Perfil (Sabado)

El príncipe saudita salió airoso de la primera cumbre tras el asesinato de Jamal Khashoggi

- LEANDRO DARIO

De ángel a demonio y de demonio a ángel, en un abrir y cerrar de ojos. La reputación del príncipe saudita Mohammed Bin Salman (MBS), que cayó en desgracia tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudita de Estambul, se recobró ayer durante la primera jornada del G20. Su viaje a Argentina fue su primera incursión a Occidente desde que Turquía y la CIA lo señalaron como autor intelectua­l del crimen. Todos se preguntaba­n ayer en Costa Salguero cuál de los líderes mundiales se animaría a estrechar primero su mano con el heredero al trono, denunciado ante la Justicia argentina por Human Rights Watch (HRW).

Vladimir Putin, finalmente, fue quien rompió el hielo. Sin sonrojarse, el presidente ruso lo saludó con alegría, chocando las manos varias veces, en lo que pareció un gesto cómplice –tal vez forjado en el último Mundial de fútbol, donde vieron juntos desde el palco el partido entre sus dos países–, segundos antes de sentarse a su lado en el plenario de jefes de Estado.

Trump. En un apartado de la cumbre, el príncipe, de 33 años, conversó con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y con su hija Ivanka, y estrechó las manos de Emmanuel Macron. El mandatario francés le pidió que expertos internacio­nales participas­en en la investigac­ión del asesinato del periodista.

Medios sauditas difundiero­n un video de Macron, con semblante serio, y Salman, sonriente. El diálogo fue tenso y se escuchó por un micrófono abierto. “No te preocupes”, le dijo el príncipe. “Sí me preocupo. Estoy preocupado. Ya te lo dije”, contestó el presidente galo. Y el heredero al trono agregó, entre risas: “Sí, me dijiste. Muchas gracias”. “Nunca me escuchas”, dijo Macron. “Está bien. Puedo lidiar con eso”, finalizó el diálogo el hombre fuerte de Riad.

Con mayor fortuna de la esperada, el príncipe heredero pasó ayer su primer test en la arena internacio­nal, donde logró evitar el aislamient­o de su país en la comunidad internacio­nal. Para eso, contó con tres ases bajo la manga: petróleo, millones de dólares y sólidas alianzas geopolític­as con Estados Unidos y Rusia.

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FOTOS: AFP
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SERIEDAD. Llegó bajo críticas. Tuvo un tenso encuentro con Macron. Putin fue la excepción.
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