CULTURA COLONIAL
Para contrarrestar la merma de turistas argentinos, Colonia anunció un emprendimiento de US$ 8 millones que convertirá la histórica Plaza Real de Toros en un espacio cultural.
En Colonia del Sacramento, Uruguay, comenzará en septiembre una obra a multimillonaria para convertir la antigua y soberbia Plaza de Toros en un Centro Cultural moderno.
Pasado remoto, pasado reciente, presente y futuro se conjugan en Colonia del Sacramento. Desde 1680, cuando fue fundada por una expedición expansionista que partió desde Río de Janeiro, fue tierra de cruces entre españoles, portugueses, ingleses, blancos, negros, mulatos, criollos en tiempos de imperialismo europeo en las costas del Río de la Plata; desde 1995 se convirtió en uno de los sitios declarados Patrimonio Mundial de la Unesco y explotó su proyección turística; actualmente, extraña el volumen de argentinos a los que la crisis económica –inflación y subida del dólar mediante– ha alejado parcialmente de este típico destino para breves escapadas; para los próximos años, se prepara el lanzamiento de la renovación de la Plaza de Toros, como la gran novedad de esta pequeña joya.
Lo que no cambia desde hace mucho tiempo es la cordialidad, esa condición de amabilidad que se abre al visitante y que se resume en el saludo que culmina cualquier conversación. Los argentinos cruzamos el río marrón y, apenas llegamos al otro lado, una compra, una pregunta, una solicitud no se cierra con un “buenas tardes”, ni un “hasta luego”, ni un “chau”, sino con un “¡Que pasen bien!”. Y sí, en Colonia, se la pasa bien. Entre otras razones, porque los locales pueden jactarse de que hay dos semáforos en toda la
ciudad, y no parecen necesitar más; y porque en cada barcito, en cada restaurante, en cada hotel, en cada tienda se respira cordialidad, ganas de demorarse en el placer.
La novedad
La gran novedad de Colonia aún no se ve, pero genera expectación. Su Plaza de Toros, ubicada a 5 km del centro, unida a él por el paseo costero, dejará de ser sometida al deterioro constante y será rehabilitada, no para celebrar la tauromaquia, sino que se transformará en un centro cultural, deportivo, de convenciones.
Con los inconfundibles arcos redondos y herraduras de la arquitectura mudéjar, la Plaza de Toros es, aunque hoy parcialmente derruida, bella e imponente. La estructura –sostenida por hierro en su momento traído de Gran Bretaña– llega a los 17 m de altura. Las gradas de hormigón prefabricado eran una moderna novedad a comienzos del siglo XX. Las dimensiones sorprenden: el diámetro total es de 100 metros; el del ruedo, de 50. Rehabilitar a este gigante costará unos 8 millones de