Confesor de Grassi. Ex capellán del Servicio Penitenciario, tiene tres denuncias por abuso.
Hasta abril era el capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense. En los próximos días podrían citarlo
El relato desgarrador de un joven, que esta semana denunció haber sido abusado por un sacerdote, todavía retumba en la ciudad de La Plata. “Fuiste y sos el peor monstruo que conocí en mi vida, tus mentiras se van a acabar. No vamos a parar hasta que se haga justicia”, juró, durante una conferencia de prensa, Julián B., el empresario de 32 años, casado y padre de dos hijos, que después de veinte años salió a contar su calvario.
Julián hablaba de Eduardo Lorenzo (59), el ex capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) y confesor en la cárcel de Julio César Grassi, el fundador de Felices los Niños, quien actualmente cumple una condena a 15 años de prisión por abuso y corrupción de menores en el penal de Campana.
Lorenzo no es un simple cura. Su imagen no solo aparece ligada a las actividades carcelarias protocolares, sino que también se lo ve junto a las principales figuras del poder político. De ayer y de hoy. Es que en la capi
“Las cuestiones del grupo eran de todos los días”, declaró una víctima
tal provincial encabezó infinidad de ceremonias religiosas en las que participaron desde el ex intendente y ministro de Justicia y Derechos Humanos, Julio Alak, hasta la gobernadora María Eugenia Vidal.
Las denuncias. El joven empresario guardó su verdad durante veinte años. No es fácil desenmascarar y enfrentar a un cura cuanto tiene tanto arraigo en una comunidad como la platense. Para él fue clave la asistencia y el asesoramiento que recibió de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina.
Julián declaró el 4 de julio pasado y se sumó a León y Roberto, los otros dos denunciantes que tiene la causa. Lo hizo ante la fiscal penal Ana Medina, quien en las próximas semanas podría llamar al cura a indagatoria.
En fiscalía, Julián explicó que conoció a Lorenzo cuando era alumno de la escuela Nuesta Señora de Lourdes, ubicada en las calles 38 entre 19 y 20. Julián ingresó a los 4 años. Hizo desde el jardín hasta el noveno grado de la primaria. En 1999 el ex capellán del SPB llegó a la parroquia, y él se sumó al grupo de boy scouts.
“Yo tenía entre 13 años y 14 años. Lorenzo organizaba cenas y cuando terminaban todos los chicos se iban y solo yo me quedaba con él. Obviamente, como un niño de 13 años que era, trataba de entender todo lo que me pasaba, porque me sentía feliz que Lorenzo me eligiera para compartir esos momentos”, le contó a la fiscal, según consta en la declaración a la que accedió PERFIL.
Julián recuerda con detalle lo que supuestamente hacía el cura cuando todos sus compañeros se iban: “Siempre se iba a bañar, tenía una rutina que no la rompía nunca. Se bañaba, afeitaba, perfumaba y se ponía un pijama color bordó. Cuando salía de la ducha, yo estaba en el living comedor de la casa. Lorenzo se iba a la cama y me decía que me ponga el pijama y que fuera a la cama para ayudarlo a dormir. Cuando yo accedía me decía que fuera al lado de él, me abrazaba y me pedía que le diera besos en el cuello, alrededor de la comisura de la boca, que habláramos hasta que él se durmiera. Me abrazaba y me acariciaba”.
El cura, por su parte, negó los abusos aunque reconoció que el joven, siendo menor, se quedaba a dormir en un departamento que él alquilaba en la capital provincial. “Julián le decía a su padre que quería venir a dormir a mi casa, un departamento muy pequeño. Y su papá nos llevaba hasta el departamento, donde comíamos chocolate y mirábamos películas, y después nos íbamos a dormir. El dormía en un sofá que había en el comedor, donde dormían también mi papá y mi hermano cuando me visitaban, y yo me iba a mi dormitorio. Eso habrá ocurrido unas cinco o seis veces en total. Todo lo que cuenta ahora es una gran mentira. Yo jamás abusaría de un chico, me parece algo asqueroso. Nunca hice nada de lo que dicen con ningún chico”, explicó el sacerdote en una entrevista con el diario El Día de La Plata.
“¿Cuál es el sentido de hacer una denuncia de esta naturaleza si no es real?”, se plantea Juan Pablo Gallego, el abogado que asesora a las víctimas. “Si uno lo piensa desde la maldad, si fuera por un daño y perjuicio, el delito estaría prescripto. Fue algo alevoso lo que les hizo a él y a León”, sentencia a PERFIL.
El 18 de junio pasado declaró Roberto R. (39), una supuesta víctima indirecta del padre Lorenzo. PERFIL también accedió a su declaración testimonial. Este hombre habló de los desórdenes del cura, que según su versión, incluyen “ingesta descontrolada de alcohol” y actos sexuales que lo “asustaron” y llevaron a que abandonara el grupo misionero del que formaba parte.
“A Lorenzo lo conocí en el año 1993, en ocasión de llegar el cura a la iglesia San Benito de Olmos. Yo estuve allí aproximadamente un año y medio en un grupo parroquial de jóvenes. Tenía entre 15 y 16 años. Yo era el más chico. En todo ese lapso pude ver un montón de cosas que me asustaron y asombraron. Y obviamente me fui por esos motivos”, le dijo a la fiscal.
“En los tres campamentos que participé pasaron cosas –amplió Roberto–. Lorenzo se bañaba con menores, llevaba a alguno de los jóvenes menores a su baño privado, y los manoseaba dentro de la bolsa de dormir en la carpa. Eran manoseos de índole clara e inequívocamente sexual. Además, invitaba a los varones de su grupo preferido a quedarse a dormir con él en la casa parroquial, donde había consumo de alcohol indiscriminado, sobre todo whisky, incitando al grupo a consumirlo y a propiciar cuestiones que terminaban siempre en situaciones o actos sexuales del cura con alguno de los chicos. Era muy notorio que él tenía sus chicos favoritos con los cuales lograba consumar sexualmente”.
El denunciante aseguró que le consta “el abuso que sufrió otro menor en Olmos, y que hasta el día de hoy no se anima a denunciar”. “Las cuestiones sexuales con chicos del grupo eran de todos los días”, acusó.
Las mujeres. Las declaraciones de Julián, Roberto y León coinciden en varios puntos: la selección de los chicos, las invitaciones a su departamento o a la casa parroquial, y el desprecio que el cura sentía hacia a las mujeres.
“Siempre estaba con varones, nunca con chicas, ellas nunca eran integradas a este grupo”, contó Roberto, y recordó un episodio: “En una opor tunidad, Noelia, una chica de la parroquia de unos 15 años, que si bien no era incluida en campamentos, ni en otras actividades que usaba Lorenzo para sus fines sexuales, se acercó a responderle algo a Lorenzo, y este, delante de mí y otros de los chicos, le respondió que le chupara la p.”.
Julián fue tajante: “Aborrece a las mujeres. Escuché decirles de todo: gordas, siervas, negras”.
“Nunca hice nada de lo que dicen con ningún chico”, se defendió el cura de las acusaciones