Furcios en Costa Salguero, centro neural de la cumbre
“A ver todos, ¡arriba las credenciales!”, gritó el gendarme. El “sofisticado” aparato de seguridad que montó el Gobierno en torno a los líderes del G20, en Costa Salguero, mostró ciertos ribetes grotescos en contraposición a tanta tecnología exhibida. Si bien no faltaron los A4 quebrando el vacío con sus vuelos rasantes o las lanchas israelíes Shaldag en las orillas, en tierra las medidas se mostraron algo menos atemorizantes por tratarse de algunos de los jefes de Estado y gobierno más amenazados del planeta.
En teoría, solo los micros oficiales podían atravesar los tres anillos de seguridad en torno a Costa Salguero, aunque hubo algún que otro disperso que llegó en taxi y a pie. Tampoco el control de quién subía a los buses en los puntos de salida re- sultó exhaustivo y, para sortear el primer retén, aun a bordo de los vehículos, bastaba con sacudir en el aire la cartulina ante la vista gorda de un gendarme.
Ya en la zona de exclusión, las fronteras restantes sí sumaban un control digital extra sobre los códigos QR en las credenciales y de uno a tres escaneos a cargo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Esto no impidió que se dieran ciertas situaciones desopilantes, como la de un policía aeronáutico corriendo a una funcionaria que había sorteado el control obligatorio en su afán desesperado por atajar a una parte del grupo de periodistas que se había adelantado. La escena terminó con la funcionaria con las manos en alto y tres uniformados demandándole que pase por el escáner mientras la comitiva de cronistas se perdía en la distancia.