Así en el fútbol como en política
El último Mundial de Fútbol femenino –que ha concluido por estas semanas, con enorme éxito, en Francia– ha demostrado que quien todavía resiste a la igualdad de género se encuentra en el lado equivocado de la historia. El torneo se lleva a cabo desde 1991, pero solo ahora ha logrado atraer la atención que merece. En las primeras ediciones, los estadios no estaban llenos de espectadores y los principales medios y marcas deportivas mostraban poco o ningún interés en unirse al evento.
Ahora bien, los números de 2019 reflejan un profundo cambio: el Mundial se ha transmitido en directo en más de 200 países y algunas cadenas incluso han ajustado en alza sus tarifas publicitarias en el transcurso del torneo; según la FIFA, el alcance mundial de la competición ha superado los mil millones de espectadores en todas las plataformas; y de acuerdo con el presidente de Nike, la camiseta del equipo de los Estados Unidos ha batido récords de ventas en la presente temporada.
En efecto, el fútbol ayuda a contar la historia de la emancipación femenina. Recordemos, por ejemplo, que la disciplina –antes considerada “inadecuada para las mujeres”– estuvo prohibida durante cincuenta años por la Federación Inglesa y que el Brasil del presidente Getulio Vargas y Alemania Occidental se sumaron a esta desafortunada iniciativa.
A pesar de los progresos realizados a lo largo de las últimas décadas, todavía existen distancias inexplicables entre mujeres y hombres en el deporte, así como en la política. En este ámbito, creo que la ley de paridad de género en listas electorales, que simbólicamente entró en vigencia en Argentina en el Día Internacional de la Mujer, constituye un marco histórico.
No podíamos seguir tolerando que nuestra democracia representativa generase, elección tras elección, un Parlamento sistemáticamente dominado por hombres. Esta es, por lo tanto, una ley que defiende el futuro del régimen, que hace al país más justo, más tolerante y más moderno.
Se trata, además, de un ejemplo para el mundo. Es que según la Unión Internacional de Parlamentos, las mujeres solo constituyen en la actualidad el 24,3% de los parlamentos nacionales. De hecho, el desequilibrio de género es un problema que existe tanto en Europa como en los Estados Unidos. A pesar de que la alemana Ursula von der Leyen se ha convertido esta semana en la primera mujer que preside la Comisión Europea, en el Parlamento Europeo las mujeres ocupan solamente un tercio de los 751 escaños. Asimismo, en la Cámara de Representantes de los
Estados Unidos la proporción de parlamentarios femeninos queda en
23,6%.
Además de la subrepresentación en la política, existen otras formas de discriminación contra las mujeres que, de una vez por todas, deben eliminarse. ¿Cómo explicar a nuestras hijas y a nuestras nietas que a las mujeres se les paga menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo?
Creo que lograr la plena igualdad de género –en todos los campos– constituye uno de los grandes retos del siglo XXI. Hasta que llegue ese día, seguiremos siendo una sociedad, un país y una civilización incompletos.
Según la Unión Internacional de Parlamentos, las mujeres forman el 24,3% de los parlamentos nacionales