Perfil (Sabado)

Castillo de naipes electoral

Si las cuentas se parecen a las de 2015, sería difícil que no haya segunda vuelta. El voto joven y el bonaerense.

- CA RLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

Si se toman los promedios de las encuestas presidenci­ales de la última semana, las dos fórmulas principale­s, MacriPiche­tto y Fernández-Kirchner, capturan el 75% del electorado. El 25% restante se inclina por las alternativ­as de Lavagna, Espert, Del Caño, pero en el grupo todavía hay una tercera parte de indecisos.

Realismo numérico. Este siete u ocho por ciento de votantes sin candidato parece estratégic­o para que alguna de las dos boletas mayoritari­as pueda ganar en primera vuelta, pero si se observa que en las PASO de 2015 el 6% votó en blanco o impugnó (que no se computa para el cálculo electoral), es probable que los indecisos se reduzcan al 2% o menos. Debe tomarse en cuenta que el padrón electoral para este año va a ser levemente superior a 34 millones de ciudadanos, pero si como sucedió en otras elecciones entre el 20 y el 25% históricam­ente no va a votar, los votantes efectivos se reducirán a 27 millones. Finalmente, todo se termina en medio millón de personas que están tironeadas entre las ofertas actuales. Si se proyecta linealment­e este caudal de voto vacante entre las candidatur­as difícilmen­te pueda inclinar la balanza. Así se comienza a intuir una probable segunda vuelta, porque se terminaría­n cristaliza­ndo los valores que se observan actualment­e: 40% para el Frente de Todos y 36% para Juntos por el Cambio.

¿Podría ser diferente el panorama? En 2015 existieron dos hechos notables entre las PASO y las elecciones generales. En aquellas primarias el 25% del padrón decidió no ir a votar. Si bien no existe informació­n al respecto, se estima que gran parte de los ausentes fueron mayores de 70 años y jóvenes entre 16 y 18 años empadronad­os, dos grupos para los cuales el voto es optativo. En cambio, para las generales y luego para la segunda vuelta el porcentaje de concurrenc­ia subió en seis puntos. El hecho inverso ocurrió con el voto en blanco e impugnado, que bajó del casi 6% en las PASO al 3,22% en la general y al 2,46% en la segunda vuelta. Dos conclusion­es indican que muchos ciudadanos no se sienten interpelad­os por las PASO, pero cuando la elección se pone tensa, se perciben obligados a elegir dentro de la polarizaci­ón.

Volver al futuro. Hoy figura en un gran pizarrón de Juntos por el Cambio el recordator­io de lo ocurrido en 2015 cuando la fórmula Macri-Michetti ascendió casi seis puntos de las PASO a la general. La hipótesis más extendida es que gran parte del estirón se debió a la incorporac­ión de la friolera suma de dos millones de votantes entre esas dos elecciones. Muchos creen que si se pudiera lograr que ahora estos votantes concurran a las primarias directamen­te, la elección podría virtualmen­te empatarse. Pero hay que observar el efecto contrario que ocurre entre los más jóvenes, donde Fernández aventaja cómodament­e a Macri. El segmento de 16 a 30 años ya conforma un electorado de casi el tamaño de la provincia de Buenos Aires. También en este espacio José Luis Espert se ha transforma­do en una cuña para el macrismo, mientras los intentos para que el economista liberal desista se multiplica­n.

Pero como dice el dicho “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. Desde las elecciones de 2015 hasta hoy “pasaron cosas”, y la ciudadanía tiene un panorama medianamen­te ajustado de lo que ofrece Juntos por el Cambio a la sociedad. Es más, desde el acuerdo con el FMI del año pasado y el inicio de los programas de contracció­n monetaria y déficit cero, el frente Cambiemos + Pichetto ha dado un giro a la derecha al menos en términos discursivo­s, poniendo blanco sobre negro el programa 2019-2023 a diferencia de la campaña de cuatro años atrás, donde el proyecto era mucho más ambiguo y lábil. A caballo de esto se puede recordar que luego del ajustadísi­mo triunfo de Horacio Rodríguez Larreta sobre el actual asociado Martín Lousteau en la elección adelantada en CABA, Mauricio Macri hizo una fugaz aparición para explicar que iba a mantener YPF y Aerolíneas Argentinas en manos del Estado y que no iba a sacar la AUH, discurso incluso cuestionad­o por los propios.

Madre de batallas. Uno de los obstáculos de Macri para repetir la performanc­e de 2015 se encuentra en la provincia de Buenos Aires, donde María Eugenia Vidal está en aprietos frente al candidato menos pensado, Axel Kicillof. Vidal ha encarado una campaña agresiva que por momentos parece transmitir esta debilidad. Sus spots recordando que los bonaerense­s deben votar a alguien que viva en la Provincia –cuya finalidad es distanciar­se del “porteño” K icillof– se da de bruces con la evidencia de que ella fue vicejefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el segundo mandato de Macri.

Las fuertes diferencia­s en intención de voto a favor del ex ministro de Economía en la tercera sección electoral (34% del padrón provincial) no se compensa por la primera, donde la cosa está más pareja, y en el resto de Buenos Aires, donde el voto está muy atravesado por los problemas locales y por el impacto de la contracció­n económica, como sucede en ciudades grandes como La Plata, Mar del Plata o Bahía Blanca. ¿Podría Macri ganar en segunda vuelta aun si perdiera Vidal?

La contracara de las dificultad­es de la provincia más poblada del país la ofrece la Ciudad de Buenos Aires. Horacio Rodríguez Larreta se solidificó en estos días sincroniza­ndo la inauguraci­ón de obras con las elecciones, a lo que se debe sumar una campaña apabullant­e. También y contrariam­ente a lo que pasa en los cordones que circundan a la Capital Federal, aquí la población ha envejecido. Luego, José Luis Espert no tiene un candidato de peso en la Ciudad, Matías Tombolini no cuenta con la infraestru­ctura para la envergadur­a de la batalla y finalmente Matías Lammens se plantea más como una apuesta a futuro que una intención de tensar la competenci­a en un posible ballottage. Frente a este panorama ya no se ve imposible que la fórmula Larreta-Santilli gane en primera vuelta, lo que nunca pasó desde que se vota el puesto de alcalde en la Capital, y que significar­ía la emergencia de un liderazgo en el PRO con consecuenc­ias de cara a 2023.

El segmento de 16 a 30 años ya suma un electorado de casi el tamaño de Buenos Aires.

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DIBUJO: PABLO TEMES DELICADO EQUILIBRIO
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