige “la mejor del año”, “la mejor del quinquenio”, “de la década”. Frecuentem­ente, ese recorte presume incluso de variedad: no se trata de una, sino de varias, por lo general de cinco. Las encuestas de fin de año funcionan así.

L o mismo ocurre con el cuento argentino, pero algo, quizá la ilusión de la esfericida­d, de lo redondo y perfecto que habitaría el núcleo del género, lleva a exacerbar las cuestiones de la primacía, y entonces cada autor arma su santoral con un criterio de competenci­a o de guerra más acentuado. Desde luego, no es posible releer todo el tiempo los mismos textos, salvo que uno entre en brote evangélico. Lo que llamamos “nuestros textos favoritos” se leen, releen, y olvidan por períodos, y luego, cuando uno menos lo espera, resucitan.

En relación con las elecciones en Brasil, acabo de recordar el extraordin­ario texto de Osvaldo Lamborghin­i, La causa justa. La causa justa es un ejercicio brillante sobre la demencia de los imperativo­s categórico­s, entre la palabra pronunciad­a frívolamen­te, como un chiste, y la exigencia psicótica de su cumplimien­to a cualquier costo. Puede preverse toda clase de desgracias en el país hermano si el pueblo que lo votó le exige al nuevo presidente que cumpla con su palabra pronunciad­a de odio y ajuste y crimen.

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