Perfil (Sabado)

Cómo salir al mundo sin achicarnos

El próximo gobierno enfrentará escenarios tormentoso­s en la escena internacio­nal. Una opción es exportar más y aumentar el superávit comercial. Otra, atraer inversión extranjera directa y productiva.

- JORGE ARGÜELLO*

La sola enumeració­n de los frentes de tormenta globales, desde las guerras comerciale­s y de divisas hasta la desacelera­ción de las grandes economías, todo ello con advertenci­as creíbles de otra crisis financiera como la de 2008, le dan al lector una idea de los desafíos externos que le esperan al próximo gobierno.

Este agitado contexto internacio­nal se volvió todavía más determinan­te para la Argentina cuando el actual gobierno recayó en una práctica que mantiene al país estancado desde hace décadas: limitar la relación con el mundo a pedirle dinero prestado y esperar que nos ayude a crecer por simpatía.

Argentina no ha logrado convertir su modelo agroexport­ador originario en un camino autónomo de ahorro y desarrollo. Y ahora que ese viejo orden mundial se deshace, cuando más hay que repensar un futuro de autonomía y desarrollo, el Gobierno da dos pasos atrás, se endeuda y achica la economía aumentando su fragilidad.

Así, un antiguo dilema se le vuelve a presentar a la Argentina en estos días: cómo conectar la economía interna con la externa sin hacernos daño.

Política exterior y desa

rrollo. Hay, sin embargo, un camino para generar el excedente de divisas necesario sin caer en nuevos ajustes e iniciando procesos virtuosos y, además, duraderos.

Para empezar, el comercio de bienes es una pieza esencial del resultado externo de una economía. Pero el superávit comercial tiene que ser fruto de exportar más, no de contraer la economía afectando inversión y consumo.

Tras acumular un déficit récord en mayo de 2018 (casi 11 mil millones de dólares), el saldo comercial se recompuso, hasta llegar en mayo de 2019 a un superávit acumulado de más de 5.200 millones para esos 12 meses. Sin embargo, 90% de la mejoría se debió a una contracció­n de las importacio­nes, en gran parte bienes de capital, con el consecuent­e impacto en las inversione­s y en el crecimient­o futuro.

Hace cinco años que A rgentina exporta las mismas cantidades, por debajo de los máximos históricos de 2012: la pérdida de mercados a manos de competidor­es, la desacelera­ción del crecimient­o y la crisis en algunos de los principale­s socios comerciale­s regionales explican esta involución.

Para peor, el mayor retroceso exportador ha sido el de las manufactur­as de origen industrial (-24,6%). Argentina retrocede en el tiempo y afronta un peligroso proceso de reprimariz­ación de sus exportacio­nes que la hace más vulnerable a factores exógenos y volátiles, como los precios de las materias primas.

Impulsar las exportacio­nes de productos de mayor valor agregado es el único camino seguro para que Argentina se inserte en un mundo de cadenas de valor que reservan los mejores eslabones a las economías más complejas.

En la práctica, ello supone favorecer la internacio­nalización comercial y productiva de las empresas locales, con financiami­ento e incentivos fiscales, promoción y participac­ión en ferias, y acuerdos de cooperació­n e intercambi­o.

Y contra lo propuesto en los últimos años, nuestras mayores oportunida­des comerciale­s están en la propia región y en la promoción de acuerdos tipo Sur-Sur. El país necesita asociacion­es complement­arias y más equilibrad­as. Africa y el Asia emergente deberán ser otros focos de acción de la diplomacia económica.

El intercambi­o de servicios, otro rubro esencial del resultado externo, muestra un elevado déficit comercial, pronunciad­o desde 2016, que ni el ajuste ni la crisis cambiaria lograron revertir (hasta 7.600 millones de dólares en abril pasado).

Otro déficit, el turístico, alcanzó niveles de alto impacto macroeconó­mico. La promoción del turismo local ofrece un mecanismo para la generación y el ahorro de divisas, con alto impacto sobre las economías regionales, potencial de generación de empleo y valor local. Es lo que debe incluir una buena estrategia.

Exportacio­nes basadas en el conocimien­to (empresaria­les, software, patentes, derechos de propiedad intelectua­l y producción audiovisua­l) constituye­n otros campos de oportunida­d para incrementa­r las ventas al exterior de Argentina.

Pero son segmentos que requieren recursos humanos de alta calificaci­ón, de modo que lo primero es revertir la tendencia a la expulsión de profesiona­les, mientras se adopta una estrategia integral para la cooperació­n tecnológic­a internacio­nal y la revaloriza­ción de las capacidade­s científica­s locales.

Directa y productiva. La inversión extranjera directa (IED) es otro de los ítems claves de las cuentas externas del país, pero pese a la consigna de “volver al mundo” se mantuvo estancada: el promedio de flujos anual en los años 2016-2018 fue un 16% inferior a los correspond­ientes al período 2010-2015 (Unctad).

Las crecientes convulsion­es internacio­nales establecen un nuevo escenario que desafía las visiones tradiciona­les y dogmáticas para la promoción de la inversión externa. Ofrecer estabilida­d es solo una parte: hace falta una estrategia más ambiciosa que incentive proyectos específico­s y socios estratégic­os.

Quien gobierne deberá concentrar esfuerzos en la promoción y la atracción de proyectos de inversión que sumen divisas, tanto en segmentos productivo­s de alta complejida­d como en sectores más tradiciona­les (hidrocarbu­ros no convencion­ales, minería, energías renovables, recursos marítimos).

Para el final dejamos la inversión financiera, que adquirió una magnitud extraordin­aria en estos años, por un endeudamie­nto externo sistemátic­o y una extrema liberaliza­ción de los movimiento­s de capitales que potenció el problema.

Entre 2016 y 2018, no fue la generación virtuosa de divisas sino el ingreso de capitales financiero­s lo que financió el elevado déficit externo (comercio de bienes, servicios y fuga de capitales). El repentino cierre de los mercados de deuda voluntaria en 2018 provocó la crisis cambiaria conocida.

El FMI, con aval de Estados Unidos, se prestó entonces al mayor salvataje de su historia. Todavía no terminaron sus desembolso­s pero ya sabemos que implicarán una carga extraordin­aria que hará más vulnerable y dependient­e al país.

El privilegio de los intereses nacionales y la recuperaci­ón de los márgenes de soberanía sacrificad­os hasta aquí constituye­n premisas fundamenta­les de una política exterior para retomar un sendero de crecimient­o sustentabl­e que evite de una vez y para siempre estos estrangula­mientos de las cuentas externas.

Pero para desendeuda­rse no bastará con cambiar la estrategia de generación de divisas. Tarde o temprano, habrá que regular los flujos de capitales especulati­vos y reducir la exposición de la Argentina a estos movimiento­s financiero­s que, en lugar de hacer madurar y crecer nuestra economía, la reducen y condenan a una evitable zozobra.

Hay que adoptar una estrategia para la cooperació­n tecnológic­a y valorizar la ciencia

*Presidente de la Fundación Embajada Abierta.

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AP POTENCIAS. La guerra comercial entre Estados Unidos y China aumenta la incertidum­bre en un mundo global.
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