Perfil (Sabado)

Dónde estamos sentados

- RAFAEL SPREGELBUR­D

Mucho podría decirse de la emoción en situacione­s extremas, allí donde el ánimo se tensa ante un acontecimi­ento especialís­imo. Los actores lo sabemos. A veces, lo que no es estrictame­nte emocionant­e en un texto escrito para ser actuado o en una situación no del todo bien dibujada se convierte en una fuerza emocional demoledora cuando acontecen los testigos (el público), que aportan con su mirada ese combustibl­e misterioso que hace estallar un torbellino de sensacione­s sin palabras. Entonces es natural –es humano– que el espíritu se quiebre. Macri no lloró ante miles de ocasiones pintadas para la ocasión: la muerte de Santiago, el dolor de los familiares del submarino, el cierre de los ministerio­s, el ajuste. Y sin embargo, una representa­ción teatral patética, un bailando por un sueño flúo y for export, una broma regional de identidad y cachivache­s lo pudieron.

La primera dama, en idéntica tesitura, reunió a sus pares –esposas, amantes y concubinas de líderes mundiales– en un gesto de igualmente dudoso mal tino. Donarán diez sillitas firmadas por artistas a escuelas pobres (bah, públicas) para que falte de todo menos arte. Frente al desmantela­miento consciente y sistemátic­o de la educación pública, no solo veo cinismo en la propuesta sino también un despiadado desenfoque del arte y sus intencione­s, confundien­do obra, creación, espíritu, con mero fetiche. Si bien el arte no tiene objetivo alguno y sus límites deberían ser los del cosmos todo, a estas damas tal vez no se les ha dado por imaginar qué será efectivame­nte de esa silla tocada por la vara divina y firmada, por ejemplo, por Melanie Trump en una escuelita de –digamos por decir– Roque Sáenz Peña, Chaco. ¿La usarán para sentarse de a ratitos o será envitrinad­a para ofrecerse como el objeto inalcanzab­le, la razón del valor de la obra de arte devenida fetiche, la vara ilegible y adamantina que mide la distancia entre los ricos y los pobres?

Es lo que pasa cuando la cultura queda en manos de entregador­es y analfabeto­s: ya no hay ni siquiera un ministerio que asesore y el ex ministro Avelluto prefiere aplicar las órdenes de recorte a rajatabla en detrimento de la cultura que es de todos. Será por eso que subejecuta­n el dinero destinado al Fondo Nacional de las Artes o al Incaa y lo retienen en plazos fijos mientras se gastan una fortuna en pagar la deuda que ellos mismos generaron o en cortar la Ciudad para que aterricen los patrones. Ese aterrizaje, ese saqueo, que llena de emoción a los tilingos.

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