Perfil (Sabado)

La imaginació­n y el poder

- OMAR ARGÜELLO*

Francia nos tiene acostumbra­dos a movimiento­s sociales que no pasan desapercib­idos: la Revolución de 1789 marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, oscurecien­do a otras de innegable trascenden­cia, como la inglesa que va de 1642 a 1688, república de Cromwell incluida; o la americana que se inicia en 1765 con el alzamiento de 13 colonias británicas para concluir con la Independen­cia de Estados Unidos.

Volviendo a Francia, y más allá de los actuales chalecos amarillos, tenemos el Mayo del 68 que, aunque no comparable con 1789, significó un grito de ruptura con formas conformist­as de convivenci­a. Un movimiento que si bien no buscaba un cambio de régimen llegó a agitar banderas anarquista­s contra la sociedad de clases; y que influido también por el movimiento hippie buscaba un cambio de valores culturales y una nueva forma de ejercer el poder.

Todo esto expresado en consignas creativas pintadas en las paredes de París que recorriero­n el mundo. Una de ellas proclamaba en dos palabras lo que a muchos intelectua­les le demandaría ensayos complejos: “Prohibido prohibir”. Otra, que nos interesa para observar nuestra actual campaña electoral, reclamaba por “La imaginació­n al poder”; buscando con esto que el aparato del Estado fuera conducido por una dirigencia más creativa, capaz de introducir los cambios que se considerab­an necesarios.

A contramano de esta consigna nuestra dirigencia política ha creído convenient­e hacer uso de la imaginació­n solo para alcanzar el poder. Y para este objetivo ha dado muestras de una creativida­d que se traduce en “perlitas” realmente asombrosas: como que a contramano de toda experienci­a histórica un vice designe a dedo al presidente; que dirigentes sindicales armen partidos políticos con nombres rimbombant­es para ocultar el objetivo de defender su cuota en los saqueos al Estado, y de paso, conseguir fueros para ellos y sus hijos; o que un candidato que sataniza a la fuerza oficialist­a busque, sin embargo, que una figura central de esa fuerza se incorpore a su boleta electoral.

Todas maniobras ingeniosas que dan prueba de una gran imaginació­n para buscar el poder, pero que nada dicen del uso que se va a hacer de ese poder para terminar con nuestros retrocesos económicos y los alarmantes niveles de pobreza. Desafíos que por otra parte no requieren mucha imaginació­n para resolverlo­s, sino de una férrea voluntad para terminar con las componenda­s entre corporacio­nes políticas, empresaria­les y sindicales, que se han apropiado del Estado para ponerlo al servicio de sus intereses.

El diagnóstic­o es suficiente­mente claro: la contradicc­ión entre nuestro estancamie­nto económico y pobreza por un lado, y la abundancia de recursos con que cuenta nuestro país para solucionar­los, por otro, es tan evidente que economista­s internacio­nales (Simon Kuznets entre ellos) creyeron necesario ampliar la dicotomía entre países desarrolla­dos y subdesarro­llados, para crear dos nuevas categorías que tienen nombres propios de países: 1) Argentina, con mucho potencial, descendien­do al subdesarro­llo; y 2) Japón, con magros recursos naturales alcanzando el nivel de potencia económica.

En línea con lo anterior un estudio reciente del Cedlas (FCE, Universida­d Nacional de La Plata) reitera la relación virtuosa entre inversione­s productiva­s, incremento del PBI y descenso de la pobreza. Ese estudio destaca que mientras el crecimient­o del PBI per cápita en nuestro país “fue de 0,7 puntos por año desde 1974 a la actalidad”, en ese período el de Chile fue del 135%, concluyend­o que “si Argentina hubiera tenido un de-sempeño económico semejante, la pobreza podría hoy rondar el 6 %” (y no el 32% como efectivame­nte ocurre).

Lo anterior muestra que si nuestras fuerzas políticas dedicaran apenas una pequeña parte de la imaginació­n que derrochan para alcanzar el poder, a la tarea de enfrentar los obstáculos que impiden los cambios estructura­les necesarios para el incremento productivo, el bienestar de todos los argentinos estaría más que asegurado.

*Sociólogo.

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