NADIE SE SALVA
El tren es el transporte más ecológico y el avión, el más contaminante. Durante su estadía en un hotel o al trasladarse en auto, los turistas también emiten CO2.
El tren es el transporte del futuro, por su baja emisión de dióxido de carbono, muy por debajo de los autos y de los aviones, los más dañinos para el medio ambiente. Pero el turista también contamina, incluso en el hotel.
La activista Greta Thunberg ha dado un mensaje muy claro: se debe hacer algo contra el cambio climático. No mañana. Ahora. Y es algo que está estrechamente vinculado a las vacaciones, porque cuando se viaja, aunque uno no lo sepa, también se están generando gran cantidad de gases de efecto invernadero. Desde que estallaron las protestas de “Fridays for future” los viajeros ahora también se preguntan: ¿acaso eso también está mal?
Si se ven las estadísticas, este siglo la temperatura global debería aumentar como máximo 1,5 grados para evitar una catástrofe, tal como dicen los expertos del IPCC (acrónimo inglés del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático). Para lograrlo es fundamental reducir las emisiones de dióxido de carbono, CO2, y de otros gases de efecto invernadero. Si se analizan los viajes, no se puede calcular hasta la última coma lo que se emite, pero sí hacer un promedio de lo que se genera a través del transporte, el hotel y las actividades en el lugar visitado. Lo que genera mayores emisiones, por lejos, es el transporte.
El medio de locomoción más ecológico es el tren, mientras que el avión es el más dañino, explica Michael Müller-Gönert del Club de Transporte Ecológico de Alemania VCD. “De ser posible, los veraneantes deberían viajar en tren”, señala. En Alemania la red de ferrocarriles incluso ofrece en su web un “chequeo ecológico” para el tramo que uno precisa. Por ejemplo, si se tiene planeado viajar desde Berlín hasta Praga, se emitirán 8,3 kilos de CO2. En coche, 54,8 kilos y en avión, 107,9 kilos. Para lograr estas cifras se toman promedios generales.
Quienes parten de vacaciones en coche he pueden medir sus emisiones con bastante precisión. La combustión de un litro de gasolina equivale a la emisión de 2,34 kilos de CO2, según datos de Alemania VCD, el organismo que mide el impacto ecológico de los transportes. En promedio un coche de pasajeros normal emite 140 gramos de CO2 por pasajero por kilómetro (pkm). Un tren de larga distancia emite entre 30 y 40 gramos para el mismo trayecto.
En la escala de medios de transporte, el avión es el más
perjudicial para el medio ambiente, ya que emite, en promedio, 201 gramos por pasajero por kilómetro.
“El CO2 es directamente proporcional al consumo de combustible”, explica Dietrich Brockhagen de Atmosfair, una organización que cuenta con una base de datos de todos los aviones a nivel global. El consumo de combustible está ligado, además, a la carga y a la cantidad de asientos de cada aeronave. Por eso, aclara el físico, en un tramo
corto podría consumirse incluso más combustible que en uno medio. Atmosfair multiplica la emisión de
CO2 por el factor tres debido a que contempla todo el resto de sustancias que impactan en el clima. Si se habla del impacto de los viajes en avión, el cálculo de Atmosfair incluye el efecto de calentamiento del CO2 y el resto de las sustancias, trasladadas a CO2.
Además se contemplan otros efectos. Si bien una persona, como veraneante, no tiene que estar al tanto de todas las variables a tener en cuenta, puede re recurrir a la web de Atmosfair o a otras páginas de cálculos de efectos climáticos que existen en la red y con pocos clicks sabrá a cuál es la huella de CO2 que deja con sus u recorridos. Un ejemplo teórico: si se e viaja en economy desde Berlín hasta Nueva York, ida y vuelta, en un Boeing 747-400 se genera por pasajero una emisión de dióxido de carbono (y otras sustancias nocivas) de 2,722 toneladas, a las que se suman las emisiones vinculadas a la estadía en un hotel o al coche alquilado.
Hacer estos cálculos es sumamente ilustrativo, sobre todo cuando se habla de transporte. Este simple ejemplo de Nueva York muestra que un breve viaje a la Gran Manzana ya está por encima de lo que se debería emitir de CO2 en un año. ¿Y entonces...?
“Las conclusiones las puede sacar cada uno”, sostiene Brockhagen.