Perfil (Sabado)

VELAS AL VIENTO

El archipiéla­go de la Toscana es un lugar magnífico para aprender a navegar ar un yate durante las vacaciones. Hay varias escuelas, con prácticas y examen.

- BERNHARD KRIEGER*

El yate avanza entre las olas con tanta inclinació­n que nos quita el aliento, pero en la popa va una mujer de temple. Va detrás del timón, con pulso seguro hacia el puerto de Portoferra­io. Pronto estaremos en la capital de la isla italiana de Elba. Poco antes de entrar en el puerto, rizamos las velas, y el yate avanza con un leve rugido del motor, pasa por delante de la octogonal Torre del Martello, por el fortín que es parte del puerto construido hace siglos, y finalmente entra, de culata, en un pequeño espacio entre otros botes. Apenas queda sujeto al muelle, ya se escuchan tintinear las copas a bordo. Mientras, los turistas que están sentados en un café a la calle observan curiosos la escena. “¿Cuánto tardará uno en aprender a navegar un yate así?”, le pregunta un hombre a su mujer, que responde: “Una eternidad, ¡y, además, los barcos cuestan una fortuna!”. Pero Jochen Rieker, que dirige la redacción de la revista Yacht, dice que eso no es un prejuicio. “Quienes mantienen un barco propio suelen comprar uno usado por el mismo valor de una moto”, asegura el experto. Efectivame­nte, muchos ofrecen sus yates al precio de un alquiler de departamen­to para las vacaciones. “En abril, podrías alquilar un yate para seis personas a

partir de los 588 euros”, comenta la portavoz de la empresa Sunsail, Katja Meinken-Wiedemann. De todos modos, Rieker no cree que los interesado­s se asusten por los gastos. “Yo creo que lo que lleva a creer que la navegación es elitista es más bien que no todos saben hacerlo”, señala. Sin embargo, el redactor asegura que es algo fácil de aprender.

Mucha gente que tiene yates o veleros ofrece paseos por una tarifa modesta y utilizan la suma, al menos en parte, para cubrir los costos de mantenimie­nto y guardería. Visitar Elba es un buen punto para decidirse y probar con la navegación. “El próximo paso será buscar una buena escuela”, comenta Rieker. En la isla de Elba hay numerosas escuelas de este tipo. Entre las mayores está la escuela que fundó una pareja de alemanes, Helga y Gereon Verweyen. Andreas Lehn vive en la isla, la tercera mayor de Italia, y da clases allí. Suele hacer salidas con el “yate escuela” desde Bagnaia hacia decenas de bahías a las que solo se puede ir por mar. Lehn conoce el archipiéla­go de la Toscana como la palma de su mano, desde Córcega hasta Capraia, Giglio, los puertos de San Vincenzo en el continente y el puerto Santo Stefano en la península de Monte Argentario. Cuando sus estudiante­s hayan hecho las 300 millas de navegación, Lehn los prepara durante cuatro días para el examen y la práctica es peculiar: exige a la tripulació­n que, en minutos, rescate del agua una boya caída con determinad­as maniobras, algo que mal hecho pondría en riesgo la vida de los tripulante­s, asegura Lehn. Si uno cree que los examinador­es son algo más flexibles en los sitios de vacaciones, se equivoca. “En promedio el 25 por ciento de los que se presentan no aprueban el examen”, apunta Lehn. A él tampoco le parece mal que sus estudiante­s se vean exigidos, sobre todo porque los futuros skippers deben tener nervios de acero. Además, si están preparados pueden atracar en el muelle con una muñeca tan suelta como la skipper de Portoferra­io.

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DEUTSCHE PRESSE AGENTUR
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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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SOBRE EL MAR TIRRENO. A diez kilómetros del continente, en la isla se corren carreras de hidroplano­s. Viven 12 mil personas en Portoferra­io, la capital.
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