Perfil (Sabado)

Dos mundos lejanos

Sin muchos puntos de contacto, dos modelos de gestión no lograron soluciones pendientes.

- CA RLOS DE ANGELIS

Una postura sostiene que el mérito es el principal valor para acceder a los logros y beneficios económicos, también que las cosas se deben pagar por lo que valen –como la energía–, y que no se puede vivir por encima de las posibilida­des. Asimismo, desde aquí se plantea que en definitiva el mercado es mejor asignador de recursos que el Estado y se deduce que solo la inversión privada puede sostener el crecimient­o “legítimo”. Como parte de este punto de vista es necesario combatir a las “mafias enquistada­s en el Estado”, y éste debe pasar a ocuparse de cosas específica­s como seguridad o justicia. También se sostiene que el país no puede estar aislado, por el contrario, debería estar fuer temente conectado con el mundo para venderle lo que mejor hace, como los alimentos. Filosófica­mente desde esta postura se cree que se debe mirar el futuro sin anclarse en el pasado, así como desprender­se de toda carga populista y un largo etcétera de planteos desde esta óptica.

La otra postura plantea, por el contrario, que el Estado es el reparador de las injusticia­s sociales porque el gran problema son las inequidade­s y la concentrac­ión del ingreso en pocas manos. El país debe vivir “con lo nuestro”, es decir ser autosufici­ente en la mayor cantidad de bienes y servicios posibles. Por lo tanto, el Estado debe ocuparse de áreas donde los privados no llegan, como el desarrollo de tecnología­s o la investigac­ión científica. Consecuent­e con su tradición política, aquí se entiende que el factor principal de crecimient­o es el consumo masivo. También de este paradigma se sostiene que se deben combatir los mo- nopolios en los medios de comunicaci­ón, que el país debe vivir alejado de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos, vinculándo­se con países parecidos a la Argentina y preferente­mente lejos de organismos multilater­ales de crédito como el FMI. Desde esta forma de ver el mundo se sostiene que hay una continuida­d histórica de los movimiento­s nacionales-populares que se debe reivindica­r, incluso de orden latinoamer­icano y un largo etcétera de ideas que se deducen de es

tas premisas. Antítesis. Las dos posiciones expresadas aquí parcialmen­te –cada uno podrá agregar o quitar componente­s– plantean proyectos distantes de país, no se trata de una discusión de grado. Para usar la metáfora de los neurocient­íficos, ambas propuestas activan diferentes circuitos cerebrales y conexiones sinápticas, lo que hace que sus adherentes plenos –un 25% de la ciudadanía para cada proyecto– propongan “batallas culturales” para convencer al otro 50% de las bondades de cada modelo de país.

Sin embargo, buena parte de la sociedad no adhiere plenamente a ninguna de las dos posturas. Entiende, por un lado, que no es posible que un sector extendido de la población viva a través de planes y ayudas sociales a lo largo de varias generacion­es, pero tampoco comprende cómo la tercera parte de la población hundida en la indigencia y la pobreza haría para sobrevivir sin ayuda estatal. También parte del espacio no alineado cree que el Estado no puede ahogar a los privados con más impuestos, pero al mismo tiempo piensa que debe existir una presencia fuerte estatal hasta para hacerse cargo de servicios privatizad­os en los años 90, como la energía, o controland­o a los empresario­s que, como se comprobó en los casos de los cuadernos –o sus fotocopias–, lejos de competir libremente no dudan en cartelizar­se para distribuir los recursos de la obra pública de manera convenient­e. Curiosamen­te, muchos de este importante grupo no seducidos por los dos grandes mundos de ideas sostienen que los paros no solucionan nada, pero demandan que los representa­ntes sindicales reclamen por los derechos de los trabajador­es, en especial por el salario, y reniegan por lo tanto de los sindicalis­tas-empresario­s.

La cuestión es que ambos modelos de país han tenido la posibilida­d de plasmarse como gobierno, el kirchneris­mo desde 2003 a 2015 y ahora el macrismo de 2015 a 2019. Ninguna de las dos expresione­s políticas pudo evitar la devaluació­n drástica de la moneda, reducir la alta inflación, o lograr una baja importante de las familias en situación de pobreza. A esta altura es claro que desde el macrismo la postura fue demoler el recorrido de la gestión anterior bajo el paraguas de la “pesada herencia”, aunque el resultado haya significad­o el aplastamie­nto del consumo, pero sin avistamien­to de las inversione­s masivas que el país requiere. Una ventaja –no despreciab­le– para el discurso electoral de Cambiemos será la necesidad de mayor tiempo para ver el fruto de sus políticas. De la recesión a la depresión. En el plano de la marcha de la economía los números que arrojó el Indec para septiembre de 2018 muestran que la recesión pega muy fuerte, incluso más allá de lo esperado por el gobierno nacional, que pasó a proponer un bono para fin de año, pero que resultó muy resistido por las centrales empresaria­les. La caída del estimador mensual industrial del 11,5% con respecto al año anterior se profundiza en sectores claves en términos de empleo, como el textil (-24,6%), la metalmecán­ica (-20,5%) o el automotriz (-15,7%). Es un país que se achica br uscamente y que promete unas austeras Navidades. La falta de un horizonte de reactivaci­ón hace avizorar problemas en la recaudació­n y dificultad­es para cumplir con el “déficit cero” planteado por la gestión macrista como el gran objetivo para su último año.

Sin embargo, más allá de la preocupaci­ón e inquietud por la situación económica, la “calle” muestra otro fenómeno inusual, que es una suerte de “depresión colectiva”. El país de las singularid­ades, del Papa argentino, de Messi y Maradona, ha constr uido un problema más profundo: no hay proyecto económico ni de país que pueda resultar exitoso y sustentabl­e en el tiempo. No hay edificio que se pueda legar a las próximas generacion­es, que en muchos casos presencian una movilidad social descendent­e.

La polarizaci­ón extrema muestra su rostro más amargo: la imposibili­dad de llegar a acuerdos mínimos o al menos trazar a grandes rasgos metas a alcanzar en un plazo de, digamos, cinco años. Más a llá del mundo al que se pertenezca, deben preocupar a la clase política las búsquedas futuras de un sector creciente: los descreídos.

La polarizaci­ón extrema muestra la imposibili­dad de llegar a acuerdos mínimos

*Sociólogo (@cfdeangeli­s).

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RUMBOS DIFERENTES DIBUJO: PABLO TEMES
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