Perfil (Sabado)

Mil y un marxismos

- DANIEL LINK

Lamento el lugar en el que quedó Axel Kicillof. Es ofensivo tener que estar aclarando las virtudes teóricas del marxismo a una cuadrilla exaltada de periodista­s cuasimafio­sos. Puedo argumentar en su favor en este punto, sin que se sospeche de mí favoritism­o electoral (yo no voto en provincia).

Hace bastantes años, una socióloga o politóloga norteameri­cana que asesoraba a Rodríguez Saá me arrinconó debajo de unos Tiepolos extraordin­arios en la residencia para escritores en la que estábamos y me dijo, con mirada escandaliz­ada, porque había googleado mi nombre y descubiert­o mi blog: Usted es Marxista.

Le contesté suavemente que el marxismo era dos cosas: una teoría social del conocimien­to y una teoría radical de la acción política. Yo, naturalmen­te, no sé pensar ni leer sin la noción (marxiana) de imaginario. Creo que nadie podría. En cuanto a la acción política, el asunto ha quedado saldado históricam­ente y no merece mayor comentario.

Sigo pensando eso. Uno de los tres mayores filósofos del siglo XX, Michel Foucault, escribió líneas indelebles al respecto. Criticó todo lo que pudo la teoría económica de Marx, tan decimonóni­ca. Pero luego del 68 lo devolvió a un alto sitial: instaurado­r de discursivi­dad, lo llamó. Como Freud. O sea: esos nombres crearon discursos tan poderosos que aun para negarlos navegamos en su estela.

Alexandre Kojève había ido más lejos: se decía marxista de derecha y considerab­a que era en los Estados Unidos donde el marxismo había alcanzado la perfección. Lean, che.

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