Los irrompibles lograron su propia película
Los personajes de Luke Hobbs (Dwayne “la Roca” Johnson) y Deckard Shaw (Jason Statham) fueron adquiriendo tal preponderancia en la saga Rápidos y furiosos, que finalmente se les decidió dedicar la primera spin-off de la franquicia. Y ambos intérpretes, que también son productores, aspiran a romper la taquilla con esta electrizante versión, en la que no se escatiman golpes, ni destrezas físicas. Tampoco impactantes secuencias de electrizante acción. Además del humor y la filosa ironía que saben exponer muy bien ambos intérpretes.
Con coreografías de peleas que parecen dignas del más avezado Bruce Lee, el film hereda elementos de los videojuegos, incluye un villano que es mitad humano y mitad cyborg a cargo del musculoso Idris Elba (del que había corrido el rumor que iba a ser el próximo 007, ¿se acuerdan?), al que se suma como primer plato de una futura gran intervención, el carismático Ryan Reynolds. El actor que había trabajado con el director David Leitch en Deadpool 2, hace de un agente de la CIA, que coquetea con la Roca Johnson y le aporta una pizca de cinis
mo a la pareja protagónica que se regocijan en un constante derroche de testosterona, con desayunos a puro huevo frito, mientras se cercioran que sus bíceps estén en su lugar levantando pesas.
¿Logrará esta nueva saga competir con la original Rápido y furioso y Vin Diesel? No se sabe. La distribuidora informa que las ocho películas de la franquicia se alzaron con un total de 5 billones de dólares. Lo concreto es que su carta de presentación resulta una mezcla muy interesante de puro entretenimiento, además de poner en primer plano una nueva amenaza del terrorismo internacional: la biotecnología.
Porque acá el conflicto a develar, es ubicar al científico que diseñó un virus que se inyecta y si se expande puede exterminar la humanidad. Quien defiende la pócima maldita es Brixton, un Idris Elba de temer, de cuyos ojos se desprenden unos gráficos que le permiten medir la capacidad física del enemigo.
De Los Angeles a Londres, Moscú y Samoa, la historia tiene algún bache cuando se pone reflexiva y emotiva en su tercio final, pero lo cierto es que la química entre Johnson y Statham logran convertirla en un entretenimiento que desafía algunas convenciones.