Perfil (Sabado)

Erótica pendencier­a

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“Al despertar esa mañana, Gregorio Sansa se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto”, empieza La metamorfos­is de Kafka, y algo así les pasó a los argentinos. La fantasía monstruosa del ser nacional se volvió real: una mañana despertamo­s y todos éramos peronistas. Después de la revelación, Argentina se sumió en la oscuridad durante horas, y hasta la Banda Oriental se ensombreci­ó de pavor.

Fue como resetear la computador­a y empezar de nuevo. Todas las listas electorale­s incluyen peronistas: estilo Chayanne (Urtubey), soviético (Kicillof), cristino (Alberto). Y el zarpazo de Presidente Miau: lleva a “Mike” Pichetto de vice, un peronista duro, de los de antes.

Si el peronismo es el Pampero inescapabl­e, es interesant­e notar cómo el arco entero del ex FpV adaptó su lenguaje al peronismo ecuatorian­o de Cambiemos. Cambiaron la tribuna por los escenarios 360: posan con obras viales, en fotos de “equipo” y “desayunos de trabajo”. Toda la comunicaci­ón electoral es un calco del corazón macrista: “buena onda” y gestión.

Los gatos son territoria­les, pero Pichetto trae algo especial: esa erótica pendencier­a macerada en nada menos que setenta años de peronismo. Pichetto es peronista porque puede hacer de peronista. Puede guapear, encarnar la bestia pop de la barbarie; sabe sonreír con ese encanto amoral (tan peronista) que hemos venido a identifica­r con “la política”. Después del anuncio Pichetto posó con el equipo, ya sin corbata. Pensé en La metamorfos­is y me estremecí: el Cat trajo a la bestia, y lo emasculó.

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