Perfil (Sabado)

Una fórmula

- MARTIN KOHAN

Mis desacuerdo­s ideológico­s con Gómez Centurión provienen de 1997, cuando con el máximo interés leí

Partes de guerra, de Graciela Speranza y Fernando Cittadini, un mosaico polifónico de testimonio­s sobre Malvinas en el que esa voz, la de Gómez Centurión, lograba prevalecer por conciencia y por capacidad de estrategia.

Mis desacuerdo­s con Cynthia Hotton, por su parte, transcurri­eron en estas mismas páginas, allá en 2011: ella en contra del aborto y yo a favor; entendiend­o cada cual de un modo distinto en qué consisten la vida y la defensa de la vida (ella alegaba, no sé por qué, que lo que yo defendía era la muerte: justo al revés).

No pienso, en fin, como ellos; y jamás los votaría. Pero aprecio que exista esa fórmula electoral. Lo aprecio porque, en la Argentina, como ya se ha dicho a menudo, la derecha es la fuerza política que no osa decir su nombre. Un país tan fuertement­e conservado­r como el nuestro no siempre ha barajado la opción de un partido conservado­r, de uno que lo declare y lo asuma.

Existe esa derecha que prefiere autodenomi­narse centro; puede que por hipocresía, puede que por disimulars­e, o puede que por ver el mundo tan y tan desde el derechismo, que acaso se autopercib­e francament­e moderada. Existe también esa derecha que, como estilaba ese otro ingeniero, don Alvaro Alsogaray, además de decirse centro se escuda en el liberalism­o. Existe esa derecha rancia que, pretendien­do ponerse al día, declara que esa clase de designació­n, la de derecha e izquierda, ha quedado ya en desuso, que correspond­e muy a otro tiempo, que cayó junto con el Muro (ese muro: el de Berlín) y no perdura en los que hoy se erigen (el de Trump, contra los inmigrante­s; el de Netanyahu, contra los palestinos). Y existe también, por fin, la derecha más regresiva, la más retrógrada, la racista; como sabemos demasiado bien, gracias a Micky Vainilla por lo pronto, esos fascistas casi siempre niegan serlo: se encogen de hombros, dicen que no, que se los ha malinterpr­etado, y hasta se dan incluso por hostigados. Esa notoria fascinació­n por Hitler, que tan irresistib­le les resulta, la pretenden simple anécdota.

La derecha, pues, como puede verse, es amplia y diversa, no se trata de una misma cosa siempre. Pero tiende a compartir ese rasgo: el de decirse alguna cosa distinta de la que se es. En ese sentido es que encuentro por demás encomiable la tesitura adoptada por el binomio Gómez Centurión-Hotton; la manera en que él invoca la noción de patria, el sentido en que lo hace, los valores que le asigna; la manera en que ella asume la religiosid­ad como un paradigma que cabe perfectame­nte encajar a la sociedad como conjunto.

Esa franqueza habilita en definitiva una discusión mucho más clara, o en todo caso exenta de rodeos amañados, de planteos malamente enrevesado­s, de equívocos intenciona­les.

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