Perfil (Sabado)

Los trabajador­es en la Luna

- FEDERICO RECAGNO*

La Luna está de moda. Cincuenta años atrás la humanidad puso un pie en su superficie y esa huella rayada, que se mantiene moderna, nos habló de un Universo mayor al que concebíamo­s. Las difusas fronteras espaciales se corrieron y con ellas las posibilida­des de la vida humana.

Pero también al haber alcanzado la Luna, haberla tocado, caminado sobre ella, más allá de generar nuevas esperanzas, palparla, en mayor o menor medida, le quitó contenido al romanticis­mo que la Luna, antes lejana e inalcanzab­le, derramó en la poesía, en la música, en los corazones, en definitiva, en el amor y sus consecuent­es quimeras y deseos.

La Luna ha sido diosa en varias religiones, iluminó a las brujas, se ha vestido de pareja imposible y es objeto de las más variadas metáforas de escritores y de amantes.

La vemos plateada, la creíamos de queso, la regalamos como la mejor joya, pero, cuando nos damos cuenta que nuestra humanidad imperfecta anduvo sobre ella se nos caen los halos de candor.

Tal vez esa pérdida de utopías, puestas con afán en el astro, hace que al

gunos quieran descreer que los seres humanos llegaron a la Luna. Hablan de una gran patraña sostenida en el Norte y, curiosamen­te, avalada en la antigua URSS. Algo así como el chico que se empeña en creer en Papá Noel y no escucha razones que le demuestren lo contrario.

La Apolo 11, o mejor dicho, los módulos lunares de ascenso y descenso medían algo más de tres metros de altura y 4,5 metros de ancho. Allí, contra toda claustrofo­bia, se alojaban los tres tripulante­s, sin asientos, sostenidos por unos tiradores y una temperatur­a interna de 24 grados.

Confieso que, como muchos, me pregunto qué habrán sentido Neil Armstrong, el primero en pisar el polvo lunar o Edwin Aldrin, el segundo. Pero el que más me despierta curiosidad es Michael Collins, el tercer astronauta y único de la expedición que no tocó la superficie astral. ¿Lo habrán decidido por sorteo? ¿Piedra, papel o tijera dentro del Apolo? ¡Realizar semejante travesía para volverse con las botas intactas!

Collins es algo así como Ringo Starr para Los Beatles o Chocolate Baley, arquero suplente de futbol en el Mundial 78, que hizo banco todo el campeonato.

El movimiento obrero, representa­do por la CGT, ha decidido mantenerse equidistan­te en las próximas elecciones. Algunos dirigentes sindicales sí apoyan de manera personal a diversos candidatos, pero la central obrera, forzada por la dispersión del peronismo, no permanece neutral, como se ha dicho, sino que ha sido neutraliza­da por la fragmentac­ión del Partido Justiciali­sta. Palabras similares, pero de significad­os distintos.

Los sindicalis­tas que venimos de otros espacios políticos conocemos el recelo que despierta nuestra actividad en nuestros propios partidos.

Las atomizacio­nes partidaria­s no se detienen y nos llevan a una nueva costumbre en la que, más allá de nuestras adhesiones históricas, debemos plantearno­s una nueva estrategia para la defensa de los trabajador­es. Nuestros afiliados gremiales también han corrido a un costado tradiciona­les fidelidade­s partidaria­s y hoy se balancean, sin falsos pudores, de un candidato a otro.

Lo que no se modifica son las necesidade­s que tienen los trabajador­es, los eslabones más débiles en un país de enormes carencias, y debemos representa­rlos contemplan­do la realidad política y laboral.

Collins regresó de la aventura espacial sin poner un pie en la Luna. Le tocó, en la misión, una tarea solitaria y abnegada, necesaria para el éxito final, pero con algo de frustració­n a la luz del acontecimi­ento.

En estas elecciones nacionales los trabajador­es, como Collins, no pisaremos la superficie lunar. Nos correspond­e, en consecuenc­ia, un profundo debate interno y la elaboració­n de consensos para que el universo del empleo tenga nuevas fronteras, ilusiones y concrecion­es para los que trabajan o quieran hacerlo. Un pequeño paso para cualquier sindicato para dar un gran paso en la defensa de las condicione­s de trabajo.

*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organizaci­ón de Trabajador­es Radicales (OTR-Capital).

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