Historia de un opiáceo en forma digital
Tanto Daniel Melero como Diego Tuñón se destacaron siempre por la búsqueda de la experimentación sin límites. En uno destaca, en lo que a masividad se refiere, su colaboración con Gustavo Cerati en Colores santos. En el otro, haber integrado Babasónicos.
Ahora, en un nuevo paso en esa búsqueda constante de nuevos límites, Melero y Tuñón apostaron por una nueva forma de llegar al público, como es la plataforma digital para la comunidad creativa en un ambiente colaborativo, Kabinett, con La ruta del opio.
“En Kabinett está una parte de nuestro proyecto conjunto, la inicial”, aclara de inmediato Melero. “Nosotros venimos trabajando en el proyecto La ruta del opio, unas canciones que venimos desarrollando, hace más de cuatro años”, agrega Tuñón, “lo tomamos de una manera distinta a los discos que solemos generar; intentamos hacer una música más artística; nos gustaba mucho el proyecto, pero no sabíamos cómo mostrarlo: en los últimos veinte años cambió mucho la forma en que se puede llegar a la gente; no queríamos un disco, y justo la plataforma Kabinett se nos acerca y nos propone hacer un videoarte; este proyecto podría haber estado terminado hace uno o dos años, tranquilamente, pero el hecho de que Kabinett haya podido lanzar esto con este cuidado tiene que ver con haberlo guardado”.
Río, dirigido por Gabriel Rud, es el nombre de la primera obra audiovisual de La ruta del opio, una obra que multiplica sus aristas de búsqueda. “Tenemos más de diez temas grabados, que están mutando ante nuestro capricho”, dice Melero, “lo mejor de esto es que al día de hoy, con esta plataforma, seguimos produciendo nuevas sustancias a partir de lo grabado: es más un proceso continuo que un producto terminado”. “Tener más tiempo nos permitió profundizar”, agrega Tuñón. “Es un recorrido que no termina nunca”, insiste el fundador de la banda Los Encargados allá por 1982, “hay muchos temas que surgen de descomposiciones sonoras: él me mandaba videos tocando el piano en su casa, y yo sentía que era un caudal sonoro muy interesante”. “El descompuso cosas que yo hice que creí que no servían y las transformó en otra cosa”, dice Tuñón, “una de las cosas que fuimos descubriendo es el efecto químico que puede tener la música en las personas; cuando le sacás a la música instrumentos que se considera que tienen que es- tar en el pop, podés lograr una especie de opiáceo; ahora estamos en esa estabilidad inestable del proyecto: está casi todo, pero nos falta redondear una idea que nos encanta, pero no está cerrada”.