Perfil (Sabado)

MUCHO MAS QUE COLOR LOCAL

Aunque hoy no esté entre las prioridade­s turísticas de los argentinos, la capital de Senegal merece una visita. Para probar pescados desconocid­os y bañarse en las aguas templadas del Atlántico; para almorzar en el muelle, entre las estrella de mar; para d

- DIONNE SEARCEY*

En el extremo oeste del continente africano, Dakar es un paisaje desértico cosmopolit­a que sobresale entre las aguas color esmeralda del océano Atlántico. Con sus minibuses pintados de colores brillantes, sus botes de madera y un talento para la moda colorida, la capital de Senegal es un paraíso de genialidad. Los hombres van por las calles con trajes de neoprene hasta la cintura y tablas de surf bajo el brazo. Mujeres en vestidos ceñidos venden sándwiches de huevo, papas fritas y lentejas. Abundan los bares y restaurant­es de azotea, y muchos locales a la orilla del mar tienen pozas de marea y sillas de playa para tomar sol. Con temporadas de casi seis meses de días soleados y noches frescas, esta ciudad es una de las más agradables de la región. La cultura de hospitalid­ad de Senegal, conocida como “teranga”, es acogedora; no se sorprenda si los lugareños le invitan con una taza del grumoso café touba, la mezcla local que lleva pimienta y clavo de olor.

Día 1. Día de surf

Arranque su viaje en uno de los nuevos sitios más populares para surfear en el mundo con un chapuzón en el océano y una clase con el equipo de Ecole Surf Attitude. Las clases privadas incluyen la tabla, un traje de neoprene –necesario entre diciembre y mayo–, e instructor­es energético­s que lo guiarán a través de las olas picadas. Las zonas para practicar incluyen la vasta extensión de la playa de Yoff o la costa de la pequeña isla Ngor, y varían según el nivel de habilidad, la marea y el pronóstico del oleaje. El curso es ideal para principian­tes e incluso niños, pues cuenta con instructor­es pacientes que los ayudarán a estabiliza­r la tabla para garantizar que se pongan de pie y monten una ola. Haga tu reservació­n con tiempo. Una clase privada cuesta 25 mil francos CFA de Africa occidental, o alrededor de US$ 43. Enjuáguese en la ducha exterior del restaurant­e costero Chez Fatou y quédese a disfrutar de los aperitivos y los tazones de maníes, el principal cultivo comercial del país, mientras mira cómo se surfea de verdad. El restaurant­e al aire libre tiene una vista perfecta de uno de los rompeolas más violentos de Dakar, donde los montadores de olas navegan con destreza entre rocas negras que sobresalen del agua. El barman prepara una potente mula de Moscú con toques de jengibre para los adultos y un mojito virgen que es un éxito entre los niños. Mientras el horizonte se pinta de tonos como de algodón de azúcar con la puesta de sol, no olvide probar el bissap, un néctar local de color

Franco CFA es la moneda local; con un dólar se compran 581 francos

púrpura brillante hecho con flores de Jamaica, o un batido de baobabs llamado bouye. Las bebidas cuestan US$ 8,6.

Antes de que el sol se oculte por completo, tome un taxi rumbo a Magic Land. Cuando llegue al parque de diversione­s, diríjase a la derecha hasta una playa precaria. La pesca de los comerciant­es de por ahí es de las mejores en el continente. Señale el pescado que quiera y lo asarán a la parrilla ahí mismo. El thiof, un tipo de mero blanco, es especialme­nte delicioso y se sirve bañado de una salsa ácida de cebolla con papas fritas y ensalada. Verá la noche caer sentado en una mesa de plástico en una playa rocosa, y no precisamen­te inmaculada, pero con una vista maravillos­a, además de unos cuantos gatos callejeros. Una comida para dos cuesta alrededor de US$ 26, pero los precios se pueden negociar. Si prefiere una cena más elegante, vaya a los restaurant­es del lujoso hotel Terrou-Bi cerca de ahí y escoja entre platos europeos y una pequeña selección local, con el mar de fondo y al lado de una piscina infinita que tiene una iluminació­n impresiona­nte.

Si quiere bailar con los lugareños, tendrá que desvelarse. La fiesta en Dakar empieza después de la medianoche, algo impresiona­nte si se considera que muchos dakarianos no beben alcohol. Diríjase a Le Vogue, donde puede perderse en un remolino de humo de narguiles, o cachimbas (aquí las llaman shishas), hasta que las multitudes lo empujen a la pista de baile en la parte de abajo alrededor de las dos de la mañana. Si prefiere salir un poco más temprano, visite La Calebasse, un restaurant­e donde la música normalment­e empieza a las 22. Los viernes a la noche no se cobra entrada en Le Vogue.

Día 2. Dosis de café

La cafetería de LuLu Home Interior & Café es uno de los pocos lugares en la ciudad que sirve expresos decentes. Un desayuno completo cuesta aproximada­mente US$ 14. Hojee la selección de libros en exhibición escritos por intelectua­les senegalese­s como Boubacar Boris Diop o visite la tienda de diseño

anexa, donde pintores y artesanos locales venden bolsas de viaje a la moda, artesanías, tapetes, espejos, mesitas y muebles. Para redecorar el cuarto de los chicos, la tienda tiene una sección de juguetes únicos y accesorios hechos con la técnica del batik. Visite el centro de la ciudad para conocer el museo más nuevo y más impresiona­nte del continente, el Museo de las Civilizaci­ones Negras. Instalado en un edificio nuevo y moderno construido por una empresa china, contiene una amplia selección de obras, entre ellas las fotografía­s y las esculturas de hierro de artistas de Africa occidental que fueron homenajead­os durante la Bienal de Dakar. La entrada para adultos, US$ 3,4. Podrá almorzar en Le Lagon 1, un restaurant­e diseñado para replicar la sensación de estar en una embarcació­n de lujo en medio del océano. Ubicado en un muelle largo, está repleto de herramient­as marítimas extrañas de los años 70. En la carta encontrará camarones, moluscos y otros mariscos en abundancia; le costará US$ 16 por persona. Recuerde llevar un traje de baño para relajarse en la playa privada o alquilar un kayak en la organizaci­ón ecológica cercana, Oceanium.

Visite el mercado Soumbédiou­ne, donde serpentear­á entre pescadores y sus piraguas para llegar a pasillos colmados de tesoros: figuras talladas, joyería y pinturas en vidrio (una especialid­ad local). Elija una tela y llévela a un sastre para que confeccion­e su propia creación. Los diseños más populares llevan aves, lo cual refuerza la imagen de Dakar como una capital hípster global para los fanáticos de la cultura de los memes (“le ponemos un pajarito”). Aquí tendrá que regatear por todo, pero no pague más de US$ 4 por una bolsa multiusos con estampado de aves.

El hotel boutique Le Djoloff tiene una pizarra donde anota el menú, que cambia cada noche, pero a menudo incluye platos pequeños para compartir. Puede pedir una bebida Djoloff (un brebaje de guayaba, jengibre y jugo de bissap) por US$ 5. Asómese a La Cave, en la parte de abajo, para disfrutar de una noche apacible de jazz en un espacio pequeño para sentarse. Se recomienda reservar con anticipaci­ón. Día 3. La isla de los baobabs Únase a la larga fila de lugareños en Graine D’Or, una panadería celestial con hileras de panes reluciente­s, buñuelos franceses esponjosos, cuernos suaves y la napolitana de chocolate perfecta. Durante las fiestas cristianas hacen chocolates enormes con forma de Santa Claus o conejo de Pascua, pues a esta sociedad musulmana abierta le encantan los símbolos de Occidente. Una baguete crujiente cuesta menos de un dólar. El pequeño Parque Nacional Îles de la Madeleine está en una isla cerca de la costa de Dakar, con bahías color esmeralda y peñascos escabrosos. Se debe ingresar con guía, y se aborda un bote de madera. La isla, con sus pocos y pequeños baobabs, e está deshabitad­a. Se d dejan cachivache­s, d dinero en efectivo y le leche como regalos pa para un genio que se di dice vive dentro de un ba baobab. Otro baobab co con forma de pulpo se ve co como si un monstruo se hu hubiera sentado encima de él. Las estrellas de mar y los pulpos tra translúcid­os hacen que el p paseo sea mágico para los niños. La entrada cuesta US$ 1,71; el guía y la piragua, US$ 15 por grupo. El Faro Mamelles ofrece una de las mejores vistas panorámica­s de Dakar desde lo alto, y cuenta con un restaurant­e al pie. Suba a la camioneta del restaurant­e para llegar a la punta azotada por el viento. La selección de almuerzos y desayunos va desde US$ 15. El baile de fin de semana en el faro empieza a partir de las 22 y reúne a la comunidad de expatriado­s. *The New York Times / Travel

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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POSTALES. La multifacét­ica oferta que brinda Dakar a sus visitantes va desde desde playas color esmeralda, a la pesca que venden sus comerciant­es (entre las mejores del continente), y el encanto de sus restaurant­es y vida nocturna.
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THE NEW YORK TIMES / TRAVEL EL MAR. La ciudad creció alrededor de un fuerte y el contacto con las aguas del Atlántico marca la vida cotidiana. Las playas de Yoff y la isla Ngor son de los mejores lugares nuevos para ir con la familia a aprender surf, a pesar de que hay zonas rocosas.
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THE NEW YORK TIMES / TRAVEL
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DE LA TIERRA. La agricultur­a produce los mayores ingresos en Senegal, pero nada supera al maní, su cultivo más abundante.

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