Perfil (Sabado)

El examen de ingreso disminuye la deserción en el nivel superior

El abandono y bajo egreso universita­rio es tema de larga data y profundos debates. Pero también es necesario evaluar la importanci­a de conocer qué saben los futuros estudiante­s. Casos exitosos.

- MARCELO RABOSSI *

Mucho se habla sobre la ineficienc­ia de nuestras universida­des públicas, que gradúan a pocos profesiona­les, o que se las utiliza como grandes playas de estacionam­iento donde los alumnos pasan años y años sin graduarse. Asimismo, que casi el 50% de los estudiante­s termina el año aprobando solo una o ninguna materia alargando así el momento de su graduación, o que se recibe solo un poco más de tres de cada diez que ingresan. Bien, esto es verdad, y una con la cual convivimos desde hace décadas.

Sin embargo, lo que parece ignorarse es que dicha ineficienc­ia es producto de la misma naturaleza del modelo de ingreso que se ha elegido. Basta presentar el diploma secundario, inscribirs­e, y automática­mente, con el orgullo y el prestigio social que significa ser parte del nivel superior, el nuevo candidato a estudiante es bienvenido. Claro que también faltan algunos detalles, que el alumno estudie, se esfuerce y asimismo, que asista a clases. Y aquí surge un primer problema. Ocurre que la facilidad en el ingreso hace de la deserción algo bastante, digamos, natural. No se es estudiante por el simple hecho de ingresar. Por ejemplo, muchos de los que se anotaron nunca asistieron, o dejaron de cursar antes del primer parcial, o tal vez se hayan mudado a alguna otra institució­n del sistema y no se hayan dado de baja. Así las cosas, y así son en general, estaríamos sobreestim­ando la cantidad de alumnos que anualmente no han aprobado ninguna materia.

Por otro lado, es bien sabido que el desgranami­ento de alumnos universita­rios ocurre durante el primer año, particular­idad que no solo atraviesa al país sino a la gran mayoría de los sistemas del mundo. En la A rgentina, aproximada­mente el 30% de la deserción total ocurre durante los dos primeros cuatrimest­res de estudio. Son varios los factores que lo explican.

Causas. Falta de motivación, problemas de equivalenc­ia

entre materias, cuestiones laborales, cambio de carrera o problemas con algún docente, por ejemplo. Es un período de adaptación. Y tal adaptación, en un sistema de puertas abiertas como el que tenemos, ocurre en ese primer año. Es entonces lógico pensar, si nos comparamos con las universida­des de elite del mundo sin tomar en cuenta dicho detalle, que no estamos bien. Pero lo que no está bien es compararse con modelos en donde reina un estricto control en el ingreso. Pensemos en Harvard, una universida­d que se da “el lujo” de rechazar a 93 de cada cien aspirantes. Logra así una tasa de graduación del 97%. O sin irnos tan lejos, desembarqu­emos en Chile.

Caso Chile y Harvard.

En su institució­n pública más prestigios­a, la Universida­d de Chile, casi siete de cada diez ingresante­s se gradúan. Pero, para ingresar a las universida­des públicas en el país vecino, es necesario rendir un examen de ingreso muy riguroso llamado Prueba de Selección Universita­ria (PSU). Esto le implica al postulante rendir cuatro pruebas de conocimien­to durante dos días. En síntesis, en ambos casos, el de Harvard y el de “la Chile”, la selección se hace por afuera del sistema, antes de que el alumno ingrese a la universida­d, particular­idad que reduce drásticame­nte las tasas de deserción. Pero volvamos a lo que nos ocurre.

En casa.

En las universida­des nacionales argentinas, solo alrededor de tres y 1/2 de cada diez ingresante­s completa sus estudios. Pero, a diferencia de lo que ocurre en la Universida­d de Chile y Harvard, la selección de aspirantes se hace de manera implícita durante el primer año de cursada. Algo parecido ocurre en una de las universida­des más reconocida­s del mundo. Tal vez pocos sepan que, en la destacadís­ima Sorbona, menos de cuatro ingresante­s de cada diez completan sus estudios. Esto no es sorpresa ya que al igual que en las universida­des públicas de la Argentina, la Sorbona tiene ingreso irrestrict­o. Así, la baja tasa de graduación en las nuestras y en la francesa no sería el problema sino el resultado natural del mecanismo elegido de selección. Pero vayamos un poco más allá con la idea de hacer comparable­s, de alguna manera, dos modelos de ingreso que en principio no lo son.

Con este objetivo, podríamos pensar que en un sistema sin restriccio­nes en el acceso, el primer año de la universida­d opera como un gran examen de ingreso. Algo así como la PSU chilena. Pero a diferencia de ésta, en vez de durar dos días, se extiende durante dos cuatrimest­res. Independie­ntemente de si esto es ineficient­e o no, así opera nuestro sistema universita­rio. Por eso, aunque las estadístic­as digan que un alumno de primer año en un sistema de ingreso irrestrict­o es un real estudiante, en realidad aún no lo es del todo. Si utilizamos esta lógica, vemos que de cada diez alumnos que comienzan el segundo año luego de ese gran examen que fue el primero, cinco completan sus estudios. Ahora el porcentaje de graduados se alinea más a lo que ocurre en el mundo, donde en promedio se gradúa el 60% de los ingresante­s. Entonces, las bajas tasas que presenta la Argentina y que hoy nos sorprenden y conmueven, estarían subestiman­do las “reales”. Pero, ¿nos deja este porcentaje tranquilos y así podríamos quedarnos de brazos cruzados? Creo que definitiva­mente no.

Más allá de que alrededor del 40% de nuestros jóvenes no ha completado el secundario y así ven la universida­d desde muy lejos, el sistema universita­rio argentino presenta otras debilidade­s. Una de ellas es ser la enfermería donde curar las heridas con las que llegan los alumnos del nivel secundario. Pero, al no contar con un examen de ingreso de carácter diagnóstic­o y optar por el “entren todos”, se niega a chequear la salud de sus estudiante­s y saber cuáles sus problemas antes de que ingresen. Y sin un gran diagnóstic­o para saber cómo se encuentran, no hay tratamient­o posible. En definitiva, si el objetivo es aumentar el número de nuestros graduados, sepamos qué les ocurre antes de que ingresen en la universida­d. Pero, sobre todo, por una cuestión de equidad, ya que son los provenient­es de entornos más vulnerable­s los más heridos y como consecuenc­ia, los que la universida­d expulsa más rápidament­e.

* Profesor de Economía de la Educación y de Política Comparada en Educación Superior de la Universida­d Torcuato Di Tella (UTDT). Referente educativo de Argentinos por la Educación.

En nuestro país el 30% de la deserción ocurre en los dos primeros cuatrimest­res

En un sistema sin restriccio­nes en el acceso, el primer año opera como un examen de ingreso

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CEDOC PERFIL NUMEROS. En Harvard rechazan a 93 de cada cien aspirantes, y en la Universida­d de Chile, siete de cada diez ingresante­s se gradúan. En la Argentina, tres de cada diez.
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