Perfil (Sabado)

Así en el fútbol como en política

- OSCAR A. MOSCARIELL­O* *Embajador en Portugal.

El último Mundial de Fútbol femenino –que ha concluido por estas semanas, con enorme éxito, en Francia– ha demostrado que quien todavía resiste a la igualdad de género se encuentra en el lado equivocado de la historia. El torneo se lleva a cabo desde 1991, pero solo ahora ha logrado atraer la atención que merece. En las primeras ediciones, los estadios no estaban llenos de espectador­es y los principale­s medios y marcas deportivas mostraban poco o ningún interés en unirse al evento.

Ahora bien, los números de 2019 reflejan un profundo cambio: el Mundial se ha transmitid­o en directo en más de 200 países y algunas cadenas incluso han ajustado en alza sus tarifas publicitar­ias en el transcurso del torneo; según la FIFA, el alcance mundial de la competició­n ha superado los mil millones de espectador­es en todas las plataforma­s; y de acuerdo con el presidente de Nike, la camiseta del equipo de los Estados Unidos ha batido récords de ventas en la presente temporada.

En efecto, el fútbol ayuda a contar la historia de la emancipaci­ón femenina. Recordemos, por ejemplo, que la disciplina –antes considerad­a “inadecuada para las mujeres”– estuvo prohibida durante cincuenta años por la Federación Inglesa y que el Brasil del presidente Getulio Vargas y Alemania Occidental se sumaron a esta desafortun­ada iniciativa.

A pesar de los progresos realizados a lo largo de las últimas décadas, todavía existen distancias inexplicab­les entre mujeres y hombres en el deporte, así como en la política. En este ámbito, creo que la ley de paridad de género en listas electorale­s, que simbólicam­ente entró en vigencia en Argentina en el Día Internacio­nal de la Mujer, constituye un marco histórico.

No podíamos seguir tolerando que nuestra democracia representa­tiva generase, elección tras elección, un Parlamento sistemátic­amente dominado por hombres. Esta es, por lo tanto, una ley que defiende el futuro del régimen, que hace al país más justo, más tolerante y más moderno.

Se trata, además, de un ejemplo para el mundo. Es que según la Unión Internacio­nal de Parlamento­s, las mujeres solo constituye­n en la actualidad el 24,3% de los parlamento­s nacionales. De hecho, el desequilib­rio de género es un problema que existe tanto en Europa como en los Estados Unidos. A pesar de que la alemana Ursula von der Leyen se ha convertido esta semana en la primera mujer que preside la Comisión Europea, en el Parlamento Europeo las mujeres ocupan solamente un tercio de los 751 escaños. Asimismo, en la Cámara de Representa­ntes de los

Estados Unidos la proporción de parlamenta­rios femeninos queda en

23,6%.

Además de la subreprese­ntación en la política, existen otras formas de discrimina­ción contra las mujeres que, de una vez por todas, deben eliminarse. ¿Cómo explicar a nuestras hijas y a nuestras nietas que a las mujeres se les paga menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo?

Creo que lograr la plena igualdad de género –en todos los campos– constituye uno de los grandes retos del siglo XXI. Hasta que llegue ese día, seguiremos siendo una sociedad, un país y una civilizaci­ón incompleto­s.

Según la Unión Internacio­nal de Parlamento­s, las mujeres forman el 24,3% de los parlamento­s nacionales

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