La suerte de encontrar un alma gemela en la vida
Nunca supuse lo que vendría luego de aquel febrero de 1979, cuando la excelente y querida actriz paraguaya Nelly Prono me citó en su casa para pedirme que le hiciera el favor de arreglar su contrato para la película El poder de
las tinieblas, protagonizada por Sergio Renán y dirigida por Mario Sabato. Le respondí que mi trabajo era hacer prensa y eventos y arreglar contratos no era lo mío.
Nelly, que me quería, respondió que confiaba en mí y estaba segura de que lo haría muy bien. Soy de los que piensa que, ante cualquier desafío, entre “hacer o no hacer ” – como d i r ía Hamlet– siempre elijo jugarme e intentarlo. Así fue que, a pesar de mis temores, pude realizar con éxito mi primera representación, dejando a Nelly muy contenta… y a mi autoestima bien alta.
El trabajo de prensa y eventos lo hacíamos en ese entonces con Teresa Yuño, queridísima amiga y socia hasta su temprana y dolorosa partida. Eramos muy conocidos en el medio artístico y, en mi caso en particular, por haber trabajado muchos años en Columbia Pictures como gerente de Publicidad y luego en Aries Cinematográfica. También tenía mucha relación con estudiantes y gente de teatro por haber hecho cursos con Carlos Gandolfo y Lito Cruz.
Hubo un primer intento de armar una agencia de representación con Américo Ortiz de Zárate y Horacio Guisado, mis compañeros de Aries Cinematográfica en aquel momento. Nunca se concretó, pero igual hice un segundo arreglo para Camila Pericet, en una película a la que la habían convocado.
Unos meses después, Héctor Cavallero –con quien trabajábamos seguido en la prensa de sus producciones teatrales– y Gustavo Rozas nos piden una reunión a Teresa y a mí para proponernos armar entre los cuatro una empresa que se llamaría Consorcio Artístico Integral para la producción de espectáculos, y con Teresa nos encargaríamos del área de prensa y representación artística.
Esa sociedad duró menos de un año, pero sumó a mis anteriores trabajos de productor teatral y agente de prensa el de representante artístico, trabajo que prácticamente absorbió poco a poco todo mi tiempo.
Pronto se cumplieron los deseos de representar a las figuras que más admiraba como Norma A leandro y muchos más que ya no están, como Alfredo Alcón, María Rosa Gallo, Inda Ledesma, Adrián Ghio, Aída Bortnik, Oscar Viale y Alicia Bruzzo.
Aprendí con el andar las mil variables de mi trabajo, acompañando y cuidando el crecimiento de muchísimas figuras, entendiendo lo complejo que es el trabajo del actor/actriz en toda su dimensión ya que no solo está en ellos la necesidad económica de trabajar, sino poder expresar su talento en todas las disciplinas artísticas. Es un trabajo complejo que requiere mucho conocimiento del medio y del alma humana, ya que tenés que aconsejar y acompañar en momentos de éxito y gran felicidad y en otros que no lo son. No existe el descanso real, pueden surgir necesidades y complicaciones en cualquier momento, y si fuera por la gran mayoría habría que estar presente de lunes a lunes y a toda hora. En mi caso me costó poner límites para poder tener vida propia.
Tuve la gran suerte de encontrar en Ernesto Larresse un alma gemela que me acompañó y comprendió. Con él pude formar mi familia, y conquistar –junto a muchas otras personas– un derecho que se nos negaba a las parejas Lgbtq: la posi- bilidad de acceder al matrimonio civil como cualquier ciudadano/a de este país.
Este hecho permitió que una editorial importante como Planeta, a través de su editora Adriana Fernández, nos propusiera escribir un libro sobre nuestras vidas desde nuestro nacimiento hasta la “luna de miel” en San Pedro de Atacama (Chile) después de casarnos con la Ley de matrimonio igualitario.
Así fue como emprendimos cada uno por separado una tarea nueva: escribir nuestra historia –que también implica hablar de la historia reciente de nuestro país– y el relato de lo que fue el proceso para lograr la sanción de la ley.
“Rechazo a primera vista” fue lo que nos pasó el día que nos conocimos, y por eso lo elegimos como título del libro, porque empezamos de menos cero y pudimos transformar esa primera impresión en el amor que nos tiene unidos desde hace 43 años.
Muchos dicen que es muy común que en el comienzo de las grandes historias de amor siempre haya un rechazo fundacional. Veníamos de orígenes sociales distintos y, emulando las novelas que Ernesto protagonizó, tuvimos que superar algo más que las diferencias de clase.
Dicen que es un libro que tiene música y que es posible escucharla y hasta bailarla, como alguna vez lo hicimos nosotros; también nos hace viajar por lugares maravillosos, por camas ajenas y por momentos felices de nuestra historia, y otros bastante infelices.
Es la biografía de un amor. Un relato hecho de muchos. Escrito a cuatro manos y a dos voces, que se unen a veces, se distancian otras… como en todas las parejas del mundo, como en la vida.