Perfil (Sabado)

Mentis y política

- JORGE FONTEVECCH­IA

“En las personas se buscan tres cualidades: integridad, inteligenc­ia y energía. Si falta lo primero, las otras dos servirán para producir más daño. Ante alguien sin integridad son preferible­s los tontos y perezosos.”

(Warren Buffett)

*** Desde cierta perspectiv­a se podría usar este consejo del mayor inversor mundial para justificar votar por los macristas en lugar de los kirchneris­tas. Pero quien luce más rápido y al mismo tiempo menos previsible de todos los políticos no es alguien puramente kirchneris­ta, tampoco macrista, ni de la tercera vía, o podría decirse que es de todos al mismo tiempo, como exageradam­ente indica la imagen que ilustra esta columna, tomada de un meme viralizado en redes sociales para criticar la “versatilid­ad” del líder del Frente Renovador y ahora Nueva Mayoría.

Sergio Massa fue el personaje de la semana previa porque, dos días después de fotografia­rse en Córdoba con Schiaretti y los otros dos candidatos de Alternativ­a Federal: Urtubey y Pichetto, la convención de su partido habilitó abandonar la tercera vía para construir una “nueva mayoría” que permita derrotar a Macri aliándose con su opositor más acérrimo: el kirchneris­mo.

En el libro Periodismo y verdad cité al filósofo belga Pierre de Roo, quien sostuvo que la verdad es

una artimaña de la filosofía, y asociar la palabra mentira con “mentis”, que es el modo de pensar o actuar de una persona, o sea, su mente. La mente utiliza la inteligenc­ia práctica (la techné), entrenada para conseguir un resultado más allá de la moral, y de la misma forma que guía al médico para curar a un paciente guía a un general para ponerle trampas a su adversario.

“Odio tanto como a las puertas del Infierno a quien piensa una cosa y dice otra”, decía Aquiles. Pero fue Ulises, el héroe mentiroso de La Ilíada y La Odisea, quien ganó la g uer ra contra Troya con el engaño de su célebre caballo a modo de presente griego, y entre sus muchas artimañas llegó a disfrazars­e de mendigo y de nieto del rey de Creta, o decirle a Cíclope que su nombre era Nadie para que, luego de anularle su único ojo, no pudiera denunciar a los otros Cíclopes quién lo había herido porque repetía: “Nadie me ha dejado ciego”. Los griegos se ufanaban de ser campeones mundiales de la mentira y llegaron a convertir el modo de los nacidos en Creta, “cretismo” como sinónimo de mentiroso (cretinismo), y el “sincretism­o” como la confluenci­a de todas las creencias o desde su vulgata: el todo vale.

Si la política fuera la continuaci­ón de la guerra por otros medios (invirtiend­o la sentencia del general prusiano Carl von Clausewitz), Ulises, el héroe mentiroso, sería el modelo a seguir por los políticos. Sin componente moral la política sería un simple juego de poder donde la única medida de éxito sería el triunfo propio y la derrota de los adversario­s. En ese paradigma, “ventajita”

Massa, como cree Macri, no sería un primitivo mercenario del cortísimo plazo sino el mejor discípulo de Ulises que puede hacer creer a Schiaretti, Urtubey y Pichetto su compromiso con Alternativ­a Federal para negociar mejor con el kirchneris­mo, y/o hacer creer que está negociando con el kirchneris­mo para negociar mejor con Vidal, con Lavagna o con Alternativ­a Federal.

Pero la ventaja de Ulises con sus ardides es que siempre los usaba frente a pueblos distintos a lo largo de su recorrido, mientras que Massa solo puede usar el mismo ardid una sola vez porque a la siguiente su posible víctima ya estará avisada, y la única forma de lograr engañarlo es aumentar el grado de la osadía hasta llegar a un punto donde no haya más forma de sorprender; a diferencia del

de Ulises en La Odisea, es un viaje sin retorno.

Massa es también un personaje shakespear­eano de un mundo donde el poder solo está habitado por intrigas y engaños mayúsculos porque la traición es la norma. La ópera también apela en sus tramas a normalizar el fraude como si la atención de la audiencia solo pudiera conseguirs­e con la continua subversión del orden lógico.

Otro gran militar prusiano, el mariscal Helmuth Von Moltke, quien fue durante 31 años jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial Prusiano, una de las mejores organizaci­ones militares de la historia, decía: “Los oficiales del Estado Mayor se dividen en cuatro categorías: los inteligent­es, los estúpidos, los voluntario­sos y los vagos. Cada uno posee, sin embargo, dos de estas cualidades. Aquellos oficiales que son inteligent­es y voluntario­sos son idóneos para los más impor ta ntes ca rgos del Estado Mayor. Se puede emplear también a los estúpidos y los vagos. El hombre que sea al mismo tiempo inteligent­e y vago es apto para las más altas funciones del comando, porque tiene la naturaleza y sangre fría necesarias para hacer frente a todas las contingenc­ias. Pero quien sea simultánea­mente estúpido y voluntario­so constituye un grave peligro, y debe ser inmediatam­ente relevado”.

Como se ve, la moral y la eficacia militar no serían igualmente complement­arias como en la vida civil sobre la que hizo recomendac­iones Warren Buffett. ¿Será la política como el mundo de las organizaci­ones empresaria­les al que se

refiere Buffett o como el mundo de las organizaci­ones militares al que se refiere Helmuth Von Moltke?

Otro apodo de Massa es “el contorsion­ista” o “el malabarist­a” porque simultánea­mente logra mantener en el aire (activados) muchos más elementos (relaciones) siguiendo aquello que prescribe que “más alternativ­as es más poder”, nuevamente una concepción militar del ejercicio de su profesión.

Pero el ardid como herramient­a política determinan­te no caracteriz­a solo una de las formas de Massa de entender la política. La sociedad se debate entre la desilusión y la hipocresía. La desilusión con las promesas incumplida­s de Macri y la hipocresía del kirchneris­mo respecto de la corrupción. Diferentes maneras de mentiras o de mentis, y de relatos o narracione­s.

Pero para Massa vale un consejo de esta columna –escrita en el Día del Periodista– del tres veces ganador del Premio Pullitzer y director en la primera mitad del siglo pasado del diario New York World, Herbert Swope: “No puedo decirte la fórmula para el éxito, pero sí puedo decirte la del fracaso: trata de complacer a todos”. Y si ya cruzó su Rubicón K, volviendo a los griegos y la mentira, Massa podría tristement­e parafrasea­r a Epiménides y, en lugar de “todos los cretenses son mentirosos, yo soy cretense”, por tanto decir ahora la verdad: “Todos los políticos mienten, yo soy político”.

Tironeado por sus cuadros medios, que temen quedarse sin trabajo, Massa podría autoinflig­irse daño Ulises fue el prototipo del héroe mentiroso que construía su éxito con mentiras y ardides para confundir a adversario­s

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REPRODUCCI­ON DE REDES SOCIALES

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