Perfil (Sabado)

“En los timbreos, la gente nos dice que las cosas están mal”

Para el secretario de Cultura de la Nación es clave no perder de vista las necesidade­s de los ciudadanos. La estrategia de ir casa por casa y conversar con la gente los compromete a ejercer el poder de otra manera.

- HERNAN DOBRY FOTOS: CEDOC PERFIL

La crisis cambiaria y económica que atraviesa la Argentina desde hace cinco meses ha debilitado al gobierno de Mauricio Macri, al punto de poner en riesgo su reelección en 2019. Sin embargo, desde Cambiemos ven al mandatario confiado y seguro con las medidas que está tomando, según destaca el secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto.

—¿Cómo ve la crisis desde dentro del Gobierno?

—La vivo con la misma preocupaci­ón que cualquier ciudadano, porque voy a hacer las compras y las cosas están más caras. Además, salgo a hacer timbreos y veo lo difícil que está la situación para los sectores más vulnerable­s y populares en el conurbano bonaerense.

—¿Qué les dicen?

—Nos hacen saber que las cosas están mal, el aumento de las tarifas, que la plata no alcanza, que hay dificultad­es para conseguir trabajo. En el último, en el barrio Ingeniero Allan, en Florencio Varela, nos marcaron una distinción muy clara entre nosotros y esos que estuvieron antes, que es un grupo más grande que no solo incluye al kirchneris­mo. Nos decían: “Tenemos confianza en ustedes, pero pónganse las pilas, porque la situación está dura y no queremos que vuelvan los otros”. En esa tensión o polaridad nos la jugamos. Hay una profunda decisión de sanear realmente algunos problemas estructura­les que tiene nuestra economía, que nos han impedido crecer durante décadas y reducir la pobreza durante otras décadas, que nos van a llevar mucho tiempo. Tal vez, al principio teníamos, como todo novato, la idea de que todo lo íbamos a poder resolver al mismo tiempo y a altísima velocidad y nos dimos cuenta de que por algo estos problemas son estructura­les, profundos, afectan tantos intereses. —¿Cómo ve al Presidente? —Lo crucé en la Casa Rosada y lo vi superconve­ncido con el rumbo. Nos transmite siempre mucha tranquilid­ad y paz, porque cuesta tenerla en ese contexto donde vivimos muy a merced de nuestra dependenci­a de los merca- dos internacio­nales, de Wall Street y de los fondos de inversión. Al mismo tiempo, todos los funcionari­os también tenemos una responsabi­lidad muy grande en entender que la plata que manejamos no es nuestra. Parece una pavada, pero en la Argentina no lo es, y en pensar tu área de gestión desde afuera porque si no, el microclima de los ministerio­s, del encierro, de la ofici- na, de los despachos, te hace perder perspectiv­a. Por eso, a mí los timbreos me gustan, por el contacto con la gente, porque las personas de carne y hueso no tienen su cabeza funcionand­o como los medios. Sus problemas van de los muy locales a otros que son muy estructura­les: un padre cuyos hijos no tienen clases porque hay muchos paros en la provincia de Buenos Aires, quien perdió el trabajo y le está costando conseguir otro, el comerciant­e al que se le cayeron las ventas, pero quiere que a sus hijos les vaya bien, el que está endeudado. Es la vida real, es como Historia Económica y Social Argentina I de la universida­d, pero vista desde el trabajo de campo. Aprendo mucho ahí para neutraliza­r un poco esa licuadora en la que vivimos los funcionari­os, donde una frase de la noche fue un tuit al día siguiente que se viralizó, una nota de prensa, la tapa de un portal, y creés que la vida es eso y no lo es.

—¿Qué rol va a cumplir en las próximas elecciones?

—Voy a aportar en la campaña. Me tocó trabajar en dos y fue fascinante, primero porque la escala es inmensa, es todo el país, y al mismo tiempo es como un trabajo de edición permanente, porque necesitás que tu mensaje llegue lo más claro, nítido y consistent­e posible. Implica escuchar mucho dónde están las insatisfac­ciones, las ansiedades y las satisfacci­ones de la sociedad, qué es lo que están mirando en distintos sectores.

—¿Le gustaría ocupar algún otro cargo?

—No, creo que en estos casos lo mejor que puedo hacer es estar disponible. Me gusta lo que hago, me encantaría poder seguir haciéndolo, y otras cosas. Soy de los que piensa que una sola vida no te alcanza para todo lo que querés hacer, entonces cada lugar, cada trabajo y aporte es un desafío, y donde me necesiten voy a estar.

—¿Qué va a hacer cuando deje su cargo?

—Tengo una lista kilométric­a: ganas de escribir, de leer, de aprender a tocar el piano, de hacer documental­es que tienen que ver con nuestra historia, y volver a tener los horarios un poco más normales. Lo que he descubiert­o es

Los problemas van de los muy locales a otros que son muy estructura­les: padres con hijos sin clases por los paros o gente que perdió el trabajo y quiere recuperarl­o

que ésta es una función los siete días de la semana, las 24 horas del día, donde la cantidad de estímulos que tenés es altísima y debés estar listo para responder de inmediato y tratar de cometer el menor número de errores.

—Alguna vez dijo que no se imaginaba ser ministro. ¿Qué cambió en estos tres años?

—Aún hoy lo pienso. Para mí fue muy inesperado. Había trabajado intensamen­te en la campaña de 2015. Ni me imaginaba que iba a seguir haciéndolo en el Gobierno a partir de allí, por eso me sorprendió mucho cuando el Presidente entendió que podía ser su ministro de Cultura. Acepté, con esa sensación de vértigo que te da cuando te encontrás con un tren que, si no te subís, por ahí, después no va a volver a pasar. Al mismo tiempo, no tenía claro qué iba a cambiar en mi vida, porque siempre había trabajado en el sector privado. Las modificaci­ones fueron llegando desde la vida cotidiana hasta la manera de trabajar o familiariz­arme con lugares que hasta entonces desconocía. Tenía la sensación de que, si la política es un gran teatro, como ciudadano, había estado en la platea, como ocasional periodista y editor de libros, había conocido las bambalinas, pero nunca me había imaginado que iba a estar en el escenario. Eso me permitió tener una visión de 360 grados.

—¿Ya se acostumbró?

—No, y no quiero hacerlo, porque uno de los problemas que tuvimos en la Argentina fue pensar la gestión pública casi como una aristocrac­ia del siglo XVIII y es fácil caer en eso, porque te proporcion­an un chofer, no hacés fila en el aeropuerto, pasás por los salones vip, y hay alguien que está esperándot­e para que te sientes en el lugar que te correspond­e. Traté, desde el primer día, de no acostumbra­rme a esa vida un poco privilegia­da que a veces tenemos los funcionari­os y sigo yendo y volviendo a trabajar caminando, voy a la plaza con mi hijo, a hacer las com- pras y me doy cuenta de que eso genera cierta sorpresa, la gente se impresiona y de una manera muy positiva porque no esperan que un ministro o un secretario esté en la panadería haciendo la cola un domingo a la mañana, o en la casa de pastas o en el chino de la vuelta. A veces parece como si entraras en una casta como tenía la Unión Soviética, de la nomenklatu­ra, de gente que tiene todos los problemas resueltos. Prefiero seguir siendo un ciudadano que trabaja de secretario.

—¿Por qué se metió en política?

—Siempre me interesó, y cuando apareció la figura de Macri, al principio le tenía muchos prejuicios, pero con el tiempo me fui acercando y dándome cuenta de que me sentía identifica­do con una manera de pensar la Argentina, sus problemas y cómo había que gobernar. En 2012, almorcé con Marcos Peña y encontré a un tipo muy inteligent­e y convencido de que inexorable­mente íbamos a ganar las elecciones en 2015. Ya venía pensando en la época del kirchneris­mo: ¿por qué mi generación no? ¿Hasta cuándo vamos a seguir quejándono­s, mirando la tele o las redes sociales? Y dije: “Esta es mi oportunida­d, es un lugar donde me siento a gusto, donde la diversidad de ideas se valora. Sentí que tenía una posibilida­d de aportar, conciliar mi vida laboral, tener un sueldo y participar de un proyecto político. Tuve la sensación de que había llegado el momento de hacer”.

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TRANQUILID­AD. Para el secretario de Cultura, el Presidente está “confiado”, pese a la crisis actual.
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FUTURO. Dice que luego de la próxima elección estará “disponible” para el PRO.
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CEDOC PERFIL TIMBREOS. Más allá del marketing electoral, pueden resultar una buena conexión con la realidad.

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