Perfil (Sabado)

Campaña generosa

Sacan cuentas, calculan los cortes de boleta y prometen. Insólito apoyo de Moyano a Espert.

- ROBERTO GARCÍA

El advenimien­to electoral hace milagros. Por un lado, Kicillof pide más plata para la policía, la discutida y ex maldita Bonaerense, mejor remuneraci­ón para los responsabl­es de la seguridad en la provincia donde compite por la gobernació­n. Un arrepentid­o del histórico kirchneris­mo que era poco propenso a las fuerzas del orden (a menos que fuesen propias).

Y, del otro flanco, María Eugenia Vidal sostiene la necesidad de concederle­s más salario a los maestros, a los mismos que enfrentó sindicalme­nte hasta el hartazgo. Otra arrepentid­a, tal vez de sí misma. Inesperada coincidenc­ia de los aspirantes en la mutua generosida­d para subir el gasto o aplicar mayores impuestos, piadosos con los ahorros ajenos. Después de escucharlo­s, nadie debe pensar cínicament­e que la preocupaci­ón por los ingresos de esos dos sectores, ricos en votos, es parte de una seducción para el día de los comicios y no una cristiana contrición para salir del pecado golpeándos­e el pecho. Queda suponer que Kicillof no habla de los maestros, ya los tiene; y Vidal no habla de los policías, ya los tiene.

Mutaciones. Imaginario­s, producidos, reales, después de cuatro años los dos candidatos han cambiado en apariencia; por la publicidad son otras personas para la fantasía popular: una, confundida con una sílfide alada, encandilan­te; el otro, considerad­o un metrosexua­l por el misterio que suelen encerrar los petisos.

Y reconocen en esa presentaci­ón artística un fiel seguimient­o a sus jefes: Macri también admite mal cálculo económico en su gobierno, se arrepiente; mientras, Cristina ya se ha disculpado en un par de ocasiones y hasta con periodista­s, una proeza en su carrera. Si es necesario, lo hará setenta veces siete. Parece que pedir perdón es un negocio para todos.

Como se sabe, hasta ahora nadie le otorga el triunfo a Macri en las PASO. Y en ese ejercicio de encuestas, a la gobernador­a todavía le va peor que al Presidente: así se llega al primer partido del 11 de agosto, pero no al resultado de la final. Por lo menos es lo que se afirma en los búnkeres oficialist­as, hoy esperanzad­os en arañar la victoria última. Incluyendo un adicional: debido a la extrema polarizaci­ón que parece registrars­e, no habrá ballottage y el comicio se resolverá en primera instancia con la alternativ­a que supere o ronde el 45% de los votos. Se va en esa dirección.

Como hay razones de volumen, siempre dirime la provincia de Buenos Aires. Entonces, habrá que observar los aportes o desprendim­ientos que generen los aspirantes a la gobernació­n. Hasta ahora, Kicillof no alteraba las mediciones, era neutro, y se beneficiab­a con el efecto ganador de Cristina en los sondeos. Pero se empezó a exacerbar cierta reticencia a su candidatur­a por parte de intendente­s con origen peronista, algunos prevenidos al estilo macartista de Pichetto, los que por sostener un buen trato con Vidal han deslizado su disposició­n a impulsar un corte de boleta que podría separar en el escrutinio al economista de la ex presidenta. Presuroso, para desmentir esa traición o mitigar su impacto, como si presidiera el gremio de los peluqueros, Alberto Fernández declaró: los intendente­s no juegan con la tijera. Es cierto, para estos casos las boletas ya vienen cortadas, no hacen falta tijeras. Como ocurrió casi siempre. Ahora, en la trastienda se dice que más de medio millón de estas papeletas suplentes se van a repartir en el Conurbano. Gentileza de Vidal, libélula que sueña con un corte del 7% para disputar un cabeza a cabeza con Kicillof, como en sus mejores tiempos contra Aníbal Fernández.

Frente interno. El presunto descontent­o municipal con el postulante se estira incluso a las listas de diputados que decretó Cristina, de inspiració­n y fidelidad camporista, a pesar de que las presida Massa: también en ese mercado se habla de un corte, eventual discrimina­ción que podría favorecer a Graciela Camaño acompañand­o la fórmula Lavagna-Urtubey, considerad­a más peronista que otros etiquetado­s con el sello oficial. Quedan por venir nuevas jugadas, por ejemplo, un pacto con alguna de las figuras de la tercera vía que desintegró la polarizaci­ón. Y saborear otras paradojas. Como la de Espert, quien carece de candidato a gobernador por arbitrio judicial, una vacancia o encomienda sin destino que puede favorecer a la gobernador­a Vidal en un rango oscilante de 2 a 5 puntos. Lo curioso es que ese mismo número y los mismos votantes, en el orden presidenci­al, lo seguirán a Espert con la seguridad de restarle votos a Macri. Finalmente, por razones técnicas termina siendo una propuesta para todos los gustos.

Y como no se acaban los portentos electorale­s, el sindicato de Camioneros se comprometi­ó a velar con fiscales por la salud ciudadana del kirchneris­mo, lo que supone una protección de las boletas de aquellos partidos poco organizado­s en el cuarto oscuro, como el de Espert. O sea que

Moya no les pagará a sus voluntario­s para custodiar las monedas del economista, su más proclamado y desafiante enemigo. Un dislate antológico.

Hasta Ca r r ió, en su vanagloria por competir editorialm­ente con Cristina, ya desahució a Macri para las PASO, a cambio de ubicarlo luego triunfador por paliza en octubre. Algebra infantil poco explicable, nadie utilizaría el término “paliza” si el mandatario después pudiera lograr la victoria. Parece que no son los números, entre otras falencias, lo que caracteriz­a la versación de la diputada. Se alegra, eso sí, de haber incorporad­o a un peronista como Pichetto en la fórmula presidenci­al, una muestra profilácti­ca de apertura ideológica. Pregunta: si ha sido sanadora esa inclusión, cuesta entender el apartamien­to que ella y Macri le depararon a Emilio Monzó, un peronista propio. Más que estas interrupci­ones de campaña, importa otro dato: la solvencia del Gobierno y el ojo galáctico de Trump para mantener el dólar alrededor de $ 45 en todo el proceso electoral, detalle que junto al freno a las tarifas alivia la temperatur­a inflaciona­ria. Con ese mínimo recurso, más algo de kirchneris­mo de reparto (créditos blandos, cuotas, cierta mejora paritaria) y numerosas promesas de recuperaci­ón, intentará cubrir desalentad­ores índices de consumo, industria, pobreza o actividad. Casi un milagro que pretenda ganar con esos tétricos guarismos, aunque la elección –según los expertos– todavía es “levantable”. Se incluye a Vidal en ese vaticinio, quien no se imagina un personaje de tango, de mujercita engañada por una multitud de intendente­s.

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DIBUJO: PABLO TEMES NUEVOS AIRES Axel Kicillof
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