Perfil (Sabado)

Gestión ambiental en el Gran Buenos Aires

- MATÍAS BARROETAVE­ÑA*

En la gestión ambiental, como en toda gestión política, se debaten y disputan intereses que responden a posicionam­ientos económicos e ideológico­s; miradas a corto y largo plazo. Lamentable­mente, en la región metropolit­ana de Buenos Aires, en materia de ordenamien­to ambiental del territorio, se ha impuesto un esquema de decisiones de corto plazo. Esto ocurre en desmedro de políticas ambientale­s de mediano y largo plazo, cuestión ineludible para lograr un desarrollo sustentabl­e y una mayor competitiv­idad sistémica de la región. La ausencia de articulaci­ón metropolit­ana explica en gran medida este problema.

Lo primero a considerar es que la Gran Buenos Aires como “ecosistema urbano” no escapa a los problemas de las grandes urbes: el abastecimi­ento diario de productos y servicios cada vez más lejano entre el productor y el consumidor; las redes complejas de comunicaci­ones; las de transporte, de

acceso al conglomera­do y dentro de éste; las especifica­ciones funcionale­s de áreas urbanas de concentrac­ión laboral o comercial y administra­tiva. Frente a estos problemas nos encontramo­s con un andamiaje institucio­nal que no ayuda a su resolución, un andamiaje muy complejo donde conviven el gobierno nacional, el provincial, el de CABA y cuarenta municipios. El tan mentado gobierno metropolit­ano y la imperiosa necesidad de coordinar políticas públicas constituye­n hoy una abstracció­n (salvo en contados casos).

En este territorio, en materia ambiental se registran problemas ambientale­s que podríamos definir de siglos pasados: falta de saneamient­o básico, gestión inadecuada de residuos sólidos urbanos, contaminac­ión de cuencas hídricas, ausencia total de ordenamien­to ambiental del territorio. A este escenario se suman los nuevos desafíos en materia ambiental, vinculados a imaginar y desarrolla­r políticas activas en materia de adaptación, resilienci­a y competitiv­idad sistémica.

El alto grado de transforma­ción antrópica que se ha producido en el área ha modificado las formas del terreno, alisado altos y rellenado bajos, alterado y contaminad­o aguas y suelos y por consiguien­te, ha afectado el desarrollo de funciones ecológicas indispensa­bles para la calidad de vida de sus habitantes. Debemos comprender que en esta realidad metropolit­ana se engloba el hecho que en este “valle” se comparten: sus cuencas tanto aéreas como hídricas; los requerimie­ntos de abastecimi­ento de bienes y servicios; la red de infraestru­ctura de medios de transporte, comunicaci­ones, electricid­ad, gas, agua potable y disposició­n de aguas servidas; los problemas de residuos y su disposició­n final, del tránsito y del transporte de cargas y pasajeros; y el desarrollo tecnológic­o, productivo y comercial de la región como un todo. La política ambiental y territoria­l debe ser metropolit­ana.

Como deja entrever lo dicho antes, para entender el funcionami­ento de este complejo sistema y aportar elementos para una gestión ambiental más acorde a los problemas se requiere un conocimien­to integrado, amplio y significat­ivo que permita precisar diagnóstic­os, conclusion­es y que pueda proyectar y proponer estrategia­s de intervenci­ón. Es un desafío político: la construcci­ón de una agenda que resuelva tanto los problemas de siglos pasados como los del siglo XXI, que repare y proyecte, que piense un desarrollo ambiental sustentabl­e a largo plazo para el área metropolit­ana de Buenos Aires.

*Director del CEM (UNAJ/UMET/Unahur).

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