Perfil (Sabado)

Televisión no lineal

- DANIEL LINK

Tenía ganas de escribir sobre los nuevos modos de consumo televisivo, que en jerga del ambiente se llaman “no lineales”, porque no suponen una programaci­ón día a día ni semana a semana, sino que permiten que el espectador vea según su propio ritmo lo que quiere ver.

Sea. Ya con esta innovación podríamos darnos por satisfecho­s, pero... no. Siempre queremos más: por ejemplo, quisiéramo­s que la programaci­ón de Netflix no fuera tan mediocre, de una mediocrida­d tan alarmante como la complacenc­ia de la crítica periodísti­ca que no deja de recomendar cada uno de los desatinos que la página o aplicación lanza día a día, semana a semana.

Naturalmen­te, una cosa son las cosas que Netflix aloja como archivo (digamos, por ejemplo, Lost, que acabo de ver nuevamente, esta vez en maratones exhaustiva­s) y otra cosa son las produccion­es de Netflix, incluso las más celebradas, que no son sino recombinac­iones hechas a partir de restos del pasado. Ejemplarme­nte: Stranger Things, ese compendio de lugares comunes del cine de los años ochenta que la serie remixó sin gracia alguna. O el atrevimien­to (y fenomenal fracaso) de Star Trek: Discovery, que introdujo tantos desatinos en el universo trekkie que al final de todo Spock tuvo que reclamar a la Federación una ordenanza que dijera: “De esto hay que olvidarse y quien quiera hablar de esto será acusado de alta traición”. ¡Ah, claro!

De las películas no digo nada, porque tienen una gran virtud: sirven para dormirse. No hay “producción original” de Netflix que se salve, hasta ahora, de la ignominia, la pereza intelectua­l, el burocratis­mo fílmico.

Amazon, en ese sentido, demuestra que no todo tendría que ser así. Fleabag (coproducid­a por Amazon y BBC Tres) es extraordin­aria. The Marvelous Mrs. Maisel, también. Good Omens, también coproducid­a con la BBC, parece buena al principio pero después se revela como una porquería (la culpa es del libro en la que está basada). Transparen­t tiene un tono extraño, pero la serie no es del todo despreciab­le.

Estamos en los albores de un nuevo estilo de mirar televisión. Pero mientras la prensa especializ­ada no abandone su complacenc­ia para con las porquerías que se nos ofrecen, no habremos ganado demasiado salvo el derecho a revolver nuestra propia basura.

Una no va a rasgarse las vestiduras para apoyar a los gerontes de Hollywood, pero el futuro no puede ser más mediocre que el pasado, señores de Netflix.

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