Un pequeño paso para el hombre y el cine
EJUAN MANUEL DOMÍNGUEZ s fácil enojarse con La La Land, pero no hay que confundir el hype generado por el musical y su bipolar relación con la temporada de premios con lo que una película quiere hacer. Wiplash, el anterior film de Chazelle, tuvo una suerte similar: se convirtió en un mesías indie sobre determinada forma de cine donde en realidad había un duelo aburrido de masculinidad tóxica pasada de jazz y excesos de registro. Pero la contracara de La La Land es El primer hombre en la Luna, una película que oscila entre dos pecados, uno interesante y el otro agotador.
El primer pecado es alterar la percepción de la carrera espacial de los años 60. Desde Ryan Gosling interpretando a Neil Armstrong, en quizás el papel más claustrofóbico de su vida, la película muestra la previa del famoso paso para la humanidad. Pero lo hace de forma gris, encerrando a esos hombres en burocracia, duelos verbales y una especie de tortuoso patriotismo (más cercano a una obsesión que a un chauvinismo). Chazelle no parece enojado con ese mundo, aunque no muestra la bande- ra americana en la Luna. Los observa de cerca. Asume su punto de vista en la cabina, en el espacio, en la espera: esos instantes físicos donde Chazelle pone la cámara donde, sabe, nadie la puso antes son los mejores. Asume el riesgo de ese trabajo sin quitarle su peso lúdico, pero insiste en transmitir la carga física. No hay una visión romántica de esa aventura: hay una fascinación concreta con llevar a cabo una misión, con la vida que se escurre (la de casa y la de la oficina) en pos de una obsesión.
El segundo pecado es el que golpea en su reservado pecho a la película y a Armstrong como personaje, por no haber podido superar la muerte de una hija. La película se obsesiona, y deja huellas de elefante en cada rincón, forzando una conexión que casi es invasiva con su objeto de biopic. La película habla más de ello, de esa pérdida, que el personaje, y Gosling pareciera saberlo. Es ese punto el que abolla la proeza mecánica, pero nerviosa, de Chazelle.