Nos sentimos liberadas al vernos en otras
Me llama mi amiga Erica (Rivas) para preguntarme si voy a ir a los premios Cóndor. Para que vayamos juntas ya que las dos estamos nominadas por distintos trabajos y las ceremonias de premios nos ponen algo inquietas. La liturgia del vestuario y el chisme que circula entre manteles de colores sospechosos y alimentos de aspecto ¿intrigante? nos hace estallar en carcajadas cuando estamos en patas caminando por el campo, fumando ella su bidi y yo mi cigarrillo electrónico. Sí, ambas somos fumadoras recuperadas, no fue fácil ser adolescente en nuestra época y también ambas compartimos las fobias a lo espectacular y entonces nos acompañamos en complicidad para enfrentarnos a las exigencias del mercado. Porque eso que nos hace estallar en risas cuando estamos a solas, también nos hace sentir agobiadas cuando estamos rodeadas.
Pero yo esa noche tenía otros planes y decidí no ir a la ceremonia y le pedí a Erica que reciba mi premio en caso de ganar. ¿Y querés que diga algo en especial si ganás? Mirá está todo tan prendido fuego en este país que no sabría ni qué decir, ¿que la Iglesia se meta sus cruces en el culo?, no, no, no da. Nos reímos de mi exabrupto y luego hablamos de lo difícil que es el momento para decir algo breve y contundente sobre la situación actual y se nos ocurre mientras charlamos, nos quejamos y nos reímos, que nuestra amiga Ro Castelli, antropóloga, feminista, militante, adorada por ambas, lesbiana y extremadamente lúcida, sería quien nos ayude a encontrar las palabras para expresar todo ese malestar que nos circunda. Esto fue hace unos meses, a unas pocas semanas de que el Senado votara en contra de la ley por el aborto legal, seguro y gratuito. Ganamos las dos nuestros esbeltos Cóndores y Erica dijo una palabras hermosas sobre la creación de las imágenes y la política de los cuerpos, de los vulnerables y los vulnerados, que Ro le había dictado por mensaje de texto.
Cuando hace no más de un mes, mi grandísima amiga Analía (Couceyro) tuvo que enfrentarse a los vetustos pensamientos que la gestión cultural de un teatro y unos herederos con lógicas mercantiles intentaron imprimir- le a su cuerpo, nos convocó a varias de sus amigas para que la ayudáramos a pensar en cómo desarticular esa lógica binaria que impone el patriarcado, como una de sus tantas armas de colonización de nuestros gestos y nuestros deseos. Y recibimos durante semanas sus textos desvelados y mandábamos en nuestros propios desvelos nuestras sugerencias, a veces indignadas y a veces hilarantes, porque el humor es una de las herramientas que nos ha hecho disolver el síntoma en poesía.
Hoy, antes de sentarme a escribir esta nota, tuve que con- testar a varias más, y en una de ellas me hacen un pregunta que me interesa especialmente, la llamo a Caro Alamino, abogada, feminista, actriz, militante, una estrella rutilante y jovencísima y le consulto cuál cree ella que es el territorio de Las hijas del fuego y me contesta, concluyente “el de las alianzas, obvio”. Pienso entonces en el comienzo de Volver, la película de Almodóvar, que retrata esa circulación de mujeres que van creando alianzas, hasta lograr reconfortarse a pesar de los malos tratos recibidos, a pesar de la violencia machista con la que fueron forjadas. Hay una lógica de pueblo chico en Vol
ver que quiero rescatar y de algún modo pongo en escena en estas líneas, hablando de mis queridas Erica, Ro, Ana, Caro, todas artífices principales de Las hijas del fuego, mi última película. Película que fue realizada con la intrepidez de lo colectivo y con la vitalidad del contagio.
Hace muchos años, un productor me preguntó qué película quería hacer y le contesté “una anónima” y se rió, insistí un rato largo sobre mi idea de hacer una película sin firma. En aquella época estaba investigando el cine militante de los 60 y 70 y me conmovía especialmente que esos directores hayan puesto su saber y su tiempo a la orden de lo colectivo, al punto de no firmar sus películas. Por supuesto que aquel productor no me llamó más y por supuesto que tengo que seguir firmando mis películas y también esta nota que escribo sola, pero tomada por todas esas voces que son mi pueblo chico, un entramado de alianzas, de aguante ante embates de mayor y menor calibre
Rescato al pueblo chico porque un rescate es una liberación y así es como nos sentimos en este entramado de alianzas y complicidades que se derraman y se originan en los movimientos de mujeres que hay alrededor del mundo entero. Nos sentimos liberadas al vernos en otras. No pude hacer una película anónima, pero sí pude hacer una película viéndome y repensándome en una comunidad de lazos horizontales y libres, eso se lo debo al pueblo grande que forman los movimientos de mujeres y que están generando una nueva historia de contagio y ya no de herencia. La propagación está en marcha.