ARDIENTE PACIENCIA
Los volcanófilos buscan destinos que les permitan revivir la adrenalina de algún temblor terrestre. Sin embargo, el clima y la altura ya suman desafíos para todos cuando se visitan zonas volcánicas activas.
Los volcanófilos van en busca de los volcanes más peligrosos del mundo. Alertas geológicas, bramidos y reprogramaciones son algunas de las primeras consecuencias que afectan a todos.
Amuchos turistas les encanta pasar sus vacaciones en zonas volcánicas y sienten una adrenalina especial ante la posibilidad de vivir un temblor –si no algo peor– en vivo y en directo. Otros, menos informados, no tienen en cuenta los peligros de instalarse en zonas de actividad volcánica y, cuando los gobiernos les prohíben moverse libremente, entonces toman conciencia. Los volcanes son a la vez amenaza y atracción turística. Ofrecen a los viajeros una experiencia incomparable en la naturaleza. O paralizan el tráfico a aéreo, cubren de ceniza el paisaje y destruyen poblaciones to total o p parcialmente. La erupción de un volcán es un e espectáculo con peligro de muerte. Cuando, en 2017, el volcán Gunung Agung lanzó enormes nubes de humo hacia el cielo, miles de viajeros quedaron varados en Bali. El aeropuerto internacional de la isla se cerró y las agencias de viajes debieron modificar o cancelar reservas imprevistamente. La mayoría de los turistas que estaban en Bali había viajado a Indonesia solo por sus preciosas playas.
“A nivel mundial, hay unos 1.500 volcanes activos. Y solo en el Cinturón de Fuego del Pacífico, unos 450. De
1.500 volcanes activos garantizan una movida turística incesante
ellos, 127 se encuentran en Indonesia. En 2010, el Merapi de Java lanzó columnas de ceniza y lava a una altura de hasta 18 kilómetros. La zona alrededor del volcán fue evacuada antes de la erupción, medida que salvó miles de vidas. “Ese es un volcán muy peligroso. Debido a la expansión global del turismo, el riesgo de que afecten la vida humana se volvió mayor, señala el geólogo Thomas Walter, del Centro de Investigación Geológica de Alemania. También en Europa hay riesgos. Por ejemplo, en torno al Etna, en Sicilia. En diciembre de 2018 se produjeron varias pequeñas erupciones y temblores. Pero al mismo tiempo, el volcán atrae a muchos viajeros. “Ahora es muy fácil subir. Hay excursiones en autobús desde los hoteles”, señala Walter. “En caso de erupciones, los vulcanólogos deben informar a los turistas y mantenerlos alejados del volcán. Pero los viajeros quieren ver las emisiones nocturnas de lava”. Muchas veces, la diferencia la hace el lugar exacto en el que uno se encuentra en una región. La reciente erupción del volcán Kilauea, en Hawai –uno de los más activos del mundo–, causó ríos de lava y daños en Big Island. Pero quien quería pasar sus vacaciones en cualquier otra isla del archipiélago no tenía limitaciones. Realmente el riesgo de que los turistas se vean afectados por una erupción es relativamente bajo, en comparación con otros peligros. “La altura y el mal tiempo muchas veces se subestiman”, dice Walter. Eso vale, por ejemplo, para el popular Teide de Tenerife. “Muchos quieren subir, pero es una montaña de 3.700 metros de altura. No se puede subir con calzado de playa”.
Y luego están las situaciones que no solo afectan a los que están cerca. El volcán Eyjafjallajökull, en Islandia, en 2010 paralizó por varios días todo el tráfico aéreo del norte y el centro de Europa. Sin embargo, los volcanes siguen siendo grandes atracciones turísticas en Islandia. “Recomendamos explorarlos con un guía que pueda aportar conocimientos, historia y datos interesantes”, dice Sigridur Dögg Gudmundsdottir, de Visit Iceland Touristen. Fuera de Europa, escalar volcanes también es popular. Los Andes, en América del Sur, por ejemplo, es una cadena con volcanes de más de 5 mil o 6 mil metros. Solo en Chile hay ochenta volcanes activos. Especialmente bello, por su forma, es el Cotopaxi, en Ecuador, que también suele activarse cada tanto. En ocasiones, su ceniza llega hasta la capital del país, Quito. ¿Y por qué son tan fascinantes los volcanes? “Hacen entendible la dinámica del planeta”, dice el geólogo Walter. “A simple vista, no se ve cómo se mueven lentamente las placas tectónicas. Pero una erupción volcánica, sí”. Y quizá también tenga que ver con un pensamiento arcaico: “El fuego siempre despierta el interés de las personas”.