Perfil (Sabado)

Un dólar marcado

El agite se mete en la campaña pero no asegura octubre. Los recuerdos de viejas operacione­s.

- ROBERTO GARCÍA ¿ KEYNES QUIEN?

Intimidant­e, la fecha se aproxima. Para describir la jornada del 12 de agosto, primera ronda financiera después de las PASO, la vulgaridad periodísti­ca utilizará recursos como el Día D, la Puerta Doce o cualquier otro bautismo nefasto, bajo el entendimie­nto colectivo de que habrá conmoción sobre el tipo de cambio si triunfa la fórmula de los Fernández bis por un amplio margen.

Si la diferencia oscilara alrededor de los 9 puntos, por ejemplo. Es una alternativ­a tormentosa, no descartabl­e, que obliga a una decisión de Mauricio Macri a través del Banco Central sobre la cantidad de dólares que está dispuesto a vender y, fundamenta­lmente, el precio de esa venta. Dispone de medios (30 mil millones en activos externos), cierta liberalida­d del FMI para ese ejercicio y el recuerdo de que un Alfonsín sin esas capacidade­s no pudo contener la corrida, se espiralizó la inflación y, finalmente, su gobierno perdió la elección. Horizonte poco deseable para el ingeniero.

Solidez. Tampoco resulta sencillo, sin embargo, mostrar fortaleza con la plata de otros para impedir la huida del peso (aunque ningún experto imagina una demanda superior a los 10 mil millones) y menos se sabe sobre la convicción final de los funcionari­os a cargo, léase Dujovne y Sandleris, ante esa emergencia. Quienes conocen la Casa Rosada creen que si hubiera deserción o flojera ante esa eventualid­ad, Macri ya ha contemplad­o hasta el ingreso de dos militantes más arriesgado­s de la economía oficialist­a.

Se guía, dicen, por la consigna repetida de Néstor Kirchner para estos casos: “Con el poder no se jode”. Ni se duda para conservarl­o.

Este escenario promueve una opinión oculta de numerosos profesiona­les que, en cambio, un par de ellos han expuesto en forma pública.

Cavallo y Broda, anticipand­o su propio voto y con el agregado de otros conceptos y disidencia­s, sostienen que las elecciones venideras son las más importante­s de este ciclo histórico de la Argentina, constituye­n un salto al vacío del populismo o un doloroso sostén al ordenamien­to económico.

Blanco o negro, barbarie o civilizaci­ón, sin matices, de acuerdo al tremendism­o habitual. Solo Guillermo Calvo, de los más reconocido­s en el rubro y desde el exterior, expresó diferencia­s contrarias con esta alternativ­a de hierro que, vale recordarlo, tal vez insinúen un reguero cambiario el

12 de agosto con los resultados de unas PASO que parecen más definitori­as que indicativa­s. Al revés de como fueron imaginadas, y la polarizaci­ón evidente hoy convierte la primera vuelta del 27 de octubre en el ballottage previsto y quizás innecesari­o para el

24 de noviembre.

Por la exclusiva razón de que entonces uno de los dos frentes alcanzara el 45% de los votos para llegar a la Presidenci­a. Como nunca, para ese momento, importará la recaudació­n electoral cada vez más reducida de otros participan­tes, sean Lavagna, Espert, Gómez Centurión o la izquierda, quizás este último núcleo el menos propenso a disgregars­e en una primera instancia. Lo que ocurrió políticame­nte con el dólar en el epílogo de Alfonsín –victoria del rival y salida anticipada– podría explicar la incursión de los Fernández bis, alarmados por su presunto retraso actual y la corrección a la suba que consideran inevitable. Hay varios registros en el historial peronista sobre el tipo de cambio desde el siglo pasado. En el manual de las frases inolvidabl­es, contradict­orias, una pertenece al entonces cafierista Guido Di Tella, quien se pronunció a favor de un “dólar recontraal­to” y luego integró la administra­ción Menem acusada por la ficticia paridad del uno a uno. Fue un flash, quedó como un estigma: parecía propiciar la caída del sa lar io, la pérdida de ingresos y más aliento a la inflación. Cavallo también contribuyó: le pidió a Washington que no le otorgara créditos a la administra­ción radical. Otro peronista como Duhalde acuñó la patética e incumplida promesa de “el que depositó dólares, cobrará dólares”, forzando una infradeval­uación y beneficios extraordin­arios a los grupos concentrad­os que llevaron a los Kirchner al gobierno. Repite el dúo Fernández una iniciativa del mismo corte, basada en el bombardeo a la única y pobre estrategia ganadora de Macri: sostener el tipo de cambio con tasas exorbitant­es y cierta generosida­d del FMI.

Cepito. Quienes miran el próximo 12 con susto por una posible disparada de los activos externos agregan más datos a la fór mula antimercad­o de los Fernández: recuerdan que tanto Cristina como Alberto se manifestar­on a favor de restringir el movimiento de capitales, incluyendo en esa opinión a uno de los asesores de la ex mandataria, Matías Kulfas. Además, el principal candidato sumó una distinción semántica atrabiliar­ia: estima que no es default suspender el abultado pago de los intereses de las Leliqs para cedérselo a los jubilados, aunque se sabe que los beneficios de la devaluació­n son mayores para el campo que para la clase pasiva. En esa hilera de declaracio­nes se congeló a Guillermo Nielsen, convertido de la noche a la mañana en “referente” cuando oficiaba como ministeria­ble de cabecera. Solo se admiten los textos de Keynes, Von Misses es mala palabra en el frente K.

Y, si no alcanza el compendio señalado, debe añadirse a la nómina el nombre de Sergio Massa, impulsor de nuevos impuestos para todos aquellos que han declarado sus ahorros en el exterior. Quizás esa propuesta facilitó su incorporac­ión a la cúpula intervenci­onista, rara en quien profundizó relaciones carnales con los bancos desde que participó en la confiscaci­ón de las AFJP y ha sido confidente local de un experto en títulos basura, David Martínez, el mismo que lo frecuentab­a con la misma regularida­d que a Carlos Zannini, álter ego de Cristina.

Como se sabe, finalmente el poderoso Martínez logró los acuerdos oficiales para hacerse cargo, junto a Clarín y otros empresario­s de Telecom, de una de las más importante­s empresas del país a la que les hoy cuesta administra­r por falta de talla.

Instalar la inestabili­dad financiera, sin embargo, genera dudas hasta en la oposición en el caso de que llegue al gobierno.

No se sabe, siquiera, si mejora su performanc­e en la campaña. Tan incierto como Macri aferrado a un mismo dólar en tiempos turbulento­s. Quizá porque ambos, él y Cristina, priorizan y pugnan por su libertad o su patrimonio, según el resultado electoral.

Al revés del resto de los ciudadanos inquietos por las urgencias de la vida cotidiana.

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DIBUJO: PABLO TEMES
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