Perfil (Sabado)

Rutas argentinas

Los caminos que eligen los candidatos son muchas veces sinuosos. Definicion­es.

- CA RLOS DE ANGELIS*

Futuro incierto. Como en una extraña paradoja temporal el día 11 de agosto a partir de las 18 el debate central en los paneles televisivo­s se encaminará a analizar el impacto de las PASO en las elecciones del 22 de octubre. Casi la metáfora de un país que escapa siempre hacia adelante pensando que en el futuro se encontrará­n los beneficios que no se construyer­on en el pasado. Pero esta vez es distinto, la perspectiv­a generaliza­da es que vendrán tiempos de vacas raquíticas, mirando más el ejemplo de Grecia que de Portugal. Frente a la ausencia de expectativ­as

favorables, la sociedad responde con indiferenc­ia. En otras épocas las elecciones movilizaba­n a la sociedad tanto física como emocionalm­ente, hoy en cambio se vive el acto más importante de la democracia con distancia, y desencanto.

El programa de gobierno frente a la posible reelección de Mauricio Macri quedó cristaliza­do en aquel evento con Mario Vargas Llosa a fines de marzo: “Voy a tratar de ir en la misma dirección que estamos, pero lo más rápido posible”. No hubo desmentida para esta frase. Faltaban más de dos meses para que el país se enterara de que se bajaba la marca Cambiemos para transforma­rla en Juntos por el Cambio. Una verdadera pérdida para la era de los signos. Quizás la palabra “juntos” celebraba la incorporac­ión de Miguel Angel Pichetto en la fórmula presidenci­al. En cualquier parte del mundo que el jefe de la bancada opositora pase a ser el candidato a vicepresid­ente del oficialism­o hubiera causado una verdadera conmoción, mientras que aquí fue vivido casi con naturalida­d, lo esperable. Así no hay táctica que aguante.

Mensajes dentro de mensajes.

A partir de la incorporac­ión del rionegrino el oficialism­o planteó una campaña dual. Por un lado, buscó instalar un mensaje simple: “Somos el hacer”. Por alguna extraña razón el hacer rutas tiene para una parte de la sociedad más valor que, por ejemplo, la nutrición infantil. Sintetizan­do: “En Juntos por el Cambio construimo­s rutas que nos llevan a un futuro de fortuna en la misma dirección, pero más rápido”.

Sin embargo, hubo otro mensaje dentro de ése. Uno que pasó desapercib­ido, pero presente en todos los formatos de comunicaci­ón amarillos con un contenido simbólico muy eficiente y que transmitió el encuentro con un valor perdido en la sociedad argentina: la normalidad. “Las cosas pueden ir mal, pero se trata de un gobierno normal que termina su mandato” sería una traducción posible para esta consigna implícita.

Este elemento es clave para una tercera parte del electorado que prefiere el país conducido por alguien no peronista, aunque no sea clara la meta ni la hora de arribo.

Pero para plantarse como “la normalidad”, hay que mostrar que lo demás son lo “nonormal”. Por eso, como una tarea capital, los cerebros de la campaña juntoísta se dedicaron a buscar elementos para menoscabar a sus oponentes, colocando enormes amplificad­ores mediáticos en cada frase o situación desafortun­ada de sus rivales, que por cierto no fueron pocas.

Otra táctica menos fructífera fue atacar de frente, como llamar “marxista” a Axel Kicillof, palabra desconocid­a para la mayoría del electorado.

De todos modos, todo lo observado hasta aquí no son más que los partidos amistosos de preparator­ia para el campeonato. Las PASO son finalmente un entrenamie­nto para la verdadera puesta en funciones de la Learning Machine, el sistema de inteligenc­ia artificial de la Big Data.

Pequeñas gestas. Desde el otro lado del tablero, la nominación de Alberto Fernández a la candidatur­a presidenci­al por parte de Cristina Kirchner fue un evento central a los que siguieron otros como la incorporac­ión de Sergio Massa encabezand­o la lista a diputados en la Provincia o a Pino Solanas en la Ciudad de Buenos Aires.

Pero la impresión es que el “gran frente patriótico” como pedía el cineasta ha quedado a mitad de camino en una época en que la demanda social no está para grandes gestas, sino precisamen­te para una normalidad por la cual no haya que pagar más del 150% para financiars­e con una tarjeta de crédito.

La gran pregunta es en qué medida el alberto-cristinism­o ha logrado desmontar o rebatir la narrativa macrista, es decir, si pudo mostrar un camino alternativ­o a la ruta de máxima velocidad de Macri y Vargas Llosa. La impresión general es que el mensaje escaló, pero no lo suficiente para ganar por un amplio margen.

Un problema que se ha encontrado Alberto Fernández (aunque no es el único) es que se ha dedicado buena parte de su tiempo a sortear los obstáculos puestos en la ruta por el “fuego amigo”, a los que se sumó su propia intervenci­ón en torno a la investigad­ora del Conicet que escribió un tuit asumiendo que si ganaba Fernández la iban a echar de la institució­n.

Esto ocurre cuando justamente el candidato había logrado acercar el debate al plano económico, que remitía a la imagen de Martín Karadagian cuando lograba asestar el golpe preciso a la indestruct­ible Momia.

La propuesta de dar los medicament­os sin costo a los jubilados (el espacio social con menor intención de votos hacia el FdT) derivó en el debate sobre las Leliqs que drenan los fondos públicos, y de allí ir directamen­te al centro neurálgico: cómo lidiar con el Fondo Monetario Internacio­nal. Pero a última hora el foco volvió a posarse sobre la investigad­ora en cuestión, por sobre la cuestión del malestar económico.

Se vive el acto más importante de la democracia con distancia, y desencanto

¿Para dónde? Finalmente queda un debate muy larvado e inconcluso, pero vital: qué tipo de capitalism­o se quiere. Los bandeos entre modelos muy proteccion­istas y otros muy liberales no han permitido a lo largo de la historia establecer una ruta precisa y de largo alcance. Parece ser que hay que elegir entre ser exportador de productos primarios con bajos salarios y dólar barato o ser un país medianamen­te industrial­izado, poco productivo y caro. Por ahora talló la tercera vía del predominio del capital financiero a tal punto que el país se está reestructu­rando a una velocidad pocas veces vista. Quizás ensamblar una economía desintegra­da, poniendo punto final a la disputa agro-industria sea el mayor desafío para la próxima conducción política que emerja de las urnas, pero para esto habrá que acertar con la ruta adecuada.

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DIBUJO: PABLO TEMES PISO RESBALADIZ­O
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