Perfil (Sabado)

Massa al horno

Despreciad­o por CFK, la apoyaría apenas por una diputación. El laberinto de Lavagna.

- ROBERTO GARCÍA

Cr ucigrama Massa, un acróstico indescifra­ble a diez días hábiles del plazo para presentar las alianzas y, luego, los participan­tes de las elecciones. El candidato, casi sin tiempo, se manifiesta en soledad y aparece perforado en su interior (cinco intendente­s, leg isladores, conceja les) por un kirchneris­mo que no lo combate en sus distritos a cambio de la sumisión ganadora a Cristina y su elenco. “No te hago interna, vení con mi boleta”, sería el mensaje. Produce efecto: al senador provincial más cercano, Donofrio, se lo vio en Los Toldos con una bandera que decía “Gracias Cristina por volver”; en el mismo predio de Tigre, el alcalde Zamora ya se sacó una foto con A lber to Fernández; De Mendiguren se preocupa más por contar garbanzos electorale­s que por discurrir sobre el declive industrial y, en la convención de hace 48 horas en Parque Norte, tapiaron por escrito cualquier enjuague con el Gobierno para habilitar, en cambio, una negociació­n con Cristina.

Entonces, ¿se puede interpreta­r de otra manera el propósito de construir un frente para oponerse solo a la Casa Rosada? Hasta una marca nueva, un nombre, quiso imponer Massa en su discurso: instaló Nueva Mayoría en el atril, arrebatado sin permiso y hasta copiando la tipografía al titular del dominio intelectua­l, Rosendo Fraga. Una forma poco imaginativ­a y plag ia r ia de reemplazar Alternativ­a Federal: internet da para todo.

Casilleros. La mayor complicaci­ón para los futuros comicios, sin embargo, quizá sea el propio Massa, desgastada su batería alimentari­a y con escasa voluntad para ser mucamo de Cristina (ya no quedan casilleros protagónic­os por llenar en la oferta K). Por demorarse le podrían donar un cargo de diputado. No era su aspiración, aunque aducirá que dentro de cuatro años cumplirá 50 y le sobra tiempo. No será Kennedy, claro. Para colmo, la ex mandataria lo desprecia, también su hijo Máximo, que alguna vez lo tuvo como ídolo, solo por razonable convenienc­ia le arroja piropos el candidato Fernández. Y, en ese paquete de odios o amores perros, se incluye una tirria adicional con dos de sus pilares más cercanos: Graciela Camaño y Diego Bossio.

Se consignan dos registros obvios para justificar esta derivación periodísti­ca del traspaso a Cristina. Una vez conocido el presunto desenlace en Parque Norte y el documento emitido, ayer subió casi un 5% el riesgo país al tiempo que la mayor parte de los encuestado­res estima que esta novedad política significar­á un aporte para el dúo kirchneris­ta en las PASO. Como siempre, blanco y jarra, leche. Massa alegará que en el tercer espacio no congeniaba con Roberto Lavagna y menos lo entusiasma­ba ir a la Provincia para hacerle campaña y eventualme­nte triunfar para un economista que estuvo a su lado y, luego, se distanció por ambición y justificac­iones extravagan­tes como la teoría de que podía ser el cisne negro para la opinión pública. También debe pensar que vencer en una interna a su competidor, Urtubey, no mueve el termómetro general y, al margen de las discrepanc­ias, tomó nota de la sospechosa ausencia de Schiaretti, ahora de vacaciones (a menos que se opere de una intervenci­ón pendiente) y con sólidos vínculos en la Casa Rosada. Ve, de pronto, fantasmas por todos lados, partidos que se juegan en otras canchas, y sus bases parecen obligarlo a caer en uno de los lados de la grieta que siempre desdeñó. Todavía dice que este final no es el que tenía previsto, “volver a la casa con mami”, como dicen los memes burlones. Y que le quedan balas en la cartuchera, que irá a las PASO.

Franquicia­s. Mientras, en el explotado tercio resta Lavagna, quizá la reaparició­n de Francisco de Nar váez, a quien llaman, consultan, invitan. Cuando hay hambre, no hay pan duro. También parece que Massa lo promueve con el objetivo de unificar una lista de gobernador bonaerense para abajo de la dupla presidenci­al. Dudoso el juego, el empresario antaño pelirrojo –si participa– podr ía tenta r se má s con el veterano economista, que el próximo miércoles promueve un acto para mostrar que todavía respira, como el bloque de los desencanta­dos con Macri y Cristina. Y promete anuncios, aunque nadie sabe aún cuál es la franquicia partidaria que lo representa, no tiene partido identifica­torio y ni lo conocen en algunas provincias. Pero cree en la obstinació­n política como recurso ganador, más cuando suenan los timbres de la inestabili­dad económica. Rechaza entretanto el r umoreo de que volverá a su chacra para hacer dulces y galletitas caseras con su hacendosa esposa, Claudine. Detrás, como un factótum, insiste en alentarlo en el proyecto Luis Barrionuev­o (curioso el fenómeno de este sindicalis­ta, que respalda al candidato más viejo mientras su mujer, Camaño, acompaña al más joven).

Doble golpe. Mientras, para el Gobierno, la mimetizaci­ón en cuotas de Massa con Cr istina y la cont umacia postulante de Lavagna son un doble golpe: uno le suma a la ex mandataria, el otro le arranca votos a Macri. Un desafío para las PASO y, sobre todo, de acuerdo al resultado, la posible conversión de la primera vuelta en segunda, en un ballottage anticipado, el deseo perpetuo de Duran Barba.

Casi seguro no habrá internas aunque se inventaron para mejorar la democracia –Scioli ya se bajó, a ver si saca 5 puntos luego de haber obtenido casi 50 para presidente–, se ignora quién moviliza, quién pondrá el dinero de la campaña, quién pondrá los fiscales y llevará la gente a votar. Al menos en el tercer tercio que las encuestas consideran mayoritari­o. A firmación discutible de los sondeos, esa incorporac­ión dominante y ortopédica en el proceso electoral que parece democrátic­a. Unas pocas personas, segurament­e especialis­tas, reducen o agrandan aspirantes, anticipan el triunfo de unos sobre otros con solo consultar a l.200 personas. Y a buena parte por teléfono. Un verdadero milagro esa verdad que se sirve de tan poco para descubrir lo que piensan y hacen 45 millones de almas.

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DIBUJO: PABLO TEMES SILENZIO STAMPA Sergio Massa
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