EL OTRO MATTERHORN
Dos lagos, glaciares y pasturas completan la postal de este monte de apenas 1.400 metros. Con él replican las redes sociales el tópico de la vida rural escandinava.
Amenos de diez metros de distancia, un águila despega del suelo de la montaña con pesados aleteos. Da una vuelta y vuela hacia el valle que para muchos es el más bello de toda Noruega. Un turista llamado Ingvar Nielsen fue al parecer el primero en destacar la belleza del valle Innerdalen en el siglo XIX. La publicidad turística de Noruega tomó nota y adoptó los superlativos para difundir el lugar. Innerdalen luce como el valle escandinavo perfecto que hubiera soñado un pintor romántico.
Dos lagos transparentes, enmarcados por laderas boscosas que se levantan sobre las rocas. Las cabañas de madera en la orilla están cubiertas de hierba, frente a ellas una cascada murmura mientras el glaciar brilla en la altura.
Este paraíso está protegido desde 1967, aunque no como parque nacional. Esto es una suerte para los huéspedes de Eystein Opdal, cuya familia compró el valle hace unos 280 años al rey, en bancarrota después de una guerra. Sus vacas y ovejas pueden pastar aquí, y los visitantes reciben crema agria de la leche de granja con los sensacionales “waffles” (gofres), además de mermelada casera de grosellas. Opdal llega a servir 300 de estos “waffles” en los días de alta temporada en Renndølsetra. Los visitantes llegan desde diversos rincones del mundo, entre ellos China, Dubai y Estados Unidos. La razón: todas las fotografías que publican en Instagram y Facebook. Y un “reality show” de la televisión noruega en la que personalidades escalaron el Innerdalstårnet, el cerro que algunos consideran el Matterhorn de Noruega, una pirámide sobre el valle. El segundo albergue está a solo unos minutos de caminata por el valle. “Cuando era niño, los glaciares llegaban casi hasta el lago”, recuerda Iver Innerdal, de 68 años, el feliz dueño de casa. Su bisabuelo construyó la cabaña en 1889, la Gammelhytta. Entonces llegaban a la zona escaladores, pero hoy la mayoría de los visitantes son excursionistas que quieren subir a la torre de piedra que ven en las fotografías de las redes. “El año pasado ascendieron 200 personas en un día”, señala Innerdal. “Demasiadas”, agrega. Hubo accidentes y varios turistas debieron ser rescatados en helicóptero. El Innerdalstårnet tiene solo 1.452 metros de altura, pero no debe ser subestimado,
en especial cuando llueve. El clima es muy cambiante”, explica Pål Røsrud, el guía. A través de helechos, el fangoso camino recorre la orilla del lago. Una pasarela de tablones se balancea sobre un pantano y por un bosque de abedules. Después de una hora de subida, el sendero sale del bosque. En una zona rocosa, hay un hombre de piedra. “Muchas familias llegan hasta aquí y luego dan la vuelta”, afirma Røsrud. Es comprensible, la vista panorámica de los dos lagos es lo suficientemente bella. Y a partir de ahora el camino se vuelve más incómodo. El sendero zigzaguea la montaña. Por eso, dejan para una segunda jornada lo más difícil. Al día siguiente, se perderán como puntos pequeños entre la fantástica vista panorámica del valle, entre lagos, glaciares y picos. Detrás de la torre de piedra llamada Varde, que en Noruega se levanta sobre montañas en lugar de una cruz, hay una calma sorprendente. Varios palcos naturales ofrecen una vista de lujo. En un punto azul, Røsrud gira a la derecha y trepa hasta la cresta. “Incluso los días en que hay cientos de personas sobre el Innerdalstårnet, aquí casi no hay nadie”, afirma Røsrud. Hay que estar casi agradecido a Instagram.