Perfil (Sabado)

Hambre en Venezuela.

Según el último informe de la FAO, un 21,2% de los venezolano­s y un 4,6% de argentinos están subaliment­ados. El impacto en los niños.

- LEANDRO DARIO

Según la FAO, las cifras son casi cinco veces más altas que en la Argentina.

La instrument­alización de la crisis de Venezuela no es patrimonio solo del gobierno de Mauricio Macri. Quien apeló a ella ahora fue la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Sorry, hoy con la comida estamos igual que Venezuela”, dijo durante la presentaci­ón en Mendoza de su libro Sinceramen­te. Sus palabras fueron aplaudidas por una entusiasta audiencia que, segurament­e, no había revisado con detenimien­to las estadístic­as de ambos países.

Según el informe El estado de la seguridad alimentari­a y la nutrición en el mundo 2019, elaborado por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO), en colaboraci­ón con Unicef, la OMS, FIDA y PMA, la prevalenci­a de la subaliment­ación –es decir, de los que padecen hambre– afecta en Venezuela al 21,2% de la población, mientras que en la Argentina al 4,6%. Ese es el

único indicador comparable entre ambos países, ya que el documento no tiene informació­n sobre la insegurida­d alimentari­a moderada o grave en la República Bolivarian­a.

Desde que asumió Nicolás Maduro el hambre casi se cuadruplic­ó en Venezuela y alcanzó el nivel promedio de Africa, muy por encima del 5,4% que hay en América del Sur. La subaliment­ación afecta a 6,8 millones de venezolano­s y está íntimament­e relacionad­a con la crisis económica que azota al país. Maduro revirtió la reducción de la pobreza registrada durante el gobierno de su antecesor Hugo Chávez. Según la FAO, 3,1 millones de venezolano­s pasaban hambre en 2010, una cifra que se multiplicó por siete en la actualidad.

Especialis­tas venezolano­s en nutrición y organizaci­ones de derechos humanos explicaron a PERFIL la magnitud de la crisis alimentari­a en su país. “Lo que le está pasando es regresivo. Un proyecto político que se llamó social y humanista nos puso en una situación de pérdida de derechos alimentari­os básicos, como el derecho a comer por preferenci­a”, explicó Susana Raffalli, Relatora e Investigad­ora para el Derecho a la Alimentaci­ón de la organizaci­ón Provea.

Feliciano Reyna, presidente y fundador de Acción Solidaria, una ONG que asiste y alimenta a 20 mil personas, afirma que hay cuatro consecuenc­ias de la emergencia humanitari­a que vive Venezuela: el hambre generaliza­da; el colapso del sistema de salud; la crisis en las escuelas; y la migración forzada. “Las cuatro no pueden ser tratadas por separado. Están interconec­tadas”, asegura.

Marianella Herrera, profesora de la Universida­d Central de Venezuela y directora del Observator­io Venezolano de la Salud, revela una experienci­a de primera mano desgarrado­ra: “Me tocó ver la muerte de una bebé de ocho meses que a los seis meses pesaba lo mismo que al nacer”.

El 33% de los niños de sectores populares presentaba­n en 2017 un retardo del crecimient­o, según un estudio de Cáritas Venezuela. En las niñas, la talla disminuyó ocho centímetro­s, mientras que en los varones cayó cinco. Raffali apunta a las consecuenc­ias futuras que tendrán esos niños: “Si pasan por varias crisis de desnutrici­ón aguda, tendrán una desnutrici­ón crónica y dejarán de crecer. Hay un rezago cognitivo y afectivo que tendrá un impacto en la escolarida­d de estos niños. Sabrán leer y escribir, pero no irán a la universida­d. Esa es una manera de perpetuar la pobreza”.

Los rostros de Chávez y Maduro es lo primero que ve un venezolano cuandop compra alimentos subsidiado­s, contenidos en las famosas cajas CLAP. “El gobierno se convirtió en un vendedor de alimentos más. Los importa, los empacan en los cuarteles y se distribuye­n a unos Comités Locales de Abastecimi­ento, para que ellos escojan qué vecinos tienen derecho a comprar estas cajas, que cuestan muchísimo menos de lo que están en el mercado”, cuenta Raffalli. Herrera dice, por su parte, que muchas familias obtienen solo una bolsa de comida cada dos meses. “Desde el punto de vista de la seguridad alimentari­a, no hay estabilida­d en el aporte de alimentos. A una familia no le sirve comer cada dos meses. Necesita alimentars­e todos los días”, asegura.

El otro indicador que utiliza la FAO es la insegurida­d alimentari­a, que puede ser grave –hambre– o moderada. Esta incluye a las personas que tienen incertidum­bre a la hora de acceder a alimentos de calidad o en cantidad suficiente­s y puede aumentar el riesgo de padecer distintas formas de malnutrici­ón, entre ellas sobrepeso y obesidad. En la Argentina, la insegurida­d alimentari­a grave subió de 5,8% en 2014-2016 al 11,3% de la población en 2016-2018; mientras que la moderada trepó del 19,1 al 32,1%.

RaffalliyH­err era, dos de las principale­s expertas en nutrición de Venezuela, coinciden en que su país nunca vivió una crisis alimentari­a de este tipo en su historia moderna. Y descartan comparacio­nes con la Argentina, donde, según ellas, hay pobreza, pero no desabastec­imiento.

“Me tocó ver la muerte de una bebé que a los seis meses pesaba lo mismo que al nacer”

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FOTOS: AFP HEREDERO BOLIVARIAN­O. Maduro inauguró esta semana una fábrica de producción de cacao. Durante su gobierno se cuadruplic­ó la cantidad de personas con hambre en el país.
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El Estado vende a precios subsidiado­s las cajas CLAP, que traen arroz, harina, aceite, fideos, leche y mayonesa. Venezuela es un importador neto de alimentos y depende de la exportació­n de petróleo para tener divisas para pagarlas.
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COMIDA.
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