Perfil (Sabado)

La ganadería desplaza el doble de bosques que la soja

- JAIRO STRACCIA

Lejos de los puertos por los que sale la exportació­n de carne, que creció más del 70% en el último año, la cría del ganado que luego se consume en Europa o Israel es hoy la principal amenaza para los bosques de Santiago del Estero, Formosa, Salta o Chaco. Es el área conocida como el Gran Chaco, el segundo ecosistema forestal de Sudamérica detrás del Amazonas en Brasil. Hasta hace una década, se talaban los árboles para cultivar soja, pero en los últimos años la ganadería intensiva ya desplaza el doble de bosques que la agricultur­a, según un informe que publicará hoy la organizaci­ón ambientali­sta Greenpeace y los propios datos oficiales de la Secretaría de Ambiente de la Nación.

La tensión entre ecología y negocios gana cada vez más espacio en la agenda internacio­nal. Ayer, de hecho, la revista británica The Economist hizo su portada con la crítica situación del Amazonas y “la amenaza de la deforestac­ión descontrol­ada”. En la Argentina, si bien rige desde 2007 la ley de bosques 26.331 que ha reducido el porcentaje de bosques arrasados del 1% del total a 0,38% en 2017 (últimos datos oficiales disponible­s), la expansión del negocio ganadero está potenciand­o la tala legal, ilegal y “dudosa” en un área con 3.400 especies de plantas, 500 especies de aves y 150 mamíferos, lo que supone un riesgo ambiental que Greenpeace denuncia en el documento “El sacrificio de los bosques del Gran Chaco”. Pero también puede ser un boomerang para las ventas al mundo, donde se empieza a rechazar la carne de zona de deforestac­ión.

Tamaños. Según el trabajo de la organizaci­ón ambientali­sta en base de datos oficiales chequeados por imágenes satelitale­s propias, entre 1990 y 2014 “se perdió una superficie de bosques de 7,2 millones de hectáreas, similar a la superficie de Bélgica”. También se equipara a 8 millones de canchas de fútbol. El 80% de los desmontes, señala, se concentran en las cuatro provincias del Gran Chaco. PERFIL consultó a las autoridade­s del área, que reconocier­on la situación y citaron cifras de 2017 para decir que ese año se perdieron 172 mil hectáreas de bosques, aunque no pudieron especifica­r para qué actividad económica dado que son relevamien­tos particular­es de cada distrito. Para Greenpeace, en 2018 se habrían talado unas 113 mil hectáreas.

Allí, dice el trabajo, “en los últimos cinco años la deforestac­ión por ganadería intensiva fue más del doble que la provocada por agricultur­a”. Con datos de 2014 ejemplific­a que en el Gran Chaco mientras se deforestab­an 42 mil hectáreas para agro, se talaban casi 89 mil para ganadería. A nivel nacional, ese año, de hecho, se talaban 58 mil hectáreas para agro y 98 mil para vacas.

La ley de bosques establece diez pautas de cuidado ambiental y obliga a las provincias a regular tres tipos de áreas de cara a la deforestac­ión: las verdes, donde se autoriza el desmonte, y las rojas, donde se lo prohíbe al considerar­las áreas de reserva. El gran problema está en las áreas amarillas, que más bien son una zona gris: “El 60% de los desmontes se produce en las zonas amarillas”, señala Diego Moreno, secretario de Política Ambiental. Es decir, en áreas donde las provincias han autorizado una explotació­n ganadera que conviva con los árboles, llamada “silvopasto­ril”. Pero ocurre que esa explotació­n suele darse de manera “mucho más intensiva” de la que se había autorizado.

Por eso, trabajan en un protocolo de Manejo de Bosques con Ganadería Integrada que acompañe esos desarrollo­s. Para Greenpeace, eso es violatorio de la ley de bosques. “Hay zonas descubiert­as en las áreas amarillas donde se puede hacer ganadería”, dice Mercedes Borrás, directora nacional de bosques de la secretaría. Allí, además, desarrolla­ron con el Conicet un algoritmo de alerta temprana de desmontes. Sin embargo, el poder de policía y las eventuales sanciones son potestad de las provincias.

Negocios. El documento de Greenpeace apunta a tres empresas que, dice, en los últimos veinte años explican el desmonte de casi 200 mil hectáreas para cría de ganado, algo así como veinte veces la superficie de la Capital Federal. Una es el frigorífic­o Carnes Pampeanas, controlado por Cresud, del grupo Irsa de Eduardo Elsztain, que taló unas 120 mil hectáreas. Otra es el frigorífic­o Bermejo, que pertenece a Inversora Juramento, de Jorge Brito del Banco Macro, con unas 50 mil hectáreas taladas. Y la tercera, la firma Desde el Sur, de propietari­os locales en Salta, con cerca de 30 mil hectáreas.

El grueso fue talado de manera legal y en su mayoría antes de la sanción de la ley de bosques.

Tras la firma del acuerdo del Merco Mercosur-UE, la expectativ­a de más ventas de carne al exterior alerta a Greenpeace. “No hace falta deforestar para incrementa­r las exportacio­nes”, dice Hernán Giardini, coordinado­r de la campaña de bosques de la organizaci­ón ambiental. Y señala que cada vez más supermerca­dos de Europa limitan la venta de carne provenient­e de deforestac­ión por el rechazo de los consumidor­es. De hecho, el trabajo fue enviado a los frigorífic­os que, como el de Cresud, dijeron que siempre actuaron en el marco de la ley, y a los distribuid­ores europeos, que podrían dejar de comprar esos bifes de un momento a otro. El debate será largo: hay 53 millones de hectáreas de bosques nativos en la Argentinas, de las que 10 millones son susceptipb­les de ser talados con aval legal, según reconoce el Gobierno.

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GREENPEACE SILVOPASTO­RIL. Ganado de Inversora Juramento, en medio de un bosque en Salta. Ayer, The Economist alertó sobre el Amazonas.
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