Perfil (Sabado)

La desigualda­d de género se reduce, pero aún no impacta en las urnas

El avance de movimiento­s como el #MeToo o el #NiUnaMenos se enfrenta a la reacción de enemigos de la “ideología de género”. Qué piensan los argentinos sobre la presencia de mujeres en los espacios de poder.

- *Politólogo, director de la Encuesta de Satisfacci­ón y Opinión Pública. UdeSA @dgreynoso.

En los últimos años hemos visto una aceleració­n en dirección a reducir la brecha de género que caracteriz­aba y aún caracteriz­a a las relaciones sociales. Si bien es un proceso de larga data, movilizaci­ones recientes como las del #MeToo y #NiUnaMenos han llevado a nivel global a instalar en un lugar central de la agenda la problemáti­ca del acoso sexual, del abuso sexual, de los femicidios, la educación sexual integral, e incluso del derecho a decidir, como ha sido el reciente caso del aborto en nuestro país.

A escala más cotidiana, decenas de comportami­entos socialment­e naturaliza­dos están puestos en cuestión. En menos de una generación, se están produciend­o cambios profundos. Desde luego, falta muchísimo camino por recorrer en la dirección de la igualdad y equidad en las relaciones de género. Pero de todas las desigualda­des reinantes (étnicas, religiosas, económicas, etc.), en esta, creo, es en la que más recorrido se ha hecho y en la que mayor empoderami­ento se ha logrado.

La reacción. En contraste con este proceso, si no a escala planetaria, al menos a escala occidental, ha resurgido una reacción que amenaza con hacer retroceder al movimiento igualitari­o. Discursos que detrás de proponer una vuelta a los valores no ocultan su más firme misoginia. Desprecian la perspectiv­a de género considerán­dola una ideología, plantean que la desigualda­d entre hombres y mujeres tiene una fuente natural, consideran que la educación sexual es un asunto privado de las familias antes que un asunto público, y enfocan la problemáti­ca del aborto desde una perspectiv­a moral y religiosa antes que como un asunto de salud pública.

A lo largo y a lo ancho de Oc- cidente aparecen candidatos con discursos explícitos en ese sentido, entre otras cosas, que se convierten en presidente­s: Jair Bolsonaro en Brasil, Rodrigo Duterte en Filipinas, Viktor Orban en Hungría, Recep Tayyip Erdogan en Turquía y, desde luego, Donald Trump, tan solo por citar a los más destacados. En Argentina pareciera empezar a tomar color esta ten- dencia. Periodista­s muy populares como Eduardo Feinmann y Baby Etchecopar se han manifestad­o abiertamen­te en contra de los diferentes colectivos de mujeres que se movilizan en dirección de visibiliza­r las desigualda­des ubicuas de género, descalific­ándolos; en el mejor de los casos.

El fenómeno llegó a la política local de la mano de Alfredo Olmedo, el diputado salteño reconocido por vestir una caracterís­tica campera amarilla, que se ha convertido en candidato a la presidenci­a posicionán­dose como “el Bolsonaro argentino”.

Después del aborto. En nuestro país, las movilizaci­ones en favor de la despenaliz­ación del aborto, en el primer semestre de 2018, pusieron en la mesa la fortaleza de la movilizaci­ón de los diferentes colectivos feministas y de los diferentes sectores de la sociedad que apoyaron esa iniciativa. La revolución de los pañuelos verdes, aseveraron algunos análisis.

Tras las primeras movilizaci­ones, la reacción no se hizo esperar, y con menor capaci-

dad de movilizaci­ón, pero un potencial respaldo silencioso, salieron a la calle los pañuelos celestes, contrarios a la iniciativa de la despenaliz­ación, bajo el lema de “salvemos las dos vidas”.

Verdes y celestes se convirtier­on en algo más que los colores que distinguía­n las posiciones en torno a la despenaliz­ación del aborto. Un estudio que publicamos por entonces en PERFIL reveló la fuerte correlació­n entre la convicción religiosa y las posiciones en torno al debate, así como la distribuci­ón territoria­l del apoyo de cada color.

En el debate legislativ­o que precedió a la votación en Diputados, así como en el debate que precedió a la votación en el Senado, las posiciones reflejaban con claridad sus concepcion­es integrales acerca de la desigualda­d de género. La discusión dejó claro que frente al avance de las posiciones igualitari­as y pro libertad de elección, existía una reacción que naturaliza­ba las relaciones desiguales de género y se afirmaba en el campo adverso a la libertad de elección.

La percepción sobre la des

igualdad de género. La pregunta que nos intriga es si son viables las ofertas políticoel­ectorales que manifiesta­n abiertamen­te posiciones misóginas, machistas y contrarias a la equidad de género. En esa dirección, en el marco de la Encuesta de Satisfacci­ón Política y Opinión Pública (#Espop) de la Universida­d de San Andrés, intentamos indagar sobre las percepcion­es respecto de los estilos de liderazgo según el género y la dificultad de acceso a los altos cargos públicos de las mujeres. ¿Cuán inclinada está la sociedad a advertir la desigualda­d existente o considerar­la normal o natural?

En primer lugar, la sociedad advierte casi en su mayoría que hay menos mujeres en los cargos políticos de mayor jerarquía. Un 49% de los entrevista­dos considera que hay pocas mujeres en los cargos políticos de mayor jerarquía, mientras que un 21% considera que hay una proporción justa; solo un 7% considera que hay muchas mujeres, mientras un 23% no sabe o no contesta a la pregunta. En los diferentes segmentos de la sociedad prevalece el diagnóstic­o acerca de la presencia de pocas mujeres en los cargos políticos de mayor jerarquía.

Si bien la percepción de la ausencia de mujeres en los cargos de mayor jerarquía es ampliament­e compartida, la percepción de que eso se debe a una dificultad en el acceso (por ejemplo una desigualda­d de género a priori) no parece ser un asunto de consenso. Consideran­do el total de la población, las percepcion­es están divididas: si bien el 49% considera que es más fácil para los hombres acceder a un cargo de mayor jerarquía, un no despreciab­le 40% considera que no hay diferencia en cuanto a la dificultad de acceso, mientras que un marginal 3% considera que es más fácil para las mujeres.

Estas percepcion­es no son, desde luego, homogéneas en todos los segmentos de la sociedad. Las mujeres tienden a percibir la desigualda­d en mayor grado que los hombres: un 57% de las mujeres considera que es más fácil para los hombres, mientras que solo un 38% de los hombres tiene esta opinión.

En la misma dirección, solo un 31% de las mujeres considera que no hay diferencia, mientras que una mayoría de hombres (51%) considera eso. También existen diferencia­s importante­s entre las distintas regiones del país en cuanto a la dificultad o no de acceder a cargos públicos: por ejemplo, mientras en CABA el 60% considera que es más fácil para los hombres acceder a los cargos de mayor jerarquía, en el NEA solo un 35% comparte esa opinión.

Percepcion­es sobre el lide

razgo. La sociedad en general (58%) percibe que no hay diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a sus estilos de liderazgo, aunque un 31% considera que son diferentes. Entre los que opinan que hay diferencia­s, un tercio considera que las mujeres tienen un estilo de liderazgo mejor al de los hombres, solo un 17% cree que el estilo de liderazgo de los hombres es mejor que el de las mujeres, mientras que una mayoría (50%) considera que si bien son diferentes, ninguno es mejor al otro.

Las percepcion­es no son, nuevamente, homogéneas entre los diferentes segmentos de la sociedad. Por ejemplo, entre las mujeres un 10% considera que los hombres son mejores líderes, mientras que entre los hombres un 25% tiene esa opinión. Entre las mujeres un 40% considera que ellas son mejores que los hombres, mientras que solo el 20% de los hombres comparte esa opinión. Entre los oficialist­as o promotores del Gobierno (aquellos que en sus charlas cotidianas hablan siempre en favor del Gobierno), un 21% considera que las mujeres tienen un mejor estilo de liderazgo, un 39% cree que los hombres son mejores lideres y un 40% considera que no hay diferencia­s entre ambos. El contraste de estos con los críticos del Gobierno u opositores (aquellos que en sus charlas tienden a hablar negativame­nte del Gobierno) es notable. Entre los críticos, el 43% considera que las mujeres son mejores líderes, mientras que solo el 9% piensa que los hombres lo son.

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FOTOS: CEDOC PERFIL RECLAMO. En los últimos tiempos se ha consolidad­o el empoderami­ento femenino con marchas multitudin­arias en todo el mundo.
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DUROS. Erdogan, Bolsonaro, Trump y Orban: líderes que critican la “ideología de género” y afirman que la desigualda­d entre hombres y mujeres es natural.
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DIEGO REYNOSO*
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VERDE Y CELESTE. Acción y reacción ante la legalizaci­ón del aborto. Miles salieron a las calles.
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FOTOS: CEDOC PERFIL

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