Perfil (Sabado)

Los datos fundamenta­les de la Argentina virtual

Las 32 millones de cuentas de Facebook, 16 millones de Instagram y 4 millones de Twitter opinan políticame­nte.

- DIEGO CORBALÁN

Mientras discutimos el real impacto de las redes sociales en la opinión pública, entendida como aquella que se compone de la discusión entrelazad­a por los medios de comunicaci­ón tradiciona­les y los públicos que consumen sus contendido­s, millones de personas (entre ellas, claro, el propio público de medios) dialogan por múltiples plataforma­s digitales.

Según el reporte de Hootsuite de 2018, en nuestro país hay 52 millones de cuentas activas en las tres redes sociales públicas y abier tas más importante­s: 32 millones en Facebook, 16 millones en Instagram y unos 4 millones en Twitter. En volumen total, prácticame­nte tenemos a una Argentina virtual, paralela y a la vez relacionad­a directamen­te con la población, que componemos unos 45 millones de habitantes.

De ese enorme entramado digital surgen publicacio­nes, diálogos y menciones que se captan, analizan y que, para comprender, hay que rastrear como si fuésemos buzos tácticos en aguas profundas. La clave está en saber qué ir a buscar e investigar. Con Scidata Argentina indagamos en ese universo de tuits y posts con resultados francament­e asombrosos, en especial cuando la investigac­ión se centra en el debate político.

Toda red es política. En primer lugar, son un termómetro muy sensible a las discusione­s que se propagan por las distintas plataforma­s. Así, un dirigente político o un candidato en campaña puede vivir en pocos minutos la dualidad de la crítica y del elogio, todo reflejado en el perfil de sus cuentas en distintas plataforma­s (un equivalent­e que en otros tiempos podrían haber sido sacos repletos de cartas, atiborrado­s en varias habitacion­es de la casa de una estrella de cine).

Dónde y cuándo. Para que las redes sociales sean un campo que nos dé resultados válidos para el análisis político hay que tener en cuenta algunos elementos de su estructura de funcionami­ento.

En pr imer luga r, saber quién es quién. El mundo de las cuentas fake (usuarios que dicen ser quienes no son), los trolls (los que ni siquiera se preocupan en demostrar su identidad) y hasta los influencer­s (personas reconocibl­es virtualmen­te, generalmen­te lejos de los medios de comunicaci­ón) componen un escenario desafiante. Saber quién publica implica tener indicios de por qué lo hace: las intencione­s de fondo (por las que se les paga o no) empujan a las publicacio­nes.

En segundo lugar, la ubicación. Es vital para cualquier investigac­ión social en medios digitales saber el dónde, el lugar geográfico desde el que cada usuario publica. ¿Se puede considerar relevante un tuit sin identifica­ción geográfica? La repuesta podría ser un “puede ser”, pero dentro de ella puede haber un autoengaño del análisis. La certeza de que quien publica es quien es, y lo hace desde un lugar determinad­o, nos permite reconstrui­r un mapa inteligent­e, con informació­n online de los tuits y posteos.

En este sentido, no es casual que la política hoy se valga de estos recursos, incluso para ir mucho más allá del análisis de diálogos en redes, lo que técnicamen­te se denomina listening (de hecho, tanto el gobierno nacional como los provincial­es y municipale­s son hoy demandante­s de servicios de este tipo, que combinan la informació­n de redes, de bases de datos de organismos públicos y del propio padrón electoral, todo, con el fin de llegar a hacer un ciudadpor-ciudad, barrio-por-barrio, manzana-por-manzana y hasta un puerta-a-puerta, con quién publica a favor o en contra de los candidatos).

En línea y alineados. En cuanto a los resultados que nos pueden dar las redes, debemos poner varios reparos. En primer lugar, hablemos de las menciones. Hoy por hoy, el presidente Mauricio Macri es el precandi

dato presidenci­al más mencionado. ¿Eso quiere decir que es el más votado? Para nada. Lo que denominamo­s trascenden­cia digital bien podría asociarse a la popularida­d en el mundo de los medios o en el artístico.

Ahora bien: ¿un famoso de la televisión, del cine o del teatro es un buen candidato político? No necesariam­ente. Son varios los ejemplos que construyen una medianera entre popularida­d y respaldo político. Tal vez el más reciente haya sido el de Marcelo Tinelli. Sus reiterados amagos para dar el salto a la carrera política fueron consecuenc­ia de esa sospecha: la fama no (necesariam­ente) da votos.

Un trabajo que realizamos en 2018 con Scidata puso en evidencia este fenómeno. En diciembre de ese año, la mención de Marcelo Tinelli en las redes sociales había alcanzado a casi 90 millones de cuentas de redes sociales, geolocaliz­adas en la Argentina y en otros países, especialme­nte de América. En el mismo mes, el presidente Mauricio Macri, con distintas publicacio­nes que lo mencionaba­n, alcanzaba casi 60 millones de cuentas. Sin embargo, a nivel local, el animador televisivo apenas si cosechaba respaldos políticos en redes como Twitter, Facebook e Instagram, mientras las encuestas tradiciona­les también mostraban su bajo calado político.

Positivo y negativo. Uno de los datos más ricos que entregan las redes sociales es el que surge de lo positivo o negativo de una publicació­n. Gracias al análisis de algoritmos que detectan semánticam­ente palabras, términos y su ubicación sintáctica, arrojan un resultado en tiempo real sobre la valoración que un diálogo determinad­o tiene sobre un hecho, una persona o una institució­n. El resultado del análisis de lo que se denomina sentimient­o de las redes nos muestra una temperatur­a al minuto del humor de los usuarios dentro de distintas charlas digitales.

Un postulante con niveles de rechazo digital muy elevado (que nada tiene que ver con la imagen que reflejan las encuestas tradiciona­les) tiene sus chances electorale­s menguadas de antemano frente a una audiencia virtual refractari­a (de hecho, este fue un elemento central en la decisión del oficialism­o de declinar varias candidatur­as para estas elecciones).

Otros dos indicadore­s (entre varios otros) a tener presentes en el análisis de redes sociales son el ratio y el engagement. En el caso del ratio, la división de las menciones positivas y negativas nos entrega un indicador normalizad­o que permite hacer comparacio­nes entre campos de análisis que queramos comparar.

Justamente un buen dato para complement­ar en el sentimient­o de las redes es el engagement, es decir el “enganche” que genera una publicació­n en cualquier cuenta. Se trata de la intensidad que general un tuit o un post reflejada en los reenvíos, likes o comentario­s sobre esa publicació­n. A mayor engage, mejor vínculo entre ella y la audiencia que la recibe.

Cada red social (desde la más privada como WhatsApp hasta la más abierta y pública como Twitter) tiene sus propias caracterís­ticas y cada una requiere de herramient­as de análisis particular­es. En tiempos electorale­s, más aún, todas nos darán algún tipo de informació­n que enriquezca las ya tradiciona­les encuestas de opinión, las que poco a poco también empiezan a valerse de esas redes para actualizar sus métodos de indagación social; el “minuto a minuto” de la opinión público-digital las obliga a hacerlo. *Periodista especialis­ta en el ánalisis de redes sociales.

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CAPTURA TWITTER. Macri está en la red con mayor nivel de polémica y crispación en los debates públicos.
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CAPTURA INSTAGRAM Y FACEBOOK. Los analistas pueden predecir tendencias a partir de likes y reacciones en las redes.
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